Habla Gilberto Garrido, sacerdote ordenado el sábado pasado en Roma

Gilberto Garrido, de 50 años, es colombiano nacionalizado. Tras varios años de trabajar en ingeniería de la construcción ha decidido cambiar sus planes. Presentamos una entrevista realizada días antes de su ordenación sacerdotal.

Primero, Venezuela...

Nací en San Cristobal, aunque como mi padre es militar, pronto nos trasladamos a otras ciudades: Caracas, Ciudad Bolivar... Al terminar el bachillerato en Caracas me fui a estudiar Ingeniería Civil a Maracay: fue entonces cuando conocí el Opus Dei.

¿Por qué elegiste esos caminos?

La ingeniería porque me encantan las construcciones; desde pequeño, me fascinaba ver tres o cuatro pisos de carreteras sostenidas simplemente por unos pilares. Y el Opus Dei porque me gustó saber que edificar puentes y carreteras servía sobre todo para acercarme a Dios y servir a los demás.

¿Como fueron tus primeros pasos en el mundo laboral?

Primero trabajé en una fábrica de prefabricados para la construcción; luego, en el servicio de Ingeniería militar, revisando sus instalaciones. Al mismo tiempo, de noche iba a dar clases en la Universidad donde estudié. Unos años después me trasladé a Maracaibo, donde también ejercí la docencia en la Facultad de Ingeniería.

Pero hay un viaje a Colombia...

Efectivamente, surgió la posibilidad de ir a trabajar en Colombia, y allí me quedé. Pero tampoco en este país las ciudades me duraban mucho: trabajé en Medellín, Bogotá, Cali, Cartagena de Indias...

Y ¿cómo es que un ingeniero de construcción lo deja todo?

No es una decisión de la noche a la mañana. Quien practica la fe, percibe la necesidad de Dios que hay en el mundo. Y para acercarse a Dios, hacen falta sacerdotes.

Pero, ¿cómo surge esa llamada?

A mí, como ingeniero, me gusta planearlo todo: como casi todo el mundo, tenía mi proyecto profesional, familiar, y el sacerdocio no entraba en esos planes (aunque lo había considerado siendo niño). Lo tenía todo, pero a la vez no tenía nada. Pero un día, en misa, se leyó un texto de Isaías en el que Dios dice: “Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos”. ¡Aquello me entró en el corazón, directo! Desde entonces, esas palabras resunan en mis oídos.

¿Fue un cambio repentino?

No. Fue una inquietud que Dios sembró dentro y creció poco a poco. Pero el sabor de aquella frase no lo olvidaré nunca. A veces lo que Dios quiere no se presenta de modo claro. Hay que buscar, pensar, rezar. Finalmente, tuve la oportunidad de venir a Roma a estudiar teología, y cambiar mis planes.

¿Adios a la ingeniería?

Siempre llevaré un ingeniero dentro. Es un trabajo precioso que enseña tantas virtudes: el orden, la precisión, la creatividad, la constancia... Ahora entiendo que ver aquellos puentes de niño y enamorarme de la ingeniería también formaba parte de los planes de Dios.