Ser sacerdote significa "dar la posibilidad a todos los cristianos de acercarse al Dios que se puede tocar"

Entrevista a Andrés Felipe Suárez, diácono Colombiano que se ordenará como sacerdote el próximo sábado 26 de mayo.

Siempre me ha impresionado una idea que San Josemaría trasmitió de palabra y de obra: “para servir, servir”.

1. ¿De que ciudad de Colombia es usted y cuantos años tiene?

Tengo treinta y dos años. Nací en Medellín, el 17 de abril de 1975. Soy el séptimo hijo de una familia envidiable... ¡en la que ya hay bisnietos!. Estuve viviendo hasta el año pasado en Bucaramanga. Allí trabajaba en un colegio y atendía labores formativas en un centro del Opus Dei de esa ciudad.

2. ¿Usted se ordenará sacerdote en los próximos días, pero entiendo que tiene una profesión civil. ¿Cuál es? ¿Ejercerá las dos ocupaciones? ¿Qué enseñanzas y habilidades de su profesión civil le ayudarán en su tarea sacerdotal?

Pues, mire, soy abogado de la Universidad de la Sabana. El Derecho me hizo interesar por la filosofía, que asumí desde los años de universidad como un hobby personal. Estoy seguro de que la formación que recibí en esas áreas del conocimiento, sobre todo por lo que tiene que ver con la búsqueda de la verdad, me servirá para desarrollar mi futura labor sacerdotal, a la que pienso dedicarme de lleno.

3. ¿Donde cursó sus estudios sacerdotales?

Hice la teología en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, en Roma y el doctorado en filosofía en la facultad eclesiástica de la Universidad de Navarra, en Pamplona (España).

4. ¿Es sabido que el Fundador del Opus Dei hablaba de que todos –también los sacerdotes- procuraran tener mentalidad laical: ¿Quiere explicarnos en que consiste esa mentalidad?

En noviembre de 2006 estuvieron aquí en Roma un hermano mío con su esposa y sus dos hijos, más otro sobrino, hijo de mi hermana. Mientras recorríamos por primera vez la Basílica de San Pedro, comentamos varios datos artísticos, históricos y religiosos. Pero lo único que fue capaz de hacer abrir los ojos, con admiración, fue caer en cuenta de que el edificio Coltejer de Medellín cabe de pie dentro de cúpula.

Todos tenemos nuestras propias proporciones de la realidad, según las cosas que conocemos. La mentalidad laical es medir –también la vida de fe- con los parámetros de la vida ordinaria. La conseceuncia de esa mentalidad laical para un creyente es vivir la fe con naturalidad. Amar al mundo sin querer salirse de él, para llevarlo a Dios.

5. Algunas personas ven la fe como si fuera un peso que quita libertad al hombre...

Sí, es verdad. Recuerdo que cuando daba clases de filosofía, uno de los alumnos me preguntó: ¿Pero cómo puedes ser filósofo y al mismo tiempo creer en Dios? Él creía que todos los filósofos terminaban necesariamente siendo ateos. Casi como si la fe fuera lo más opuesto a la libertad de pensamiento. La pregunta todavía me hace pensar.

Esa tensión la vi reflejada en la vida de mi papá. Se llamaba Emilio y falleció cuando yo tenía apenas trece años. Fue un barranquillero de una sola pieza, que amaba el mundo y las discusiones serias sobre temas interesantes. Había sido bautizado y tenía cariño a la Vírgen María desde su infancia; pero huía de cualquier manifestación pública de religiosidad.

Durante años se reunió periódicamente con un grupo de amigos para debatir temas variados, con el fin de crecer en cultura y comprensión del mundo. Pienso que le atraía la libertad con la que se trataba cualquier tipo de argumento. Unos meses antes de su muerte dejó de frecuentar aquel grupo. En una las sesiones se habló, en términos desfavorables, sobre una verdad del cristianismo. Él intentó defenderla, al menos como cosa posible. Pero sin éxito. Y aunque admiraba a esos hombres, comenzó a sentirse a disgusto en aquel ambiente intelectual. Y decidió no volver.

Siempre me ha impresionado una reacción tan cristiana en un hombre que se declaraba a sí mismo anticlerical. Murió si llegar a resolver la tensión entre la libertad de pensamiento y la fe que tenía desde niño. Pienso que habría disfrutado si hubiera conocido bien la libertad de pensamiento de la que habla la Iglesia. Tengo de él un recuerdo agradecido, lleno de cariño y admiración. Espero de poder celebrar mi primera Misa en Medellín por su alma.

6. ¿Qué significa para usted ser sacerdote católico a comienzos del Siglo XXI?

Dar la posibilidad a todos los cristianos de acercarse al Dios que se puede tocar. A Jesús uno se puede acercar espiritualmente en la oración, en la Sagrada Escritura, e incluso en el trabajo de cada día. Pero también se le puede tocar físicamente... en la Eucaristía.

Esa presencia continúa en el mundo desde hace veinte siglos gracias a que hay sacerdotes. El sacerdote es un hombre, igual que los demás, pero con un encargo divino que viene en línea directa desde los Apóstoles. Por todo esto su responsabilidad es muy grande.

7. ¿Qué significado tiene para usted la figura sacerdotal de San Josemaría Escrivá de Balguer?

En conversaciones informales que tuve con alumnos en el colegio donde trabajé hasta hace unos meses, salía muchas veces el tema del amor. Y casi siempre llegábamos a la conclusión de que para ser feliz hace falta darse, servir, a quien se ama.

Siempre me ha impresionado una idea que San Josemaría trasmitió de palabra y de obra: “para servir, servir”. Me parece que éste es un programa capaz de llenar la vida de un sacerdote, de una persona casada o que vive el celibato por un motivo noble; de un funcionario público, de un deportista, de un ingeniero, de un médico, de un arquitecto, de un enfermo... en fin, de cualquier fiel cristiano. Y creo que es el mejor modo de llevar a cabo la tarea de recristianizar la sociedad desde dentro.

Andrés Felipe Suárez Berrío