La iglesia de Santo Domingo se llenó con la asistencia de numerosos hermanos de la Archicofradía, parroquianos y personas del Opus Dei con sus familiares y amigos. La ceremonia contó también con la presencia de representantes de diversas instituciones, como la Real Maestranza de Caballería, la Orden del Santo Sepulcro, la Asamblea de Capitanes de Yate y la Asociación Álvaro de Bazán.
Junto a la reliquia, se entregó a la Archicofradía del Rosario un cuadro que representa a la Virgen y a san Josemaría, obra de Irene Martín Melguizo.

“Como en otros tiempos, ha de ser hoy el Rosario arma poderosa, para vencer en nuestra lucha interior, y para ayudar a todas las almas. Ensalza con tu lengua a Santa María: reparación te pide el Señor, y alabanzas de tu boca. Ojalá sepas y quieras tú sembrar en todo el mundo la paz y la alegría, con esta admirable devoción mariana y con tu caridad vigilante”.
Introducción a la edición de 1968 de Santo Rosario
El acto tuvo lugar durante la Santa Misa celebrada a las 13:00 horas en la iglesia de Santo Domingo, presidida por don Ignacio Barrera, vicario del Opus Dei en España, al que acompañaron don Antonio Larios Ramos, O.P., director espiritual de la Archicofradía; don Luis Alberto Prados Rivera, vicario del Opus Dei en Granada, y otros sacerdotes. La ceremonia fue realzada por el acompañamiento musical de la Coral Lauda, de Granada.
En la homilía, entre otras ideas, don Ignacio recordó lo que escribió san Josemaría en el prólogo a la primera edición del libro Santo Rosario: “Como en otros días —¡Lepanto!—, ha de ser hoy el Rosario arma poderosa…”.
“Queridos hermanos de la Archicofradía del Rosario —dijo—: custodiáis más que un tesoro en ese camarín. Es una imagen que hizo historia, pero no quedó ahí la cosa. Desde aquí se ha difundido y se difunde la devoción del rezo del Rosario por el mundo entero. Y en eso también se empeñó el fundador del Opus Dei”.
En el número de octubre del Anuario de la Archicofradía puede leerse:
“San Josemaría Escrivá de Balaguer publicó en 1934 su obra Santo Rosario. Junto a san Luis María Grignion de Montfort, san Antonio María Claret y san Juan Pablo II, nos ha legado uno de los textos más bellos y completos sobre esta advocación. Sin duda, este memorable texto refleja la gran devoción de san Josemaría por este ejercicio piadoso, que nunca se cansó de difundir por todo el mundo.”
Por esta razón, y por la devoción que muchos cofrades del Rosario le profesan, la Archicofradía solicitó una reliquia de san Josemaría, que se colocará junto con el cuadro en el camarín donde se venera la imagen de la Virgen de Lepanto, Nuestra Señora del Rosario Coronada.
La imagen y el camarín
La imagen actual fue donada por los señores de Gor en 1552, coincidiendo con la inauguración de la iglesia de Santo Domingo. Sustituyó a otra de menor formato, de la que se perdió la pista en el siglo XVIII.
La imagen, de autor anónimo del siglo XVI, era de talla completa. Tras su participación en la batalla de Lepanto —a bordo de la galera La Loba, comandada por el almirante granadino don Álvaro de Bazán— fue revestida con un vestido perpetuo de plata, piedras preciosas y esmaltes, siguiendo el modelo de los atuendos femeninos de la corte de los Austrias, que a la vez recuerda una armadura. Dada la singularidad de los materiales, se trata de uno de los pocos vestidos de la época que se conservan actualmente. Desde entonces, la imagen es conocida como la “Virgen de Lepanto”.
En 1727 surgió la idea de construir el impresionante camarín que hoy la alberga. El retablo representa el quinto misterio glorioso del Santo Rosario —la coronación de la Virgen— y destaca por su profusión de nubes y ángeles.
Ambas creaciones, tanto el retablo como el camarín, presentan una vanguardia inusual: se conciben como un pequeño palacio al más puro estilo francés, cuya estructura sigue fielmente la del propio Versalles. El espacio se articula en torno a cuatro estancias: un vestíbulo, dos antecámaras y una cámara regia central.
También es original su decoración, que desarrolla un complejo programa iconográfico en el que se vislumbran temas como la interacción entre el bien y el mal, las mujeres fuertes del Antiguo Testamento, las virtudes de la Virgen María y alusiones a la batalla de Lepanto. Este conjunto se considera uno de los mayores monumentos levantados en Occidente para conmemorar aquella gran victoria naval.
Palabras del Hermano Mayor y de la pintora
Al finalizar la Misa, don Ramón Marín Lebrón, Hermano Mayor de la Archicofradía del Santo Rosario, pronunció unas sentidas palabras en las que explicó los motivos por los que se solicitó la reliquia de san Josemaría —una pequeña muestra de sangre recogida en una lámina de cristal y presentada en un sencillo relicario— y se encargó la pintura del cuadro.
“El cuadro que hoy hemos bendecido —dijo— representa en una imagen la unión inseparable entre san Josemaría y la Santísima Virgen María, a quien él amó con ternura filial y a quien invocó siempre como Madre nuestra. La reliquia de san Josemaría, que permanecerá en este templo, será signo tangible de la cercanía de un santo que supo descubrir a Dios en lo cotidiano, en el silencio del trabajo bien hecho, en la alegría del deber cumplido y en la entrega generosa a los demás”.
Al concluir, el Hermano Mayor obsequió a los sacerdotes celebrantes con una reproducción de la obra recién bendecida.
Por último, Irene Martín Melguizo, autora del cuadro, explicó:
“En esta obra que hoy se bendice, y ante la majestad de la Virgen del Rosario, san Josemaría aparece como un hijo que se abandona con confianza en el regazo de su Madre. Sus ojos, encendidos de amor y gratitud, parecen decir que todo en la vida cristiana —también en lo pequeño, en lo cotidiano— encuentra sentido cuando se ofrece a través de María”.
