Arzobispo de Guayaquil recuerda al beato Josemaría en el centenario de su bautismo

El Arzobispo de Guayaquil, Monseñor Juan Larrea, presidió el domingo 13 de enero una solemne concelebración eucarística en la Iglesia Rectoral del beato Josemaría. En su homilía, el Prelado guayaquileño recordó que la fiesta litúrgica de ese día -el bautismo del Señor- coincidía con el centenario del bautismo del beato Josemaría, el 13 de enero de 1902.

Imagen del beato Josemaría en la iglesia que lleva su nombre

Monseñor Juan Larrea, Arzobispo de Guayaquil, presidió el domingo 13 de enero una solemne concelebración eucarística en la Iglesia Rectoral del beato Josemaría, ubicada en el kilómetro 7,5 de la Vía Perimetral del principal puerto ecuatoriano. Concelebraron con el prelado sus Vicarios y el Vicario Regional del Opus Dei en el Ecuador, Mons. Paulino Busca.

En la Santa Misa estuvieron presentes el presidente de la República, Dr. Gustavo Noboa B.; la Primera Dama de la Nación, Isabel Baquerizo de Noboa; el Gobernador de la provincia del Guayas, Roberto Hanze, el Secretario General de la Producción, Joaquín Martínez Amador y otras autoridades, así como cerca de setecientos cincuenta personas, fieles del Opus Dei, Cooperadores y amigos de la Prelatura.

En su homilía, el Prelado guayaquileño recordó que la fiesta litúrgica de ese día -el bautismo del Señor- coincidía con el centenario del bautismo del beato Josemaría, el 13 de enero de 1902.

Mons. Juan Larrea durante su homilia.

Refiriéndose a este suceso, Monseñor Larrea dijo que "Josemaría recibió en el sacramento que nos une a la pasión muerte y resurrección de Cristo, la gracia de Dios que Él mereció para nosotros; se le infundieron los dones del Espíritu Santo y comenzó la Trinidad Santísima a inhabitar en su propio ser. Como todo bautizado, quedó santificado por esta misteriosa acción divina: quedó sembrada en su alma la pequeña semilla que, con los cuidados de la familia y la Iglesia, llegaría a ser magnífico árbol de abundantes frutos espirituales. A lo largo de toda su vida (...) no dejó de agradecer a Dios y a sus padres que le concedieron este beneficio".

Más adelante, el Arzobispo señaló que "el Opus Dei, al que consagró toda su existencia, no tiene otra finalidad que sembrar en sus propios fieles y cuantas personas sea posible, la simiente de la palabra de Dios, el ejemplo de Jesucristo, para que, unidos a Él, podamos hacer de nuestra existencia un servicio de amor a Dios y al prójimo. Así se procura vivir la plenitud de la vida cristiana y corresponder a la vocación universal de santidad, que no es otra cosa que la respuesta a la Voluntad de Dios 'que quiere que todos los hombres se salven'".

Al terminar, Monseñor Larrea manifestó que "al dar gracias ahora por el bautismo del Bienaventurado Josemaría, y por nuestro propio bautismo, nos sentimos más comprometidos a seguir las huellas de quien imitó tan perfectamente a Jesucristo y nos enseñó a caminar por estos caminos divinos de la tierra, santificando el trabajo, santificándonos con el trabajo y santificando con el trabajo, viviendo cada uno en un hogar que ha de convertir en un ámbito 'luminoso y alegre', en el que se procura amar más y más a Dios, con la protección y ayuda de José y de María, y con la intercesión de nuestro queridísimo Fundador".