“Adopta un abuelo”, voluntariado desde La Cuesta en Medellín

23 adultas mayores, sus amigas universitarias y una vida entera para seguir compartiendo con la creatividad del amor a la que nos motiva el Papa Francisco.

Por Valentina López

Mi madre tiene dos amigas Morelia y Dora. Cada una vive sola en su casa. Aunque físicamente están bien, la soledad que sienten por no poder salir juega en su contra. Antes se encontraban en la cafetería o al salir de misa para conversar, pero por las restricciones, han dejado de hacerlo. Para menguar la soledad, por medio de una llamada, mi mamá comparte tiempo con ellas y las ayuda a sentirse cerca a pesar de la distancia. Ellas están muy agradecidas.

A raiz de esto, vimos la oportunidad de hacer un enlace entre una persona adulta mayor y una joven universitaria o profesional, que frecuente los medios de formación espiritual en el centro cultural La Cuesta, en Medellín. La idea fue conversar por teléfono sobre las diferentes experiencias de cada una en medio de la pandemia, compartir un rato agradable, acompañarse y, para los adultos, sentirse importante para alguien, a quien le pueden aportar con su sabiduría. A nuestra idea le pusimos el nombre de “Adopta un abuelo”.

Al finalzar el año había 23 enlaces activos entre una persona mayor y una joven, de los cuales queremos contar algunas experiencias.

Susana estudia entrenamiento deportivo. Quiso participar en la actividad y adoptó a Gloria Isabel que se encuentra en casa cuidando de su madre y su tía, que tienen una salud muy delicada. Nunca se han visto en persona pero, después de las llamadas que se hacen a diario a las 3 p.m. Han podido entablar una amistad que Susana asegura le ha servido mucho.

En noviembre del 2018, Susana hizo un curso de retiro que significó un hito importante de su existencia. Desde ese fin de semana, agradece el cambio de mirada que tiene sobre la vida. Además, con las llamadas a Gloria Inés pudo compartir la experiencia de estar cuidando a su abuelo, quien luego de varias semanas de padecimiento de un cáncer, falleció con mucha paz, rodeado de la gracia de los sacramentos y la compañía de su familia. Susi asegura que Gloria Isabel y ella son tan amigas que, como se dice coloquialmente, parecen "uña y mugre".

La prima de Ofelia desde Pereira, quedó muy agradecida con tan solo una llamada que le hicieron, pues escuchó a una joven llena de amabilidad.

Delfina se ha hecho amiga de Ana Cristina quien, a su vez, es amiga de Andrea, otra universitaria que frecuenta La Cuesta. Andrea ha invitado a Ana a participar de las clases virtuales para profundizar en la fe. Como fruto de esta amistad, ahora Delfina está encomendando el trabajo de Ana, que se vio afectado por la pandemia. Como no se han podido ver, pero ansían conocerse en persona, quedaron en tomarse un café en cuanto la pandemia lo permita. Delfina también le escribió una carta a Ana y a todas las voluntarias con su puño y letra agradeciendo por lo que hacen.

Luz Helena, atendió una llamada y puso en contacto a la chica voluntaria con Lucila para que la conectara en una actividad de formación. Con mucha amabilidad, dijo que no podría participar de las llamadas pero rencomendó dos amigas suyas quienes necesitan compañía. Una que vive en una residencia de adultos mayores y la otra ha pasado varios días en la clínica, acompañando a su hijo enfermo.

Con esta iniciativa nos hemos dado cuenta que entre las amigas hay muestras sinceras de generosidad, con la dedicación de su tiempo y que tienen deseos de ayudar y ser solidarias.

La solidaridad y la amistad se han visto florecer a través de unas sencillas llamadas. Se unen las “canas de la experiencia” y sabiduría de las mayores, con el ánimo y esperanza de la juventud. 23 adultas mayores, sus amigas universitarias y una vida entera para seguir compartiendo con la creatividad del amor a la que nos motiva el Papa Francisco.

Más nos ha impulsado a segur con esta iniciativa la decisión del Papa Francisco en la que ha instituido la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Ancianos, que se celebrará en toda la Iglesia cada año el cuarto domingo de julio, cerca de la fiesta de san Joaquín y santa Ana, los “abuelos” de Jesús.

Valentina López