El confesor ejemplar

El pasado 3 de enero de 2009, falleció el Padre Jorge Londoño, sacerdote de la Prelatura del Opus Dei. Ofrecemos una artículo publicado en el periódico La Patria, de Manizales (Colombia) acerca de su vida.

Fotos/Cortesía/LA PATRIA -- El padre Jorge Enrique Londoño se caracterizó por usar siempre sotana, hábito poco acostumbrado por los sacerdotes en esta época.

A su salida del Santuario de la Virgen de Fátima, el pasado domingo en la tarde, no hubo silencio, sus amigos que se podía decir eran todos los asistentes lo despidieron de la mejor manera, con una ovación de aplausos que se escuchó por largos y emotivos momentos. “Era el aplauso para un campeón que había terminado bien su carrera”, dijo su amigo Jorge Manrique Andrade.

Ese día le dijeron adiós para siempre al sacerdote manizaleño Jorge Enrique Londoño Lema, quien después de padecer una dura enfermedad falleció el pasado sábado 3 de enero en su ciudad natal.

El padre Londoño Lema tenía una especial devoción por la virgen María, por eso la prelatura del Opus Dei, a la que pertenecía, buscó el Santuario mariano de Fátima para la ceremonia religiosa de su funeral.

Herencia

Es común encontrar que los sacerdotes del Opus Dei tengan una carrera antes de continuar su camino en la congregación y el padre Jorge Enrique no fue la excepción. Estudió medicina en la Universidad del Rosario en Bogotá donde se graduó con honores, “algo que no era ajeno a su persona, pues todo lo que emprendía tenía el sello de calidad y de excelencia”, dijo Jorge Manrique Andrade, Notario Segundo de Manizales.

Uno de los primeros recuerdos que guarda Manrique Andrade de su amigo el sacerdote ocurrió cuando fue a dictar una convivencia a estudiantes de uno de los colegios que atiende espiritualmente el Opus Dei en Cali. “Allí me enteré que el sacerdote que atendería la reunión sería el padre Jorge y eso para mí fue muy especial, porque yo sabía que hasta el último alumno se confesaría y en efecto fue así, hasta los más rebeldes fueron conquistados por el estilo del padre Londoño”.

Según Manrique Andrade si algo caracterizaba al padre Londoño era su afán por confesar, vivía su sacerdocio casi que absolutamente dedicado a confesar gente. “Llegaba a permanecer hasta siete u ocho horas en completa charla con sus feligreses a través del sacramento de la reconciliación, el que se le ponía por delante lo confesaba”.

Comenta el notario que cuando lo iban a operar estuvo todo el día en la Clínica de la Presentación, todos los amigos que se acercaron a su habitación para saludarlo salieron confesados, “él no pensaba que se podía morir, le importaba cómo estaba el corazón de quien lo visitaba, por eso dedicó esos momentos para hacer lo que más le gustaba, confesar”.

Agrega que el padre era una persona que entendía que el sacerdote es un ser escogido por Dios para trasmitir la gracia y esta se trasmite a través de los sacramentos, en especial de la Comunión y la Confesión, por eso la razón de su vida era esa: celebrar la eucaristía, entregar la comunión y confesar.

Su estilo

“Siempre fue el mejor en todo”, dice Manrique y lo constata cuando habla de su afición por el deporte, “era un atleta excelente, cuando descubrió el ciclismo se volvió el mejor ciclista, por eso la única vez que le gané fue cuando comenzó esta práctica, luego fue imposible”.

Eso sí, dice su amigo, a pesar de ser una persona tan completa nunca tuvo buen oído y no le atraía la música, pero sí el cine. “De hecho, él se subía al carro e inmediatamente comenzaba a rezar el rosario y no le importaba hacerlo una y otra vez, como buen devoto mariano”.

Era natural ver al padre Londoño siempre con una sonrisa, para él esto era fácil, porque era un hombre feliz que disfrutaba al máximo cada momento y así fue hasta el último momento. Comenta su amigo el notario que cuando el padre Jorge conoció lo de su enfermedad y que le quedaban unos seis meses de vida, su reacción fue tan natural que dedicó su tiempo a lo que le dijeran los médicos y a hacer lo que más le gustaba, confesar, porque quien llegara a visitarlo siempre salía en paz.

Para Manrique Andrade una de las cualidades que más lo acercó a sus fieles fue la humildad “cuando uno se confesaba con él siempre se sentía comprendido, nunca censurado, pero sobre ese personaje que era el sacerdote se sentía absolutamente un instrumento de Dios, pero cuando terminaba la confesión, comenzaba a hablar de ciclismo que era una de sus pasiones”.

Durante la eucaristía y al comenzar el rito de la comunión fueron ríos de gente los que se acercaron para recibir el sacramento, “allí vi la obra del padre Jorge, hombres y mujeres que podían comulgar gracias a su trabajo sacerdotal que poco a poco fue ajustando el alma de estas personas y que les permitió acudir con tranquilidad a este sacramento”. 

Su ordenación

El 15 de agosto de 1987 y a sus 30 años el padre Jorge Enrique Londoño Lema fue ordenado sacerdote en el Santuario de Nuestra Señora de Torreciudad (España), junto a otros veinte nuevos sacerdotes de la prelatura Opus Dei, de diferentes nacionalidades.

Cursó sus estudios de medicina en la Universidad del Rosario y ejerció la profesión en Colombia y más tarde en Italia y España y fue en este último país donde obtuvo el doctorado en teología, antes de su ordenación.  Con sigilo

* Guardó un secreto que fue develado por el arzobispo de Manizales en su funeral. Allí monseñor Fabio Betancur contó que él había propuesto como candidato a obispo al padre Jorge y que los peritos que habían investigado su vida, por unanimidad, lo propusieron para este cargo.

* Su pasión por la bicicleta lo llevó a madrugar a las 4:00 de la mañana a practicar en el velódromo.

* La misa del pasado domingo estuvo concelebraba por 15 sacerdotes, de esos 10 pasaron a dar la comunión.

* Fue capellán del Gimnasio Los Cerezos.

Artículo publicado en el periódico La Patria, Manizales (Colombia)