El Papa define la desolación como un estado vital que ayuda a crecer y a ser humilde

En su audiencia general del miércoles, el Papa continuó con su catequesis semanal sobre el discernimiento. En este caso, habló de la desolación como un estado vital en el que se experimenta insatisfacción, tristeza o soledad. Un momento en el que parece que Dios no responde. Sin embargo, explicó que este sentimiento es algo bueno, puesto que ayuda a crecer y a mantenerse humilde.

Queridos hermanos y hermanas:

En esta catequesis volvemos al tema del discernimiento y hoy hablamos de la desolación. Es un estado de la vida espiritual en el que se experimenta insatisfacción, tristeza y soledad. Dios no responde, parece estar alejado, no sentimos los gustos en la oración que antes percibíamos. Y esto, lejos de ser un mal, es algo benéfico que nos ayuda a crecer, a mantenernos alerta y a ser humildes, disuadiéndonos de buscar a Dios en nuestra satisfacción. Como vemos en la vida de los santos, esta prueba puede dar un impulso en nuestra vida. Por el contrario, querer siempre vivir una serenidad aséptica, nos hace caer en una indiferencia inhumana.

La desolación es también una llamada a la gratuidad, a no buscar jamás la gratificación emotiva. Esta es la base de una relación auténtica y madura con Dios y con los demás; nos lleva a aceptar al otro por sí mismo, no por lo que me aporta, por interés. Si captamos en profundidad la humanidad de Cristo como puerta del cielo, podremos llegar a preguntarle: “¿Cómo estás?”, aprendiendo a amarle precisamente en su sufrimiento y su soledad, y a hacerlos nuestros.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos a Jesús crucificado, despojado de todo, que clama a su Padre: “Dios mío, Dios mío por qué me has abandonado”, que nos ayude a seguirlo también en la desolación, dándonos una fe sólida, una esperanza inquebrantable y una caridad capaz abandonarse incondicionalmente a su voluntad. Muchas gracias.