Jorge Pardo (35), profesor jefe y de las asignaturas de Historia y Educación Cívica del colegio Tabancura, contagia la pasión con la que habla de su trabajo.
Es el mayor de cuatro hermanos hombres y estudió en el colegio parroquial Santa Rosa de Lo Barnechea. Su padre es jardinero y su madre trabajó como asesora del hogar durante muchos años hasta que por temas de salud ya no pudo seguir. Vive con sus padres y su abuela de 81 años.
Sus inicios en el mundo de la enseñanza
Desde que tenía 11 años fue muy buen alumno y los profesores le pedían que ayudara a sus compañeros a estudiar. “Yo los motivaba y ellos mejoraban sus notas, por lo que desde esa época hasta que salí de cuarto medio me dediqué a hacer clases a mis compañeros e incluso les cobraba, ya que lo hacía de manera responsable y debía organizar mi tiempo para estudiar y enseñarles a ellos”. Recuerda una frase de las religiosas del colegio que decía: “formar a Cristo en el corazón y la mente de los niños” y eso, cuenta, se le metió a fuego.
Gracias a una beca y al esfuerzo de sus padres, estudió Licenciatura en Historia en la Universidad Católica y luego Pedagogía en la Universidad de los Andes, ya que su sueño era ser profesor. Luego ha continuado sus estudios y actualmente cursa un Magíster en Doctrina Social de la Iglesia en la Universidad San Sebastián.
“Yo me preocupo de motivarlos a ser parte del mundo, a no encerrarse y a entregar generosamente todo lo que recibieron, ya que ¿de qué sirve tener si no doy?”
El año 2009 hizo su práctica en el colegio Tabancura y hoy cumple 12 años dando clases ahí. El 2016 fue nombrado Coordinador de Formación de Enseñanza Media y profesor jefe de cuarto medio.
Formar personas íntegras
Jorge es un convencido de que el trabajo del profesor se asemeja al del sacerdote, porque no sólo enseña conocimientos, sino que además moldea a la persona en su integridad. “Yo me preocupo de motivarlos a ser parte del mundo, a no encerrarse y a entregar generosamente todo lo que recibieron, ya que ¿de qué sirve tener si no doy?”.
Piensa que los alumnos son cada vez más capaces, tienen más herramientas, información y habilidades prácticas. "Sin embargo, el mundo al que saldrán es muy distinto al de hace algunos años; hoy es más intenso, ideologizado, se ve el trabajo como una necesidad para poder tener bienes, hay mucho materialismo. E incluso las relaciones en el trabajo son poco humanas, hay mucha envidia y competencia”. Por eso, “hay que transmitir a los jóvenes que el trabajo dignifica, nos forma, tiene una dimensión trascendente en la que ahí yo despliego mi personalidad, se pulen mis defectos y, por lo mismo, nos hace muy bien trabajar”. Agrega que “la dignidad del trabajo es la persona, no cuánto gana o el puesto que tiene”.
San José, padre trabajador
Al hablar sobre esta característica laboral
Jorge conoció el Opus Dei por su desempeño en el colegio y destaca que “san Josemaría era un revolucionario, porque el trabajo tenía un ‘techo’ y él rompió con esa concepción de que solo puedo mejorar socialmente, dar un buen pasar a mi familia, contribuir a la sociedad, sino que además, y lo mejor de todo, es que haciendo bien mi trabajo puedo ser santo. Eso es lo que yo me propongo cada día y lo que trato de transmitir a mis alumnos”.
“San José debe haber sido un trabajador silencioso –como mi papá que es jardinero–, hacía todo tan bien que el Señor aprendió este sentido humano y divino del trabajo gracias a su ejemplo”
En cuanto a su relación con Dios, siempre pensó que el Señor lo llamaría a ser sacerdote; sin embargo, también quería ayudar con su trabajo a su familia, especialmente a sus padres. Luego conoció la vocación de agregado del Opus Dei y sintió que calzaba exactamente con lo que él buscaba, ya que podía entregarse a Dios continuando con su trabajo y ayudando a su familia. “Estoy absolutamente convencido de que no me equivoqué y que esto era lo que Dios quería para mí”, comenta con alegría.
Le entusiasma la idea de trabajar cada día de manera profesional y que esto vaya en directo beneficio de su santidad: “es un regalo generoso de Dios que no puedo desaprovechar”, concluye.