Trabajando por la dignidad de la mujer en Africa

Olga Marlin nació en New York. Se trasladó a Irlanda, con su familia. Al acabar sus estudios universitarios decidió dejar el confort del que disfrutaba en Europa para trasladarse a Kenya. Deseaba contribuir en el desarrollo de la mujer africana. Se trataba de una iniciativa de san Josemaría Escrivá, quien sugirió a algunas jóvenes profesionales del Opus Dei buscar modos de contribuir al gran trabajo educativo que realizan las personas de aquella nación.

25 años, buena posición y buena carrera. Un futuro prometedor. San Josemaría le propone trasladarse a África. ¿Por qué aceptó? ¿Por talante aventurero?

Acepté porque de una parte tenía vocación de profesora (¡lo había descubierto a los nueve años!) y me entusiasmaba ir a enseñar a África; por otra, san Josemaria depositaba tanta confianza en nosotras que no quería defraudarle. En esta aventura nos embarcamos dos profesoras, como yo, una secretaria, una enfermera y tres profesionales del área de hospitalidad.

Con la perspectiva de los años, ¿la propuesta ha colmado sus expectativas?

"Con un sueño en África"- el libro escrito por Olga Marlin

'Con un sueño en África'- el libro escrito por Olga Marlin

Cuando llegamos a Nairobi en 1960, Kenya era una colonia inglesa, y las razas estaban separadas por la ley: vivienda, escuelas, transporte público, etc. Estaban divididos según se tratase de europeos, indios o africanos. En ese contexto, san Josemaria nos había indicado que las instituciones educativas que promoviésemos tuvieran cuatro características: 1) inter-raciales, 2) abiertas a todas las religiones, 3) "profesionales" en el sentido de que no se trataba de una labor de misioneros sino una iniciativa profesional, 4) "pagas", aunque fuera muy poco, ya que lo que no cuesta no se aprecia.

Mary y Olga con Mrs. Gichuru, Margaret Kenyatta y otras amigas que visitaron Strathmore, en 1961

A los pocos meses de llegar comprobamos que lo mejor sería comenzar con una escuela de secretariado, y fui a hablar con la directora de la mejor escuela de Nairobi para europeas. Me ayudó con mucha amabilidad, pero al enterarse que pensábamos admitir también a chicas africanas comentó: ¿Serán capaces? No saben inglés...

La experiencia demostró que las mujeres africanas son capaces de transformar su entorno. La Escuela de Secretariado cuenta con más de 7.000 antiguas alumnas de 43 nacionalidades y de 27 países de África. Lo mismo sigue pasando con las demás instituciones que comenzamos: Kianda School, Kimlea escuela de agricultura, Kibondeni escuela de hospitalidad y últimamente Tewa, en la Costa, donde hay el mayor analfabetismo en el país; sin embargo, las alumnas son como esponjas: todo lo absorben y me siguen sorprendiendo con su capacidad.

Estudiantes de francés, en Kianda College, 1966

Usted ha sido una de las impulsoras de Kianda Foundation, una fundación sin fines de lucro establecida en 1961 para la promoción de la mujer kenyana. ¿Qué tipo de dificultades tuvieron que superar para sacar adelante el proyecto?

Estudiantes de francés, en Kianda College, 1966

Los primeros obstáculos surgieron al intentar poner por obra las cuatro condiciones que san Josemaria nos había sugerido y que resultaron tan acertadas. Para empezar, tuvimos que cambiar de edificio, porque comenzamos las clases en una casa situada en una zona de europeos. Trasladamos la sede para poder admitir alumnas de otras razas. Lo siguiente fue conseguir que se integrasen, cosa nueva para ellas. Las amistades que han surgido a lo largo de estos años han sido motivo de mucha alegría. Luego, el hecho que mujeres profesionales comenzasen una labor educativa era un fenómeno nuevo... y hubo quien no lo entendía.

Si tuviera que nombrar los “ingredientes” para superar las dificultades, ¿qué palabras usaría?

Lealtad y optimismo.

Dando la bienvenida al presidente Daniel Arap Moi, en Kianda, 1981

En pocas décadas se han dado transformaciones relevantes en la historia de Kenya: en la cultura, en el gobierno, en la Iglesia... ¿Podría destacar algunos de los hitos que ahora descubre?

