Consagración al Corazón Dulcísimo de María
La década de 1950 fue especialmente significativa para san Josemaría, marcada tanto por la alegría como por el sufrimiento. Por un lado, durante esos años el Opus Dei inició su labor en 18 países de América, África, Europa y Asia. Por otro, en los primeros años de la década tuvo que enfrentar algunas incomprensiones. En medio de estas dificultades, el 25 de agosto de 1951 decidió peregrinar a Loreto para ponerse bajo el amparo de la Virgen.
- Relato de Ana Sastre en «Tiempo de Caminar».
- Relato de Andrés Vásquez de Prada en «El Fundador del Opus Dei».
- Voz del Diccionario de san Josemaría “Consagración al Corazón Dulcísimo de María”.
Textos de san Josemaría sobre el Corazón Dulcísimo de María

- No existe corazón más humano que el de una criatura que rebosa sentido sobrenatural. Piensa en Santa María, la llena de gracia, Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, Esposa de Dios Espíritu Santo: en su Corazón cabe la humanidad entera sin diferencias ni discriminaciones. —Cada uno es su hijo, su hija (Surco, 801).
- Acudamos a María, Madre nuestra, la criatura más excelente que ha salido de las manos de Dios. Pidámosle que nos haga hombres de bien y que esas virtudes humanas, engarzadas en la vida de la gracia, se conviertan en la mejor ayuda para los que, con nosotros, trabajan en el mundo por la paz y la felicidad de todos (Amigos de Dios, 221).
- Cor Mariae Dulcissimum, iter para tutum; Corazón Dulcísimo de María, da fuerza y seguridad a nuestro camino en la tierra: sé tú misma nuestro camino, porque tú conoces la senda y el atajo cierto que llevan, por tu amor, al amor de Jesucristo (Es Cristo que pasa, 178).
- Acostúmbrate a poner tu pobre corazón en el Dulce e Inmaculado Corazón de María, para que te lo purifique de tanta escoria, y te lleve al Corazón Sacratísimo y Misericordioso de Jesús (Surco, 830).
- «Cor Mariae perdolentis, miserere nobis!» —invoca al Corazón de Santa María, con ánimo y decisión de unirte a su dolor, en reparación por tus pecados y por los de los hombres de todos los tiempos.
—Y pídele —para cada alma— que ese dolor suyo aumente en nosotros la aversión al pecado, y que sepamos amar, como expiación, las contrariedades físicas o morales de cada jornada (Surco, 258). - Acude en confidencia segura, todos los días, a la Virgen Santísima. Tu alma y tu vida saldrán reconfortadas. —Ella te hará participar de los tesoros que guarda en su corazón, pues “jamás se oyó decir que ninguno de cuantos han acudido a su protección haya sido desoído” (Surco, 768).
- Pidamos a la Madre de Dios, que es nuestra Madre, que nos prepare el camino que lleva al amor pleno: Cor Mariae dulcissimum, iter para tutum! Su dulce corazón conoce el sendero más seguro para encontrar a Cristo (Es Cristo que pasa, 38).