“Surgió un proceso de acercarme a Él y la fe me sostuvo”

“Cuando decidí abandonarme en Dios, vi su mano en mi vida y mi cruz se tornó más ligera”, dice Ayleen Henríquez, enfermera de la clínica de la Universidad de los Andes.

Ayleen junto a Juan y sus dos hijas. Para ella, prepararse para la confirmación fue una forma de “saldar su deuda” con el Señor, por toda la ayuda que recibió con su hija mayor.

Poco después de llegar a trabajar a la Clínica de la Universidad de los Andes, Ayleen Henríquez, 37 años, enfermera, quedó embarazada de su hija Leonor, quien hoy tiene cinco años. Desde pequeñita, la niña mostró particulares características sociales que llevaron a Ayleen y Juan, su pareja, a evaluarla con especialistas y terapeutas. El diagnóstico fue muy claro: su hija tenía autismo. “Fue súper fuerte, pues a uno se le caen todas las expectativas que se tienen con los hijos. Como familia fue potente”, cuenta. Además, Juan tiene un hijo de su anterior pareja que sufre parálisis cerebral, por lo que la noticia, en un principio, fue devastadora para ambos. “Muchas veces nos sentimos agobiados”, agrega. Pero Ayleen no se quedó de manos cruzadas y menos, derrotada. Se dio cuenta de que necesitaba entregárselo a Dios, porque sola no podía. “Empecé a rezar mucho, le pedí que llevara mis decisiones. Surgió un proceso de acercarme al Señor y la fe me sostuvo”, relata.

Pero no todo fue fácil. Justo llegó la pandemia y al mismo tiempo, un nuevo embarazo, lo que hizo que los síntomas de su hija mayor empeoraran. “Nos dimos cuenta de que teníamos que hacer algo. Recé mucho y Dios puso en nuestro camino a terapeutas súper buenos. Hoy es otra niñita, busca jugar con más niños, quiere interactuar y sociabilizar. Estoy muy agradecida”, confiesa.

Pero, aunque las cosas estaban funcionando bien, algo faltaba en su vida. Ayleen sentía que tenía una deuda que saldar con el Señor, “por todo lo que me ayudó con mi hija Leonor y a nosotros mismos a tomarnos esto de la mejor manera, con calma y tranquilidad”, explica. Y aunque ya sabía que en la clínica existía la posibilidad de prepararse para los sacramentos e incluso había averiguado un poco al respecto, luego de tener a su segunda hija, tomó la decisión de confirmarse.

Ayleen no deja de sorprenderse al reconocer la mano de Dios en todos los cambios que ha vivido este año. Es una convencida de que tener a Dios cerca “te hace ser mejor persona”.

Cuando llegó a trabajar a la clínica, hubo dos aspectos que la hicieron sentir que había llegado al lugar correcto. “Uno, encontrar a Dios en lo cotidiano y dos, el poder santificarse a través del trabajo”, dice. “En otros lugares se trabaja lo justo y necesario, sin cariño ni ganas de hacerlo mejor. Acá, en cambio, las cosas se hacen con cariño, calidez y hay un trato humano hacia el paciente. Eso es difícil de encontrar en otros lados”, asegura.

Ayleen y toda su familia el día de la ceremonia.

La preparación del sacramento fue muy especial para ella. “Soy una persona que le gusta entender lo que pasa y aprender. De a poco he ido comprendiendo la misa y los signos que la componen y que hoy me hacen sentido”, explica. También volvió a confesarse y a comulgar. “Yo no comulgaba, porque no me confesaba hace mucho. Ahora que puedo hacerlo, me siento parte de la Iglesia”, dice, orgullosa. Esta preparación junto a su amiga y compañera de trabajo, Michelle Parejo (conoce su historia), este crecer juntas en la fe, les ha permitido profundizar su relación de amistad.

La conversión de Ayleen no es el único milagro de su familia. Si bien Juan es agnóstico, con el tiempo, quizá al ver a su mujer tan enamorada del Señor, fue conociendo los ritos de fe. “Ahora lo veo súper dispuesto. Yo creo que él me vio decidida y se dio cuenta de que para mí es algo relevante. El hecho de prepararme hizo que él lo viera de otro modo”, relata. Fruto de este cambio, tomaron algunas decisiones importantes: bautizar a sus hijas y casarse ante el registro civil y por la Iglesia . “Ha sido todo muy rápido e impresionante”, cuenta.

Ayleen dice que está feliz y así se le ve. Quiere traspasar esta vivencia a sus hijas, porque es una convencida de que tener a Dios cerca “te hace ser mejor persona”. Anhela una vida familiar en la cual puedan ir a la Iglesia el domingo y que, desde pequeñas, sus hijas tengan la vivencia del amor de Jesús en sus vidas. Mira este año y no deja de sorprenderse al reconocer todos los cambios que ha vivido de la mano de Dios en su vida. “Ahora veo a Juan con más confianza en mí, dispuesto a dejar que nuestras hijas crezcan en su fe. Es como si me dijera ‘estoy contigo, te acompaño’. Creo que seguirá habiendo cambios y todos muy buenos”, vaticina, con una gran sonrisa.

La ceremonia fue celebrada por el obispo auxiliar de Santiago, Mons. Cristián Castro.

Para ella, el día de su confirmación fue muy emocionante y sobrecogedor. “Fue como tomar conciencia de la importancia de lo que estoy haciendo y de la responsabilidad que ahora tengo en la sociedad como cristiana. Eso es súper potente”, agrega.

Ayleen junto a su amiga y compañera de trabajo, Michelle Parejo.

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