Paula Leiva: El Opus Dei es mi familia

Paula Leiva trabaja hace 15 años como subdirectora en el Centro de Apoyo a la Familia Policlínico El Salto. "Un regalo", señala al contarnos su llegada a esta Obra Corporativa del Opus Dei. Esta es la segunda protagonista de la serie 9 mujeres en el 90 aniversario de las mujeres en el Opus Dei.

Conocí el Opus Dei “desde siempre”. De chica, en Antofagasta, porque a la casa de mis papás iban personas del Opus Dei que daban charlas de formación; quizás por eso, en las distintas ciudades de Chile en las que he vivido por el trabajo de Pablo, mi marido, yo buscaba a la Obra. En Iquique, Puerto Varas y Concepción. En esa ciudad empecé a ir a círculo porque veía en el Opus Dei a una familia acogedora, cariñosa y preocupada por mí. Cuando uno vive lejos de su familia, necesita una red de apoyo, contención, amistad y eso es lo que yo encontraba en la Obra. Incluso recuerdo con gran cariño a una supernumeraria adorable que me hacía el turno del colegio mientras yo estaba en reposo esperando a mi cuarto hijo.

Mi llegada a El Salto

Si bien los niños llegaron muy rápido y tuvimos a los tres primeros en tres años, nunca dejé de trabajar. Siempre busqué la manera de hacerme el tiempo ya que las necesidades económicas iban aumentando junto con los hijos. Yo había estudiado Medicina en Santiago, pero no me titulé porque me casé e inmediatamente nos fuimos a vivir a regiones. Entre otros trabajos, abrí sucursales de una corredora de bolsa en Iquique y cuando nos establecimos en Santiago, administré un jardín infantil y luego entré a trabajar a El Salto, como cariñosamente lo llama la gente del sector. Ahí trabajo desde hace 15 años como subdirectora en el Centro de Apoyo a la Familia Policlínico El Salto, ubicado en la comuna de Recoleta en Santiago. Se trata de una Obra Corporativa del Opus Dei, en la que se atiende a cientos de vecinos a quienes se entregan servicios de medicina, odontología y salud mental.

Paula Leiva junto a Elizabeth Ruz y Ximena Carrasco, quienes trabajan en El Salto desde sus inicios.

Para mí fue un regalo del cielo, ya que aunque tenía mucha experiencia en administración, no tenía título profesional. El grupo que me entrevistó para este trabajo fue increíble, se la jugaron por mí. Y aquí estoy, muy agradecida de poder trabajar en un lugar en el que te vinculas y relacionas con tantas personas, cada una con realidades difíciles, pero de las cuales aprendes muchísimo. Además, aquí tienes el gozo de poder transmitir a los demás que tú crees en Dios y te preocupas de los pacientes porque ves en ellos el rostro de Cristo. Es extraordinario.

Creciendo, en tamaño y en fe

En paralelo a mi trabajo profesional, la familia fue aumentando y tuvimos seis hijos: hoy ya tres son profesionales, dos universitarios y la más chica, de 16 años, está en el colegio. Mi marido ha sido el gran compañero en esta vida de educar y sacar adelante a los niños, con una situación económica siempre un poco ajustada, pero felices. Porque tenemos muy claro que la familia es lo más importante: las pegas vienen y van, las platas también, pero lo que tenemos como familia es maravilloso.

Seguí asistiendo a medios de formación en el Opus Dei, hasta que un día 21 de marzo del 2002, el año de la canonización de San Josemaría, pedí la admisión como supernumeraria. Es una vocación que me ayuda a servir aún con más alegría y a transmitir con más fe y convicción, ese amor que siento por Dios. En mi trabajo, puedo mostrar a las personas que aquí está el Señor y que en Él encuentran su consuelo, ya que la salud del alma es tan importante como la salud del cuerpo. Y en mi casa, o con mis amigas, intento que todos se sientan queridos de verdad, acogidos y contagiados de la alegría que se vive al estar cerca de Dios.

Paula Leiva, Pablo Maldonado y sus seis hijos.

El dueño de casa de El Salto

En mi lugar de trabajo tenemos la maravilla de contar con una capilla. Gracias a que el año pasado se remodelaron las instalaciones del Policlínico, también se pusieron las condiciones de seguridad necesarias en la capilla para poder tener siempre presente al Santísimo. El miércoles 11 de marzo de este año tuvimos nuestra primera misa y ha sido un sueño. Yo estoy encargada y me encanta: abro las puertas, prendo las velas, les digo a todos que pueden pasar a saludar a Jesús. Siento que esto va a ayudar enormemente, va a ser un cambio increíble, porque cuando está el dueño de casa, todo resulta mejor.

El recién inaugurado oratorio en El Salto

Pienso que a veces se nos olvida este espíritu cristiano que debe imperar en todos nosotros, el preocuparse de los demás, porque los queremos de verdad, como verdaderos cristianos. “De cien almas nos interesan las cien” decía san Josemaría. Hoy la vida es más impersonal y sentirse vinculado y recordado es muy importante para todos.

El Opus Dei me ha enseñado a entender que esto que estoy viviendo es lo mejor. Incluso hoy que estamos encerrados, con temor, alejados de nuestros seres queridos, si lo vivimos con un sentido sobrenatural, nos hará enfrentar el día a día con alegría y confianza. Me han tocado situaciones difíciles a lo largo de estos años, sacar adelante a nuestra numerosa familia junto con Pablo ha sido un tremendo desafío, pero hemos entregado todo a Dios.

Ahora en estos días de encierro, de lo que más nos hemos preocupado es de reírnos mucho, mantener el sentido del humor y dar la vuelta a situaciones que a veces se vuelven un poco más caóticas. Y te das cuenta cómo se puede transformar el día si uno se ríe.

Además, tenemos la tremenda oportunidad de enseñar a nuestros hijos la importancia de la familia, del cuidado entre nosotros, despertar la generosidad en ellos. De revalorizar lo que realmente importa.

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Iniciativas sociales: Policlínico El Salto

Un tesoro escondido en Recoleta

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