Mary y Olga con Mrs. Gichuru, Margaret Kenyatta y otras amigas que visitaron Strathmore, en 1961

Desde el principio advertí la importancia que tiene la familia en África, la familia “extensa” que incluye abuelos, tíos, primos… un niño -incluso sin padres- nunca se considera “huérfano”, porque pertenece al clan. Estos lazos fuertes se ven amenazados ahora por la cultura del occidente, que influye mucho en la gente joven. El reto es ayudar a fortalecerlos a través de un fuerte apoyo a la familia en la educación.

Durante los más de cincuenta años que llevo en Kenya, el gobierno nacional ha pasado por varias etapas: desde el tradicional de los jefes de tribu y la colonialización hasta la democracia que se ha impuesto en gran parte desde fuera y todavía no funciona como tal.

Roma, 1968 - San Josemaría con Mary Mumbua y Florence Auma, dos primeras mujeres africanas que decidieron pedir la admisión en el Opus Dei

La Iglesia católica ha ido creciendo a lo largo de estos años en número de clero y fieles y en prestigio.

¿Se daba cuenta de que el “hoy y ahora” que aprendió de san Josemaría estaba influyendo decisivamente en el desarrollo del país y en el bien de tantas personas?

Dando la bienvenida al presidente Daniel Arap Moi, en Kianda, 1981

Desde Kianda Foundation vemos claramente como influye el “hoy y ahora”. Por ejemplo, hace cincuenta años no se vislumbraba la posibilidad de comenzar una labor social en la Costa, donde la gente tenía una calidad de vida propia de siglos pasados. Sin embargo la escuela Tewa está abriendo brecha y se están estableciendo familias con un cierto nivel de vida, como ya ha pasado en Kimlea, con las familias que viven de las plantaciones de té.

¿Qué consejo daría a quienes trabajan por el desarrollo de su propio país y aún no ven los resultados?

Aconsejaría a otras personas que trabajan en el desarrollo de su país el estar pendientes de la necesidad del momento, que puede variar mucho de un país a otro, y estar abiertas a nuevas iniciativas.

Usted ha trabajado bajo el impulso de san Josemaría. ¿Qué destacaría de su modo de trabajar y de su vida?

Roma, 1968 - San Josemaría con Mary Mumbua y Florence Auma, dos primeras mujeres africanas que decidieron pedir la admisión en el Opus Dei

En primer lugar, he aprendido a trabajar en equipo. “Cuatro ojos ven mas que dos”, solía repetir, y enseñaba a escuchar y valorar lo que dicen los demás. Aunque éramos muy jóvenes, san Josemaría nos escuchaba y hacia caso a lo que le decíamos; confiaba en las personas y esa actitud “nos daba alas”, libertad.

Por otra parte, he aprendido de la fe que contagiaba San Josemaría. En 1960 nos propuso a ocho chicas jóvenes trasladarnos a Kenya y al Japón. En aquella época era inaudito marcharse a países tan lejanos, pero le urgía el afán de almas. Nos decía que íbamos a trabajar en estos países y a buscar almas para Jesucristo.

¿Le ha corregido alguna vez? ¿Por qué corregía?

San Josemaria corregía por sentido de responsabilidad. Se sabía “custodio” de un mensaje que le daba Dios para que nos lo comunicara, y no podía desvirtuarlo. Al mismo tiempo señalaba los errores por el cariño que tenía a cada persona. Repetía: os quiero, ¡pero os quiero santos! A mí nunca me corrigió directamente, aunque si te digo la verdad, a veces pienso que me hubiera gustado recibir una advertencia suya, por la confianza que mostraba en la persona corregida.

A fin de cuentas, san Josemaría en los años 60 no era más que un sacerdote español de 58 años. ¿Por qué se fiaban de él?

Prescindiendo de su edad y procedencia, San Josemaría era el Fundador del Opus Dei y era un verdadero padre. De él recibíamos el espíritu de Dios y los cuidados de un gran padre de familia. ¿Cómo no íbamos a fiarnos de él?

Entrevista a Olga Marlin. Fuente: http://www.es.josemariaescriva.info