La vocación, una gracia soberana

La grandeza de la vocación llena nuestro caminar en este mundo con un sentido de eternidad, a pesar de nuestras limitaciones y errores, y de las dificultades que encontramos en el camino. Son palabras del prelado en su carta pastoral sobre la vocación, de la que destacamos algunos puntos.

En la carta pastoral sobre la vocación (octubre 2020), mons. Fernando Ocáriz reflexiona acerca del espíritu del Opus Dei y de las características de la dedicación a la Obra de los fieles según las distintas circunstancias personales.​

San Josemaría veía la labor de la Obra como «un solo tejido», compuesto por los distintos modos de vivir la misma vocación. En la carta pastoral del 28 de octubre del 2020, mons. Fernando Ocáriz, propone meditar “pausadamente y con profundidad, en la enseñanza de san Josemaría sobre cómo se concreta para cada una y cada uno la universal vocación cristiana a la santidad.”

LA VOCACIÓN “SE MANIFIESTA COMO LUZ Y COMO FUERZA. LUZ, QUE NOS HACE VER EL CAMINO, LO QUE DIOS QUIERE DE NOSOTROS; Y FUERZA, PARA SER CAPACES DE RESPONDER A LA LLAMADA, DECIR QUE SÍ Y SEGUIR ADELANTE EN ESE CAMINO.”

Antes de explicar la vocación a la Obra como numeraria y numerario, numeraria auxiliar, supernumeraria y supernumerario, agregado y agregada, el prelado subraya que “todos en la Obra –cada uno en sus circunstancias personales– tenemos una misma vocación: llamada a ser y hacer el Opus Dei, con un mismo espíritu, con una misma misión apostólica, con unos mismos medios.”

EL OPUS DEI: UN ÚNICO TEJIDO

1.“Todos tenemos el mismo espíritu, que nos mueve a santificar la vida ordinaria y, de un modo especial, el trabajo.” Y “si la santificación del trabajo es quicio de nuestra santidad, el sentido de la filiación divina es fundamento.”

2.“Al ser fundamento, la filiación divina da forma a nuestra vida entera: nos lleva a rezar con confianza de hijos de Dios, a movernos por la vida con soltura de hijos de Dios, a razonar y decidir con libertad de hijos de Dios, a enfrentar el dolor y el sufrimiento con serenidad de hijos de Dios, a apreciar las cosas bellas como lo hace un hijo de Dios. En definitiva, la filiación divina «está presente en todos los pensamientos, en todos los deseos, en todos los afectos»5. Y se expande necesariamente en fraternidad.”

3.“Centro y raíz de nuestra vida espiritual, en fin, es el Sacrificio Eucarístico” explica el prelado, y cita a san Josemaría quien en Forja 835 señala: «Si el centro de tus pensamientos y esperanzas está en el Sagrario, hijo, ¡qué abundantes los frutos de santidad y de apostolado!».”

La vocación es un don, que “nos llevarán a colaborar en la santificación del mundo. En comunión con todos en la Iglesia”.

1.“Tenemos la misma misión apostólica: estamos igualmente llamados a santificarnos y a colaborar con la misión de la Iglesia en la transformación cristiana del mundo; en nuestro caso, viviendo el espíritu del Opus Dei. La misión propia de la Obra solo puede ser comprendida adecuadamente dentro de la gran misión de la Iglesia.”

2.“Cada uno realiza enteramente la misión de la Obra con su propia vida: en su familia, en su lugar de trabajo, en la sociedad en la que vive, entre sus amigos y conocidos.”

3.“Por eso se entiende la insistencia de san Josemaría para que en la Obra se dé siempre «una importancia primaria y fundamental a la espontaneidad apostólica de la persona, a su libre y responsable iniciativa, guiada por la acción del Espíritu; y no a las estructuras organizativas»[1]. Y de ahí también que el apostolado principal en la Obra sea el de amistad y confidencia, realizado personalmente por cada una y cada uno.”

