Evangelio (Lc 10, 1-9)
Después de esto designó el Señor a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir. Y les decía:
- La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, por tanto, al señor de la mies que envíe obreros a su mies. Id: mirad que yo os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa ni alforja ni sandalias, y no saludéis a nadie por el camino. En la casa en que entréis decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hubiera algún hijo de la paz, descansará sobre él vuestra paz; de lo contrario, retornará a vosotros. Permaneced en la misma casa comiendo y bebiendo de lo que tengan, porque el que trabaja merece su salario. No vayáis de casa en casa. Y en la ciudad donde entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad a los enfermos que haya en ella y decidles: “El Reino de Dios está cerca de vosotros”.
Comentario
La liturgia celebra hoy la fiesta de san Lucas, autor del tercer evangelio y de los Hechos de los Apóstoles, y a quien san Pablo se dirige como “el médico amado” (Col 4,14). Gracias a él conocemos algunas de las enseñanzas más emblemáticas y profundas del Señor, como la parábola del hijo pródigo o la del buen samaritano. A lo largo de su evangelio, Lucas nos da a conocer el rostro misericordioso del Señor que busca a todos, hombres y mujeres, judíos y gentiles, publicanos y pecadores. Al mismo tiempo, es el evangelio de la oración -cuya importancia subraya una y otra vez- (3,21; 5,16; 6,12; 9,18.28-29; 11,1; 22,41.44-45 etc), como queriendo señalar que la misión de buscar a la oveja perdida sólo es posible si se tiene una viva relación y diálogo con nuestro Padre Dios.
El evangelio de hoy es una pequeña muestra de esto. Nos presenta un momento crucial en la vida pública de Jesús, que es la extensión de su misión a los discípulos. El Maestro, luego de prepararlos y darles el ejemplo, los manda para que extiendan y den a conocer a todos las noticias sobre el Reino de Dios. Lucas nos cuenta que Jesús quiere difundir su mensaje en todas las direcciones y envía cada vez a más personas a “sembrar la semilla” (8,5). En el capítulo anterior, enviaba a los 12 (9,1); un poco más adelante, envía a unos mensajeros (9, 53); aquí, otros 72 son enviados a la misión.
Este envío fue el inicio de la difusión del buen olor de Cristo que tantos cristianos y cristianas harían por el mundo. Jesús los envía recordándoles, sin embargo, que la oración es el modo de llevar adelante nuestra tarea, ya que es Dios quien llama personalmente a los operarios, es Dios el que nos dice como y cuando sembrar la semilla, es Dios el que nos enciende en deseos de que muchas personas conozcan la gracia y alegría de la fe.
San Josemaría, al considerar la tarea común de difundir el evangelio, nos invitaba a meditar: “Veíamos, mientras hablábamos, las tierras de aquel continente. —Se te encendieron en lumbres los ojos, se llenó de impaciencia tu alma y, con el pensamiento en aquellas gentes, me dijiste: ¿será posible que, al otro lado de estos mares, la gracia de Cristo se haga ineficaz? Luego, tú mismo te diste la respuesta: El, en su bondad infinita, quiere servirse de instrumentos dóciles (Surco, n. 181).
Pidamos hoy, en la fiesta de san Lucas evangelista, muchos obreros para la mies, que sepan estar muy unidos a Dios por la oración y plenamente dispuestos a ponerse en sus manos para la misión que les tenga encomendada.