Una nación acongojada

Nos unimos al sufrimiento de quienes se han visto afectados a raíz de la enorme explosión que sacudió este martes a la capital del Líbano, Beirut, y pedimos a Dios por quienes han fallecido y por los que se encuentran heridos.

La enorme explosión que remeció Beirut, capital del Líbano, causó graves daños, dejando aproximadamente 5.000 heridos y más de un centenar de muertos.

La labor apostólica del Opus Dei en ese país se inició el año 1996. Con el esfuerzo de quienes han comenzado el trabajo ahí, se ha podido levantar centros de hombres y mujeres y una casa de retiro.

El chileno Ignacio Pérez de Arce, quien llegó a esas tierras a fines del año 1997 relata: “La situación en Beirut es de gran dolor: fallecidos y heridos, familias con sus hogares destruidos, calles cubiertas de escombros, todo lleno de polvo, tuberías de agua rotas debido al impacto de la explosión, y el ruido constante de las sirenas de ambulancias”.

“Pese a la destrucción, la paz de quienes viven en los centros no se ha perdido”, señala Ignacio Pérez de Arce.

Agrega que, “gracias a Dios, no hubo personas de la Obra heridas; los dos centros del Opus Dei ubicados en el centro de la capital sólo sufrieron daños materiales: vidrios rotos, puertas arrancadas de cuajo y destruidas en mil pedazos, techos pulverizados… nos costará arreglar la casa”.

El Papa Francisco ha dicho en la Audiencia General de este miércoles: “Rezamos por las víctimas y sus familias; y rezamos por el Líbano para que, con el compromiso de todos sus componentes sociales, políticos y religiosos, pueda afrontar este trágico y doloroso momento y, con la ayuda de la comunidad internacional, superar la grave crisis que atraviesa”.

Los que viven allí piden especiales oraciones por todos los heridos, los fallecidos y sus familiares, quienes además tienen que reconstruir sus hogares.

Hemos recopilado algunos artículos que nos podrán ayudar a rezar con fe y cariño por todos ellos, sembrando semillas de paz y serenidad:

En el país de los cedros
Los papeles de una venezolana en Líbano
A 5.020 kilómetros de casa, y como en casa