La familia paterna de Pablo Siu (46) proviene de China. Su papá nació en nuestro país, luego de que sus abuelos emigraron desde Asia con la esperanza de un futuro más seguro para su familia.
Sus primeros diez años los vivió en Copiapó, y terminó el colegio en Santiago. Luego entró a la Universidad de los Andes donde estudió Ingeniería Comercial. De familia católica, Pablo comenzó a formarse en el Opus Dei en su primer año de carrera. Pasaron 5 años de ese primer encuentro hasta que se decidió a dar el paso y pedir su admisión como numerario, vocación que su familia apoyó con mucho cariño.
"La fe es creer en Dios, pero también es creer en el futuro, en la alegría de vivir, mantener la esperanza, la fortaleza para levantarse, entusiasmarse por aprender cosas nuevas. Celebrar la fe es también alimentar todo esto"
Luego de trabajar durante tres años en un banco, le propusieron irse a estudiar Teología a Roma. Pidió pensarlo dos semanas, pero dice que a los dos días ya estaba convencido que era una muy buena oportunidad. Estudió siete años en el Colegio Romano de la Santa Cruz y en Pamplona. Tras doctorarse, se ordenó como sacerdote el 2009 junto a 25 profesionales de todo el mundo. “Dentro de mi vocación como numerario fui madurando en la vida laboral y me di cuenta que había muchas necesidades espirituales y de apostolado y que podía aportar a través del sacerdocio”, relata el padre Pablo.
Volvió el 2010 a Chile, cuando un terremoto asoló el país. Junto a alumnos del colegio Tabancura fue a ayudar a los damnificados de Illoca, un pueblo costero arrasado por el terremoto y maremoto de ese año. Luego vivió tres años en Concepción donde fue capellán del colegio Itahue. Regresó a Santiago al colegio Cordillera y algunos días iba al colegio Nocedal de La Pintana. Finalmente, dadas las inmensas necesidades espirituales de esa zona, el padre Pablo se dedicó por completo a la labor allí.
El Papa Francisco en Patris Corde ha dicho que “José fue capaz de amar de una manera extraordinariamente libre. Nunca se puso en el centro. Supo cómo descentrarse, para poner a María y a Jesús en el centro de su vida”
Su vida en La Pintana
Hace nueve años vive en la Iglesia rectoral san Josemaría y según relata “ha sido muy bonito el proceso de conocer e insertase en esta comuna, ya que la labor pastoral necesita conocer muy bien a las personas para conquistarlas y la única manera de entrar de verdad es queriéndolas. No es educar, ni filantropía, es amar de verdad a estos hombres y mujeres que tienen un corazón enorme”.
Cuenta que le ha tocado hablar con muchos que han crecido sin un sentido de pertenencia a un núcleo familiar, y “debido a que sienten esta carencia de vínculo, de amistad y de desconfianza es que el trabajo con ellos requiere de mucho cariño, dedicación y paciencia, para que vuelvan a creer en las personas”.
"La única diferencia que yo veo con el resto de los colegios de la zona es que aquí Dios está en el centro. Por eso en los recreos no hay violencia, robos y ni siquiera garabatos. Si tú crees en ellos, responden a esa confianza con lealtad"
Sobre su labor como como capellán del colegio indica que “es recordar que está Dios presente y es lo más importante de la vida”. “Si bien la gente cree, tiene muy poca cultura religiosa; es una fe sencilla pero sincera”. La pandemia lo ha ayudado a descubrir, sobre todo en la comunidad de su iglesia, una fe profunda, que creen en la Eucaristía, que ahí está Jesucristo sacramentado. “Hoy la asistencia a la Misa emociona, se han dado cuenta que la presencialidad es irremplazable y que ahí se vive la verdadera conexión con Dios”, señala Siu.
En el colegio prepara para los sacramentos y explica que “muchas veces uno piensa que los niños no comprenden bien el valor espiritual de la Comunión o la Confesión y, sin embargo, cuando les llega el momento de la Confirmación, la mayoría da el paso por decisión propia. Uno ve una convicción sincera en una etapa que no es fácil, de adolescencia y de rebeldía propias de la edad, y eso alegra muchísimo, sobre todo por el entorno en que viven donde no es nada común ver jóvenes convencidos de estar cerca de Dios”.
El modelo de San José
Al padre Pablo, San José lo inspira en su labor sacerdotal. “Veo en él muchas virtudes sacerdotales. Pienso en cómo acercaría a Jesús a conversar con las personas, o la manera que nos enseña a tratar al Señor en el sagrario. San José tiene mucho que aportarnos”, dice.
Agrega que “me gustaría ser un sacerdote que contribuya a resolver problemas, no solo sociales como buscar trabajo o acompañar enfermos, sino ayudar a las personas a recibir sus sacramentos, regularizar su situación matrimonial ante Dios, tal como San José servía a sus ‘clientes’ en el taller”.
Anécdota en pandemia
Antes del estallido social de octubre 2019 ya venía muy difícil la situación en La Pintana y luego con el coronavirus comenzaron a acercarse familias a la Iglesia rectoral para pedir ayuda. Una voluntaria le ofreció juntar dinero para donar a la iglesia. La idea era reunir $800.000 para 40 cajas de comida. “Ella me grabó en video explicando la campaña, y como las redes sociales hoy viralizan todo, fue una tremenda bendición ver el alcance de esta solicitud. Gracias a la generosidad de tantos, logramos entregar hasta diciembre de este año 120 cajas mensuales de comida a familias del colegio y de la iglesia. Incluso una persona que veía que su negocio ya no saldría a flote nos donó toda su mercadería de la bodega”, dice emocionado.
El padre Pablo explica que en pandemia aprendió que “la fe es creer en Dios, pero también es creer en el futuro, en la alegría de vivir, mantener la esperanza, la fortaleza para levantarse, entusiasmarse por aprender cosas nuevas. Celebrar la fe es también alimentar todo esto. Y me di cuenta que la gente con fe ha soportado mejor la pandemia”.