Braval: del diálogo a la integración genuina

Josep Masabeu, presidente de Braval, relata cómo las "Conversaciones" —encuentros mensuales con personas de distintos ámbitos— han pasado de ser un espacio de diálogo a constituirse como instrumento de integración de inmigrantes en el barrio barcelonés del Raval.

Hace casi dos décadas, en 2005, Braval ya llevaba siete años dedicado a favorecer la inclusión de jóvenes inmigrantes mediante el deporte, el apoyo escolar y la convivencia intercultural. Pero su presidente quería ir más lejos, indagar más allá de lo que hacían otras organizaciones, de lo que proponía la administración, o de cuáles eran las tendencias socioculturales emergentes.


Artículo original publicado en Omnes (Teresa Aguado Peña) 


Así surgieron las "Conversaciones sobre Inmigración" —comidas mensuales con periodistas, empresarios, docentes, funcionarios… participantes de perfiles diversos para evitar perspectivas únicas— con el fin de confrontar experiencias y puntos de vista diferentes. Según Masabeu, ese contraste es muy valioso.

Veinte años después y con 142 encuentros ya realizados, Braval ha tejido una red sólida que le permite colaborar directamente con entidades que le ayudan a resolver dificultades concretas que enfrentan los jóvenes. Muchas de las iniciativas que funcionan en un lugar se comparten para inspirar soluciones en otros, y diversos invitados acaban participando en nuevas reuniones, promoviendo ese aprendizaje mutuo.

En el ámbito laboral, estas conversaciones han abierto puertas: se han generado oportunidades para que jóvenes ocupen puestos en sectores que demandan personal, gracias al tejido de confianza establecido. Algunas personas invitadas se convierten en aliados que facilitan colaboraciones nuevas.

La clave: la mezcla como forma de integración

Masabeu resalta que la mezcla cultural es esencial para que la integración sea real: “Si no mezclas, al final estás manteniendo el gueto”. En Braval, esto se practica sobre todo con el deporte: los equipos de fútbol y baloncesto están formados por jóvenes de distintas procedencias. No se trata de equipos separados —filipinos contra marroquíes, españoles contra latinoamericanos—, sino de conjuntos diversos que juegan juntos.

Ese espacio compartido a través del juego permite romper prejuicios. Desde allí se despliegan apoyos complementarios: refuerzo escolar, reuniones de equipo semanales, acompañamiento personal, y formación en valores.


Inclusión social y éxito escolar a través del deporte: la fórmula de Braval.


Importante: no se desarrollan actividades “solo para inmigrantes”. Braval participa en ligas comunes de Barcelona, con más de un centenar de equipos de barrios diversos. Eso permite que sus jóvenes salgan del barrio, y que otros entren en contacto con su realidad.

Frente al estereotipo del inmigrante pasivo o dependiente, Masabeu subraya otra verdad: “Tienen una capacidad de lucha enorme, que no tienen los chavales de aquí”.

Diálogo interreligioso arraigado en una identidad cristiana

Una faceta distintiva de Braval es la convivencia natural entre creencias distintas. Aunque la entidad tiene identidad cristiana —es iniciativa del Opus Dei—, la vive y se muestra con sinceridad.

“Tener un oratorio con el Santísimo, que un sacerdote venga semanalmente, ofrecer catequesis a quien lo desea… todo eso está, pero nunca hemos tenido choque de convicciones”, comenta Masabeu.

Participan tanto voluntarios como jóvenes de unas nueve religiones: católicos, evangélicos, ortodoxos, musulmanes, budistas, hindúes, testigos de Jehová, judíos y también quienes no profesan religión. Y se deja espacio al diálogo: preguntan qué celebraciones festeja cada quien, por qué hay comidas que unos evitan, cómo se construyen las fiestas propias, y todos asisten con respeto mutuo.

Por ejemplo, en momentos religiosos como la confirmación, los chicos invitan a sus amigos del equipo, sin importar su fe, y todos participan con alegría.

Amor y trascendencia como fundamento

Más allá de una estructura bien diseñada o un modelo educativo sólido, lo que realmente marca la diferencia en Braval es algo más profundo: la transmisión de cariño y de acogida. “Lo que transmites es amor. Eso lo perciben. Aunque a veces haya que regañar, se sienten acogidos”, afirma Masabeu.

Porque al fin y al cabo, Braval no es un programa, sino una comunidad vivida —una red de personas que se cuidan, se apoyan, que comparten oración, entrega y esperanza. Es en ese ambiente de amistad y servicio donde la integración deja de ser un ideal para convertirse en una experiencia concreta.