Cada día con ilusiones nuevas

El 17 de enero de 1906, hace ciento diez años, nacía Tomás Alvira en Villanueva de Gállego, el pueblo de su padre y de su abuelo, a escasos kilómetros de Zaragoza. Recuerda su hija Pilar, que fue siempre costumbre suya aprovechar la celebración del cumpleaños no para estar pendiente de él sino para hacerlo pasar bien a todos en la familia, en una fiesta sencilla y llena de alegría.

La fotografía es de su hijo Rafael, entregando a su padre los regalos por su 80 cumpleaños.

En casa de los Alvira se celebraron los santos y cumpleaños de todos: padres, hijos y la tía Visi que vivió con ellos toda la vida. Eran fiestas que se vivían, como en tantas familias, con mucho cariño al que celebraba, algún regalo, alguna tarjeta o mural con poemas y referencias simpáticas y tartas con velas.

La fiesta se notaba en la mesa. Paquita era una excelente cocinera que siempre sorprendía por la variedad, calidad y buen gusto de los platos, sobre todo en esas fechas especiales, “cosa que siguió haciendo -según contó a Pilar la empleada que trabajaba en casa-, cuando ya no estábamos, para continuar celebrando nuestro santo”.

En el cumpleaños de Tomás padre tenía la costumbre de recoger a los niños en el colegio y llevarlos a tomar un aperitivo antes de llegar a casa. En 1967, con todos los hijos ya mayores y algunos fuera de Madrid, escribía:

“Queridos hijos: no es fácil expresaros todas las alegrías que me disteis con vuestras cartas el día de mi cumpleaños. Llegaron llenas de cariño y hasta de mimo y realmente me emocionaron”.

Los hijos crecían y naturalmente abandonaban el nido pero la que estuvo físicamente siempre a su lado, a lo largo de más de cincuenta años, fue su mujer. Tiempo en que el amor y la admiración mutua no hizo sino crecer, como puede deducirse de esta carta escrita por Paquita en una fecha especial, el 80 cumpleaños de Tomás.

Es el resumen agradecido de una vida juntos llena de fecundidad, una muestra de juventud de espíritu y un desafío al tiempo, la costumbre y el cansancio. Seis años más tarde fallecía Tomás y dos años después que él su esposa:

“Mi querido Tomás: Muchísimas felicidades en este especial aniversario de tu 80 cumpleaños.

Más de la mitad de estos años los hemos vivido juntos y quiero decirte que nunca agradeceré bastante al Señor el regalo que me hizo haciendo que te fijases en mí y me eligieras para ser tu mujer. ¡Qué deprisa pasa el tiempo! Cuantas ilusiones hemos vivido tan unidos esperando la llegada de nuestros nueve hijos. Dios nos ha bendecido mucho en ellos…

Reconozco que a tu lado he tenido fallos, es imposible estar siempre a tu altura, porque eres buenísimo, el marido ideal, pero siempre han sido pequeñeces que pronto se nos olvidaban y luego, todo era para bien, para querernos más aún.

Te diría tantas cosas hoy…, pero acabo ya repitiéndote mis deseos de seguir juntos muchos años más, para seguir cada día con ilusiones nuevas como a ti te gusta tener por lema y queriendo que esta felicidad que hoy celebramos sea siempre igual de maravillosa”.