Guadalupe estudió Ciencias Químicas, carrera que finalizó -con el intervalo de la guerra civil- en 1940, con uno de los mejores expedientes de su curso. Quería dedicarse a la docencia universitaria y comenzó los cursos de doctorado.
En 1936, en la madrugada de 8 de septiembre, en la Cárcel Modelo de Madrid, fue fusilado su padre. Guadalupe, que entonces tenía 20 años, lo acompañó durante su última noche “dando fuerzas con su serenidad a mi madre y desde luego a mí”, como contará su hermano mayor Eduardo, médico, cuyo proceso de canonización también se ha iniciado.
En enero de 1944, a través de una persona conocida a la que confió que deseaba hablar con un sacerdote, concertó una entrevista con don Josemaría Escrivá, y atraída por la profunda alegría que advirtió en él se abrió en confidencia y le preguntó: “¿Qué tengo que hacer con mi vida?”. Como ella misma contará más tarde, la entrevista fue decisiva: “tuve la sensación clara de que Dios me hablaba a través de aquel sacerdote”.
El 19 de marzo, con 27 años, escribió una carta a san Josemaría, solicitando la admisión en el Opus Dei como numeraria. Eran entonces aún muy pocas las mujeres que había en el Opus Dei y abundantes los trabajos que llevar a cabo. Guadalupe dedicó todos sus esfuerzos a lo que en cada momento fue necesario: la administración doméstica de los primeros Centros, los inicios en otras ciudades españolas como Bilbao y Zaragoza, o la dirección de la primera residencia universitaria, Zurbarán, en Madrid, donde su carácter optimista y comunicativo contribuyó a lograr un ambiente cordial, en el que las estudiantes se sentían queridas e impulsadas a vivir con responsabilidad su vida cristiana.
Para iniciar la labor apostólica con mujeres en México, el Fundador del Opus Dei pensó –entre otras- en Guadalupe; ella respondió afirmativamente, y le escribió: “Hoy he pedido mucho a la Virgen para que en México se pueda hacer mucho. Sé que el principio será duro: estoy segura, pero no me importa. Recordando los comienzos dijo: Fue el 5 de marzo de 1950 cuando salimos de Madrid. Yo era la mayor, aunque era muy joven. Llevábamos sólo la bendición del Padre, amor al Señor y buen humor”.
Al llegar a México, Guadalupe se matriculó en algunas asignaturas del doctorado de Químicas, que aún no había podido terminar. Y en seguida se comenzaron, con la ayuda de personas conocidas, las gestiones necesarias para la instalación de la residencia universitaria.
Guadalupe, ante el inmenso trabajo que tenía entre manos, el desvelo por las personas y las precupaciones económicas que tampoco faltaban escribía al Padre: ... “todo esto, conociendome a mí como me conoce, ¿verdad que me viene grandísimo?. Pero no me desanimo ni me asusto, sólo le pido una oración para que nunca en nada, por pequeño o grande que sea, deje de hacer lo que Dios quiere”.
Durante un viaje a Roma, en octubre de 1956, se le declararon los primeros síntomas de una afección cardiaca y tuvo que ser operada. Aunque se recuperó de la operación, su corazón no acaba de restablecerse y sufría continuas recaídas; sin embargo, normalmente su falta de salud pasaba inadvertida. Como en todos los sucesos de su vida, veía en la enfermedad un nuevo modo de acercarse a Cristo.
Ya no regresó a México. Muchas de las personas que la conocieron en este país escribirán después sus recuerdos. En uno de ellos se lee: “me llamó la atención la forma de rezar; se metía en Dios y estaba muy recogida y siempre se la veía alegre, contenta y risueña; fui descubriendo, con su vida, lo que era una entrega a Dios; llamaba la atención el modo como vivía lo que decía, tenía encarnado el espíritu de la Obra. Y aludiendo a su carácter fuerte se dice: cuando tenía que corregir lo hacía con fortaleza, pero con tanta delicadeza y cariño que no se tomaba la reprensión como tal, al contrario, se le agradecía”.
Después de pasar un tiempo en Roma, colaborando con san Josemaría en el trabajo de gobierno del Opus Dei, Guadalupe volvió a España. Entre 1960 y 1974 dio clases en el Instituto Ramiro de Maeztu y en la Escuela de Maestría Industrial, de la que fue catedrática y subdirectora. En junio de 1965 defendió la tesis doctoral y obtuvo la máxima calificación. Guadalupe se preocupaba de proporcionar a sus alumnos una formación humana, más allá de la simple enseñanza de Química o Física. Una de sus alumnas escribirá: “fue para mí una profesora especial a la que nunca he podido olvidar. Tenía una gran personalidad y era una mujer guapísima aunque vestía con sobriedad, sin adornos superfluos. Era, sin embargo, sencillísima; nos trataba muy bien, con comprensión y afecto. Por eso, se creó alrededor de ella un gran ambiente. Recuerdo como, separándose de la pizarra llena de fórmulas químicas, nos hablaba de lo que se podía hacer con las combinaciones de diferentes elementos químicos y mostraba que todo era una manifestación impresionante de la diversidad de la creación y concluía: ¡Fijaos cómo hace Dios las cosas!”.
Desde 1968 participó también en la promoción del Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Domésticas, como profesora de Textiles.
El 1 de julio de 1975 fue intervenida quirúrgicamente de una grave lesión cardíaca en la Clínica Universitaria de Navarra. A consecuencia de posteriores complicaciones, falleció el 16 de julio. Su hermano Eduardo, explica: “Ella supo los peligros de tal determinación quirúrgica y, sin el menor titubeo, lo aceptó pensando que así podría ser más útil a la Obra o, «si no lo supero y Dios quiere que pierda la vida», decía,« ir al Cielo es aún mejor»” .
El 18 de noviembre de 2001, el cardenal Antonio María Rouco Varela, arzobispo de Madrid, presidió la apertura de su proceso de canonización en la capital española.