Soacha: Del tarot a la Biblia

Gracias a la motivación y a las enseñanzas de San Josemaría, a quién desde que lo conocí en el colegio, le he pedido todo tipo de favores, he podido vivir mi fe en Dios.

Por: Francy Milena Linares Vanegas

Cuando era pequeña mis papás practicaban el gnosticismo y, por lo tanto, nos educaron en esas prácticas: nuestras reuniones de culto eran los sábados y los niños recibíamos clases de tarot, comíamos pan integral y jugo de uva; y realizábamos unas mantras antes de levantarnos de la cama en las mañanas. Por circunstancias de incoherencia entre lo que se decía y se hacía, un buen día mis papas se desilusionaron de esa ideología y quedamos sin práctica religiosa.

Conocí el Secretariado Social de Soacha, Hoy Colegio integral Femenino CIF, porque en mi antiguo colegio se habían acabado las inscripciones para el curso que yo iba a iniciar. Mis primos y hermanos en febrero ya estaban estudiando y yo todavía no estaba matriculada. Mi mamá, en su empeño por conseguirme cupo, se fue a hacer fila en una escuela donde quizá quedaban algunos, donde empezó a hablar con una señora que tenía su hija en el CIF, aclarándole que era católico y que era necesaria la participación de papá y mamá en la educación de la hija. Luego supimos que el este colegio cuenta con la asesoría espiritual del Opus Dei.

A mi mamá le llamó la atención esa filosofía de educación y resultamos los 3 allí: mamá, papá e hija, ese mismo día. Nos atendió la señora Leonor Puyana de Bermúdez, Fundadora de la Institución, quién vio la iniciativa de formación que tenían mis padres y nos dio el cupo, aun cuando ya se habían cerrado inscripciones.

Gracias a la formación que íbamos recibiendo nosotros y mis papás en el colegio, poco a poco nos tomábamos con más seriedad el ser católicos, sea porque tenía como tarea de religión escribir la homilía del domingo y llevarla a clase, sea por la formación que recibía mi Mamá en las clases dirigidas a mamás o por los círculos de participación y calidad a los cuales asistía mi Papá.

En el colegio nunca nos juzgaron por haber realizado esas prácticas gnósticas, antes bien nos decían que habíamos llegado a eso por la rectitud de intención de buscar a Dios y la Verdad, y eso nos ayudó a valorar más la formación recibida.

Al Colegio fueron llegando gradualmente mis hermanas y mis primas. Juntas, en 1997, recibimos la primera Comunión de manos del Padre Eugenio Fenoy, sacerdote del Opus Dei, capellán en ese entonces del Colegio. Yo empecé a tener un gusto especial por la clase de religión y enseñaba a rezar a mis hermanas con oraciones que aprendía como el ¡Oh Señora mía!, La Salve, elYo pecador ylos Salmos.

Durante las vacaciones del colegio de 2001, el gusto por la religión se intensificó, cursaba 9º y empecé a meditar en los libros de la Biblia: Proverbios, Eclesiástico y Sabiduría. También empecé a comprender un poco más acerca de ir al Sagrario con la mente, eso aprendí que hacía San Josemaría; ofrecer todos los momentos y circunstancias de mi vida, empezando con lo que tenía entre manos: el estudio. Así transcurrió mi época de colegio hasta graduarme en el 2003.

En el Colegio se impartía una catequesis de primera Comunión todos los sábados a los niños del sector. Mi hermana Melina junto con mi prima Jenny fueron catequistas durante 2004. Un sábado de ese 2004, tuve una grata sorpresa cuando fui a recoger a mi hermana al finalizar la catequesis. Encontré que en el grupo que guiaba a las catequistas participaba una de las preceptoras, Becky Bayona. Como aún faltaba una hora para terminar las clases de los niños, pude expresarle mis inquietudes espirituales, a lo que ella me contestó que debía conocer otros horizontes y que me invitaba a su casa: Mirabal, que es un centro la Obra.

Inicie la Universidad y los sábados en la tarde iba a Mirabal. Me gustaba asistir a una meditación y al rosario aunque tuviera que recorrer distancias muy largas para llegar y a veces ser la única que asistía. Poco a poco, en la labor se fueron incorporando otras chicas universitarias. Además, participaba en el grupo juvenil de la parroquia del barrio.

Gracias a la motivación y a las enseñanzas de San Josemaría, a quién desde que lo conocí en el colegio, le he pedido todo tipo de favores, como que me ayudara en un examen, que no se metieran nunca los ladrones a mi casa y todo tipo de necesidades, he podido vivir mi fe en Dios. Mi fe ha crecido, mi profesión, mi cultura y mi sentido familiar también.

Actualmente, mi familia nuclear es católica y Dios nos ha querido mandar una gran bendición con la enfermedad de mi hermana en 2018 -pienso que la vida sin sufrimiento tampoco es válida para alcanzar la Vida Eterna-. Le volvió a salir el tumor en la cabeza y en esta ocasión le afecto la visión. Recientemente falleció y toda la familia tiene la certeza de que está en el cielo. Es una oportunidad de fe para todos en la familia.