Ernesto: de Cuba a Canarias y el mundo entero

Ernesto no es el protagonista de una obra de teatro, aunque su vida bien podría haber sido escrita por un dramaturgo. Su aventura comienza en Cuba y termina en Tenerife, pero, como sucede en los grandes relatos, el camino que recorre está marcado por sorpresas, desafíos y un final feliz.

La historia de Ernesto comienza en Cuba, cuando decide salir hacia Canarias.

La historia arranca el 17 de septiembre de 2021. Decide salir de Cuba—quizá por azar—rumbo a las Islas Canarias, territorio de hondos vínculos con Hispanoamérica y, en particular, con su Cuba natal. 

No sabe bien a qué se enfrenta, pero confía en hallar compatriotas, relaciones humanas y, en sus palabras, “una nueva oportunidad”. Al aterrizar en Madrid, todo se complica: es su primer vuelo, se pierde en Barajas y no puede leer las pantallas porque olvidó las gafas. Ese primer tropiezo anticipa la realidad: una tierra desconocida, sin familia, amigos ni trabajo, y un único contacto en Facebook, gracias a su madre.

El destino quiso que Ernesto encontrara a María, una mujer cubana que lo acogió en su casa en La Laguna, Tenerife, durante seis meses. Es un momento complicado, pues la pandemia seguía afectando a la economía y el empleo estaba escaso. 

Como médico sin la homologación necesaria para ejercer en España, Ernesto se ve obligado a aceptar trabajos que, aunque poco remunerados, le ayudan a mantenerse. 

La situación es difícil, pero la generosidad de María le brinda un refugio, su Betania particular, donde rehacerse, coger impulso y una base sobre la cual reconstruir.

Un giro en su vida laboral y el despertar espiritual: La Biblia como guía

A principios de 2022, Ernesto comienza a trabajar con Carlos y Marta, un matrimonio mayor que necesita cuidados médicos, especialmente para Carlos, quien debe someterse a una diálisis peritoneal en su domicilio. 

Este trabajo supone un alivio económico para Ernesto y una mejora en su estabilidad laboral. En esta nueva etapa, se traslada a Santa Cruz y encuentra un alquiler en Ofra, donde comparte piso con otro cubano, lo que le permite continuar con su vida y con su vocación de ayudar a los demás.

En junio de ese año completa su jornada laboral con el cuidado de Pepe, también enfermo. Tiene una biblioteca estupenda. Un día mirando entre sus libros, uno de ellos llama especialmente su atención: la Biblia. Empieza a leerla desde el Génesis, por pura curiosidad. 

Nunca se había interesado ni había sido educado en el cristianismo. En un contexto socialista como el cubano, ha escuchado que “la religión es el opio del pueblo” y que ser cristiano es ser ignorante; dentro del bolchevismo, la religión es enemiga del “hombre nuevo”, y desde niño aprendió a asociarla con debilidad y atraso.

Sin terminar de leer la Biblia se da cuenta que ser cristiano no es ser atrasado ni ignorante. La lee como si fuera un libro de historia. Lo poco que sabe de los patriarcas, de Adán y Eva es por las películas… pero cuando lee las Sagradas Escrituras ve que es “más brutal”, más realista, más visceral de lo que aparece en las películas como El príncipe de Egipto.

Le encanta hasta los libros que no suelen gustar como el Levítico, porque se da cuenta que no son gente atrasada, pese a la antigüedad. Aun así, sigue mirándola como libro de historia y sociedad, no como texto religioso.

Un día toma conciencia de su soledad. Siente que mira a los demás desde la ventanilla de un coche: las personas pasan, pero él no tiene raíces. Su familia está lejos, en Cuba y Estados Unidos; el océano se interpone, y no hay lazos. Le cuesta.

Observa que Carlos es profundamente religioso: se nota en su conversación, en alguna imagen en su habitación, en el rosario diario. Da un paso: le pregunta dónde puede recibir catequesis. Empieza a ver la Iglesia no sólo como lugar de oración, sino como comunidad, casa y familia.

La conversión y el encuentro con el Opus Dei

Carlos le pone en contacto con Marcelino, un numerario del Opus Dei. 

Ernesto se asoma a una realidad espiritual que nunca había considerado. Sin forzar nada, se siente cada vez más atraído por la vida cristiana, por la Obra y por la posibilidad de servir a los demás. 

Tras un proceso de formación y reflexión, decide bautizarse en la Pascua de 2024, con Carlos y Marta como padrinos. Ese día recibe también la confirmación y la primera comunión, en una ceremonia presidida por el obispo en la Catedral de San Cristóbal de La Laguna.

Meses después fallece Carlos. Ernesto recibe una oferta laboral que considera providencial: cuidar a otro paciente con diálisis peritoneal. Además, se le propone vivir en el centro de Ucanca,, una residencia del Opus Dei, que le permite seguir recibiendo formación. En paralelo, prepara el examen MIR con el sueño de ser cirujano.

Actualmente Ernesto está preparándose para el examen MIR con el sueño de convertirse en cirujano.
Actualmente Ernesto está preparándose para el examen MIR con el sueño de convertirse en cirujano.

La consolidación profesional y personal

Ernesto se integra con entusiasmo en la vida del centro: participa en la formación y en los retiros espirituales. Poco a poco madura el deseo de incorporarse a la familia de la Obra y vislumbra su vocación como supernumerario; tras unos meses de espera activa—rezando y pensando—pide ser admitido. 

En lo profesional, persevera. Después de años de trámites, en noviembre de 2024 logra homologar su título de médico, abriendo nuevas puertas. Le ofrecen un nuevo trabajo con un paciente de diálisis peritoneal, compatible con otro caso, y continúa preparándose para el MIR. 

Con 27 años, ve su historia como un regalo y lo atribuye a la acción del Señor, no a méritos propios.

Ser apóstol para buscar la felicidad de los demás

Cuando se descubre la Verdad, nace el impulso de compartirla. Ernesto quiere contagiar lo que ha encontrado. Surge la ocasión con un amigo cubano cuyo padre, Heriberto, padece un cáncer de páncreas y está ingresado en paliativos. Le acompaña un par de veces. Se le ocurre proponer el bautismo; el capellán no puede por diversas circunstancias y lo administra Marcelino—también médico—al ver al enfermo muy grave. Heriberto muere como hijo de Dios.

Esta es la verdadera misión del cristiano: ir por el mundo entero y proclamar el evangelio. Y en esas sigue Ernesto…