Evangelio del viernes: creer para ver

Comentario del viernes de la 1.ª semana de Adviento. “Les tocó los ojos diciendo: — Que se haga en vosotros conforme a vuestra fe. Y se les abrieron los ojos”. A veces Dios quiere que le sigamos a oscuras. Es la hora de la confianza, del recogimiento, para escuchar con más atención a Cristo, que pasa a nuestro lado.

Evangelio (Mt 9,27-31)

Al marcharse Jesús de allí, le siguieron dos ciegos diciendo a gritos:

— ¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David! Cuando llegó a la casa se le acercaron los ciegos y Jesús les dijo:

— ¿Creéis que puedo hacer eso?

— Sí, Señor - le respondieron.

Entonces les tocó los ojos diciendo:

— Que se haga en vosotros conforme a vuestra fe.

Y se les abrieron los ojos. Pero Jesús les ordenó severamente:

— Mirad que nadie lo sepa.

Ellos, en cambio, en cuanto salieron divulgaron la noticia por toda aquella comarca.


Comentario

Entre los milagros que más hizo el Señor en su vida pública hay uno que le gustaba especialmente: devolver la vista a los ciegos. La vista es el sentido que hoy se considera más importante, quizá porque tenemos la idea de que el conocimiento pasa sobre todo a través de los ojos, en ocasiones, hasta en la fe: “hay que ver para creer”.

En el evangelio de hoy Jesús nos enseña justo lo contrario: “hay que creer para ver”. Al salir de la casa de Jairo, donde ha resucitado a la hija de doce años, se le acercan dos ciegos que empiezan a gritarle para que tenga misericordia de ellos. El Señor parece no hacerles caso y le siguen durante todo el recorrido hasta llegar a la casa donde residía. Como en otras ocasiones, Jesús deja que los que quieren ser curados insistan en su petición. En el caso de los dos ciegos esto tiene el inconveniente de que, no pudiendo ver el camino, le resultaría costoso seguir los pasos de Jesús y de sus discípulos.

A veces Dios quiere que le sigamos a oscuras, cuando en algunos momentos de la vida parece apagarse nuestra fe o el deseo de ser fieles a su voluntad flaquea. Es la hora de la confianza, del recogimiento para escuchar con más atención a Cristo, que pasa a nuestro lado.

Llegado a su destino, el Maestro se deja alcanzar por los dos ciegos y les dirige una pregunta, que parece casi una afirmación: ¿Creéis que puedo hacer eso? Sé que tenéis fe, me lo habéis demostrado siguiéndome hasta aquí, pero necesito escucharlo de vuestros labios. “Sí, Señor”, creemos que lo puedes todo. Y “se les abrieron los ojos”, pudieron ver su vida con la luz de Dios.

Jesús insiste con que no se lo cuenten a nadie, para que generaciones enteras de cristianos, como tú y yo, lo puedan experimentar en su propia vida.

Giovanni Vassallo // Francisco Moreno - Unsplash