Villancicos con historia

En 1947, san Josemaría sugería a unos jóvenes seleccionar o componer villancicos para cantar en tertulia. De ahí salieron algunos como Borrico le das tu querer, El buey le dijo a la mula, Soy una mula, Villancico del camino y Muéstramelo ya.

La idea de componer canciones cundió en los países donde ya había personas del Opus Dei, y el Fundador de la Obra comenzó a recibir versos y músicas desde todo el mundo. En una ocasión, se unificaron canciones en varias lenguas en una sola melodía: el Villancico del Camino.

Se trataba de prosas sencillas, que ayudaran a meterse en las escenas del Nacimiento, que llevaran a rezar. "San Agustín –recordaba don Álvaro del Portillo- decía que el que reza cantando, reza dos veces. Añadiría que el que canta en familia se siente dos veces en familia".

Su composición y melodía refleja un idea de san Josemaría: vivir una piedad sencilla, de niños, fundada en doctrina sólida, de teólogos. La repetida mención del buey y la mula, por ejemplo, es una muestra de aquel consejo: "el buey y la mula -explicaba el Card. Ratzinger- no son un mero producto de la imaginación piadosa sino que se han convertido en acompañantes del acontecimiento de la Navidad en virtud de la fe de la Iglesia en la unidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. En efecto, en Isaías 1, 3 dice: "Conoce el buey a su dueño y el asno el pesebre de su amo; Israel no conoce, mi pueblo no entiende". Los Padres de la Iglesia vieron en esas palabras un discurso profético que preanuncia el nuevo pueblo de Dios, la Iglesia formada por los judíos y los gentiles. Ante Dios, todos los hombres, judíos y paganos, eran como bueyes y asnos, sin razón ni entendimiento. Pero el Niño del pesebre les abrió los ojos de modo que entendieran la voz de su amo, la voz de su Señor" (Ratzinger, Joseph, Homilías sobre la Navidad).

Acababa el 1974, la última Navidad del fundador del Opus Dei aquí en la tierra. Esa Nochevieja volvió a reunirse con sus hijos. Le trajeron una imagen de Dios Niño. Con delicadeza amorosa lo tomó en sus manos y no se recataba de hacer, como decía, "puerilidades". Veníale al recuerdo el Niño Jesús del convento de Santa Isabel de Madrid, al que danzaba y cantaba. Ahora, mirando al Niño con ternura, lo cubría de besos y confesaba a sus hijos: "No me da vergüenza besar al Niño como cuando era pequeño. Cuando me estoy marchando del mundo, no me da ninguna vergüenza."

Partituras en pdf
-Borrico le das tu querer
-El buey le dijo a la mula
-Muéstramelo ya
-Soy una mula
-Villancico del camino
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