Un Camino para los mineros

Hasta los 700 metros de profundidad, donde se encuentran atrapados los 33 mineros de la mina San José, llegó Camino.

  Fruto de una iniciativa de unos fieles del Opus Dei, el libro se envió junto a 33 medallas escapulario y estampas de San Josemaría y de la Virgen del Carmen.

Para llevar a cabo esta idea, el problema mayor resultó ser el tamaño. Los ejemplares normales no caben en las “palomas” que llevan comida y medicamentos a los mineros. Finalmente, una persona tuvo la generosidad de donar su propio ejemplar, editado hace muchos años en Argentina, que reunía las características necesarias de peso y volumen.

 

Camino, fruto de la labor sacerdotal que San Josemaría Escrivá había iniciado en 1925, aparece por primera vez en 1934 (en Cuenca, España) con el título de "Consideraciones Espirituales". En la edición siguiente -realizada en Valencia en 1939-, el libro, notablemente ampliado, recibe ya su título definitivo. Desde entonces se ha difundido con un ritmo sostenido y progresivo. Actualmente, se han publicado de Camino cerca de 4.500.000 ejemplares en 43 idiomas, algunos tan exóticos como el afrikaans y el rumano. Para conmemorar los 50 años de vida de Camino, en 1989 la editorial Proa realizó la primera edición chilena, idéntica a la primera versión en castellano de 1939.

Los pensamientos de Camino, “cosas que te digo al oído, en confidencia de amigo, de hermano, de padre,” como dice San Josemaría en el prólogo, han ayudado a millones de cristianos de todas las edades, razas y circunstancias, a tomarse en serio su vida espiritual y a meterse “por caminos de oración y de Amor.”

Para algunos, como el periodista Nicolás Vergara, Camino es un viejo conocido, ya que él se acostumbró a verlo desde niño en el velador de su abuelo.  Según confiesa, “aunque no parezca tan obvio, un libro se puede convertir en un camino, y ese camino se puede convertir en uno de vida, un Camino que nos enseña y nos sorprende en cada página con la palabra justa y el consejo oportuno.”

Ximena Cousiño, pintora, también recuerda haberlo visto desde muy chiquita en el velador de su papá. “La primera vez que lo traté de leer no entendí nada. Más tarde, a partir de los 17 años, se transformó en mi libro de cabecera. Me aparecen sus máximas como pop up constantes: “No digas: “Es mi genio así…son cosas de mi carácter…” (n 4) o el n 5: “Acostúmbrate a decir que no.” Todavía no logro nada (me cuesta mucho decirle que no a mis hijos). ¡Pero sigo luchando!

Esos 33 mineros podrán leer en la profundidad de la tierra “¡Madre! –Llámala fuerte, fuerte. –Te escucha, te ve en peligro quizá, y te brinda, tu Madre Santa María, con la gracia de su Hijo, el consuelo de su regazo, la ternura de sus caricias: y te encontrarás reconfortado para la nueva lucha” (n. 516)