1.“Para llevar a cabo nuestra misión, Cristo es el camino. Y para seguirle como discípulos y apóstoles, todos en el Opus Dei tenemos los mismos medios: las mismas normas y costumbres de vida cristiana, y los mismos medios de formación espiritual y doctrinal. Según las circunstancias personales, se viven de un modo o de otro, pero el conjunto es siempre sustancialmente el mismo. Conviene no perder de vista que se trata de medios –y no de fines– que conducen, por la gracia de Dios, a crecer en la vida contemplativa en medio de los afanes humanos, alimentados por la sobreabundancia de la vida en Cristo que nos dan los sacramentos, y muy especialmente la Sagrada Eucaristía.”

2.“Las prácticas de piedad son parte de un diálogo de amor que abarca toda nuestra vida y que nos llevan a un encuentro personal con Jesucristo. Son momentos en los que Dios nos espera para compartir su vida con la nuestra.”

3.“Ser santos no es hacer cada vez más cosas o cumplir ciertos estándares que nos hayamos impuesto como tarea. El camino a la santidad, como nos explica san Pablo, consiste en corresponder a la acción del Espíritu Santo, hasta que Cristo esté formado en nosotros.”

1.San Josemaría veía la labor de la Obra “como «un solo tejido», compuesto por los distintos modos de vivir la misma vocación. Por eso insistía en que en la Obra no hay clases, ni miembros de primera o de segunda: ni por las distintas modalidades en que se vive la vocación, ni por el tipo de trabajo profesional que se desempeña. Como en cualquier realidad de carácter sobrenatural, lo esencial –que no se puede juzgar en esta tierra– es la correspondencia al amor de Dios.”

2.Esta unidad de vocación la expresaba san Josemaría, diciendo que “la nuestra es «una sola vocación divina, un solo fenómeno espiritual, que se adapta con flexibilidad a las condiciones personales de cada individuo y a su propio estado. La identidad de vocación comporta una igualdad de dedicación, dentro de los límites naturales que imponen esas diversas condiciones»[2].”

3.“Todos viven con igual dedicación, porque ser y hacer el Opus Dei no consiste solo, ni principalmente, en colaborar en determinadas tareas o en las labores corporativas de apostolado. La vocación y la correspondiente misión abarcan toda nuestra vida, no solo una parte; toda la vida es ocasión y medio de encuentro con Jesucristo y de apostolado.”

La vocación “llena nuestro caminar en este mundo con un sentido de eternidad, a pesar de nuestras limitaciones y errores, y de las dificultades que encontramos en el camino: «a pesar de los pesares», como solía decir nuestro Padre.”

1.“Nos vamos acercando al centenario de aquel 2 de octubre de 1928, en que Dios hizo ver la Obra a san Josemaría. Desde entonces, en el mundo y en la Iglesia –y, por tanto, también en la Obra– ha habido y sigue habiendo tantas alegrías y tantas penas.

2.El 27 de marzo de 1975, haciendo oración mientras predicaba, nuestro Padre rememoraba la relativamente breve historia del Opus Dei: «Un panorama inmenso: tantos dolores, tantas alegrías. Y ahora, todo alegrías, todo alegrías… Porque tenemos la experiencia de que el dolor es el martilleo del artista que quiere hacer de cada uno, de esa masa informe que somos, un crucifijo, un Cristo, el alter Christus que hemos de ser. Señor, gracias por todo. ¡Muchas gracias!».”

3.“Pedimos a la Virgen Santísima que nos bendiga y nos recuerde maternalmente que todos tenemos la Obra en nuestras manos. Así, secundando el querer de Dios y correspondiendo a su gracia, la historia que comenzó el 2 de octubre de 1928 continuará, a pesar de nuestra debilidad y de nuestros errores, hasta el fin de los tiempos: seguiremos trabajando con alegría, buscando poner a Cristo en la cumbre de todas las actividades humanas, para gloria de Dios.”

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[1] San Josemaría, Conversaciones, n. 19

[2] San Josemaría, Carta 24-XII-1951, n. 137.