«A mis años canto mejor que en mi juventud», ha declarado Pedro Vargas, el gran cantante mexicano, a Rosario Camargo. Tras una grave enfermedad que le tuvo más muerto que vivo, curó por intercesión de Mons. Escrivá de Balaguer.
Tere su esposa, estuvo noche y día junto a él, en aquellas terribles semanas en las que pareció inminente que se extinguía la vida de Pedro Vargas.
Una noche en la clínica, esperando el cambio de turno de las enfermeras, Tere toma de su ropero una caja de esas que uno tiene siempre llenas de papeles, postales, estampas, cartas viejas. Abre la caja y aparece ante sus ojos una Hoja Informativa, sobre el Opus Dei y su Fundador Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer.
Sí, fue en Roma. Hacía... ¿cuántos años? Varios. ¿Cinco, siete? Pedro y ella visitaban la Ciudad Etcrna y, naturalmente, quisieron ver al Papa. Su Santidad los recibió junto con un numeroso grupo donde había muchos latinoamericanos. Al terminar la audiencia y salir de ella muy conmovidos, se les acercaron algunas personas de las que habían estado con ellos, pues habían reconocido al famoso cantante mexicano y solicitaban su autógrafo. Entre aquellas personas, una señora se acercó a Tere y le dio la citada Hoja Informativa, más una estampa con la fotografía de Monseñor, y la oración para pedir, por su intercesión, favores particulares.
Tere recuerda muy bien que aquella señora le había dicho que podía pedirle que intercediera por «cosas muy grandes». Ahora, junto a la cama de Pedro, el corazón le dio un vuelco: Dentro de su alma surgía la esperanza, más aún:. una certeza que la llenó de paz. Hojeo el folleto, leyó que había que rezar una oración, hacer una novena; recordó entonces, que también aquella persona le había regalado una estampa. Con dedos nerviosos revolvió los papeles, las cartas... ¡Allí estaba la estampa!" Rezó la oración, diciéndole en su interior a Monseñor. Escrivá: «Sé que tú me lo vas a aliviar, que vas a lograr que Nuestro Señor me haga este milagro. ¡Lo sé!».
¿Alcanzó a terminar la novena? No lo recuerda bien. Lo que sí tiene muy presente es que a muy pocos días de este «encuentro», estando como siempre a la cabecera de su marido desahuciado por todos los médicos, quienes únicamente esperaban ya el fatal desenlace, de pronto notó que Pedro abría los ojos. Tere se sorprendió pero no demasiado, pues su fe era tal que esperaba ya la milagrosa recuperación. Se acercó más a él y le dijo: «¿Cómo te sientes?». «Regular...». «¿Quieres tomar algo?». «Sí..., un café con leche...».
Hacía mucho que Pedro había perdido el habla y que no se alimentaba más que con sueros. El asombro debería haberla paralizado, pero en vez de esto, corrió a traerle lo que pedía. Pedro bebió su café con leche y a continuación se quedó dormido –con sueño natural– 24 horas seguidas.
A partir de aquel momento, la salud de Pedro Vargas fue normal. Los médicos no se lo explicaron. Pero el hecho era de una realidad aplastante: Pedro estaba sano. Y muy poco tiempo después dio un concierto «en solo» en el Teatro de la Ciudad de México que se vio abarrotado. Previamente había sido entrevistado en el programa de noticias de más audiencia de la República mexicana. Allí había dado un testimonio público de «su agradecimiento a ese santo sacerdote ya desaparecido, Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer, a quien él no conocía de nada sino hasta después de haberse curado» y «por cuya intercesión, Dios Nuestro Señor le había hecho recobrar la salud», y le había vuelto a la vida, le había hecho traspasar, de regreso, esa línea de término que ya estaba cruzando hacia la dirección del más allá, donde lo humano se topa con el secreto de lo eterno.