San Josemaría me enseñó a trabajar con amor

Ana Lorente llegó a trabajar a Roma en 1965, por petición de san Josemaría. Enfermera de profesión, se especializó en fotografía. Durante 10 años realizó muchas fotos a san Josemaría, con motivo de actividades, encuentros y reuniones familiares. El 26 de junio de 1975 se encontraba en la sede central del Opus Dei. Ese día hizo un reportaje gráfico para la historia.

San Josemaría con Ana Lorente, derecha, y otras personas en el laboratorio fotográfico, 1973.

¿Puede contarnos los detalles del 26 de junio de 1975, en Roma, desde su lugar de trabajo?

Estaba trabajando en el laboratorio fotográfico con unos técnicos, cuando a las 12.30 sonó el teléfono con una llamada urgente que reclamaba mi presencia de modo inmediato. Con mil disculpas les acompañé a la puerta diciéndoles que había surgido un imprevisto.

Decir que ha influido en mi vida sería poco, porque en realidad es de quien aprendí todo, hasta detalles materiales, sin aparente trascendencia.

Cuando regresé y pregunté qué había ocurrido, me dieron la noticia: el Padre acababa de fallecer, se había ido al Cielo. Se me nubló la mente, los ojos. Mi lugar de trabajo estaba muy cerca de la casa donde vivía san Josemaría y la noticia ya era conocida por todas las personas que trabajaban en la sede central del Opus Dei.

Tenía que volver a recoger el laboratorio, donde había esparcidas un montón de fotografías del reciente viaje de san Josemaría a Venezuela, porque estábamos elaborando una publicación sobre lacatequesis que el Padre había hecho en países de Américadurante los años 74 y 75. Pero de repente, encontré todo sin sentido.

¿Quién solicitó que realizaran fotos a san Josemaría en esos momentos?

Llamó don Álvaro y pidió que fuéramos a hacer fotografías a Santa María de la Paz, donde habían llevado el cuerpo de san Josemaría y ya había gente rezando. El rostro de san Josemaría era sonriente y la serenidad que transmitía se contagiaba.

Ordinariamente era difícil hacer fotos al fundador del Opus Dei, porque no le gustaba el protagonismo; cuando oía tres o cuatro disparos de cámara decía que ya eran suficientes. Le hice fotos durante 10 años. Casi siempre terminaba mi actuación con una indicación de nuestro Padre o una mirada que no dejaba lugar a dudas.

En cambio, el 26 de junio, me encontraba en santa María de la Paz, sacando fotos de un lado y de otro y nadie me decía que parara. Fue como un segundo impacto, después de aquella sonrisa en su rostro. Don Álvaro, mirándonos a Helena Serrano –otra fotógrafo– y a mí, nos dijo:"Al Padre le hubiera gustado que vosotras hicierais estas fotos". Sabía la confianza que tenía en nosotras, pero nunca pensé que llegara hasta ese punto.

¿Ha influido en su vida san Josemaría?

Decir que ha influido en mi vida sería poco, porque en realidad es de quien aprendí todo, hasta detalles materiales, sin aparente trascendencia. No le gustaban las "chapuzas": las cosas hechas sin pensar, sin poner la cabeza, sin amor, solía decir. Por ejemplo, en una ocasión, realicé un trabajo con la ilusión de que le llegara pronto y no lo revisé. Al devolverlo, con su caligrafía tan característica, tan familiar, había puesto: "No se pueden hacer chapucerías, ahí está el "intringulis" de nuestra santidad..."

¿Hay algo que le agradezca de modo especial?

Agradezco el cariño de Padre, la vida tan amable que trasmitía también en las pequeñas exigencias. Por ejemplo en la ocasión que he referido antes, una vez concluido el trabajo volvió a escribir: “Gracias, lo hacéis muy bien, sabéis santificar el trabajo”.

¿Otro recuerdo?

Por sumanera de ser aragonesa no le gustaba demostrar su cariño de modo visible. Recuerdo una ocasión que me pidió si podía hacerle unas fotos de carnet para un documento. Don Álvaro vino con él y le distraía para que no pusiera “cara de foto”, pues si tardábamos un poco se ponía serio. Pero cuando le hacíamos esas fotos a don Álvaro, era el Padre quien le hacía bromas para que sonriera.