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En el mes de mayo, que la Iglesia dedica tradicionalmente a la Virgen Santísima, es habitual que se organicen romería a santuarios marianos, para visitar y honrar a nuestra Madre.
San Josemaría se conmovía con las manifestaciones multitudinarias de amor a la Virgen, pero siempre decía que tenía predilección por las romerías hechas individualmente o en grupos reducidos, quizá sólo de dos o tres personas. "Respeto y amo esas otras manifestaciones públicas de piedad, pero personalmente prefiero intentar ofrecer a María el mismo cariño y el mismo entusiasmo, con visitas personales, o en pequeños grupos, con sabor de intimidad". Es Cristo que pasa, 139.
En 1935, después de su primera visita al santuario de Sonsoles , en tierras de Ávila, el fundador del Opus Dei estableció que, como muestra de amor a la Virgen, todos los fieles de la Prelatura hicieran cada año, en el mes de mayo, una romería a un Santuario o lugar donde se venere una imagen de Santa María. Desde entonces, esa costumbre se ha difundido entre muchas otras personas que han entrado en contacto con su mensaje.
La romería de mayo es una visita a la Virgen hecha con amor filial. Lo que hacía San Josemaría era rezar tres partes del Rosario: una, en el camino de ida; otra —que solía ser la correspondiente al día de la semana, con las letanías—, en el santuario o ante la imagen de Nuestra Señora que había ido a visitar; y la tercera, en el camino de regreso.
Se pueden ofrecer a Santa María pequeños sacrificios por las necesidades personales y de toda la Iglesia: hacer a pie al menos la última parte del trayecto; aceptar con alegría las incomodidades del camino o las inclemencias del tiempo; privarse del pequeño refrigerio que sería normal en un paseo, etc.
La romería de mayo tiene un marcado espíritu apostólico. San Josemaría animaba a hacerla en compañía de amigos o parientes y a aprovechar para sugerirles algún paso adelante en su vida cristiana. "Muchas conversiones, muchas decisiones de entrega al servicio de Dios han sido precedidas de un encuentro con María. Nuestra Señora ha fomentado los deseos de búsqueda, ha activado maternalmente las inquietudes del alma, ha hecho aspirar a un cambio, a una vida nueva". Es Cristo que pasa, 149
"Una manifestación particular de la maternidad de María —decía Juan Pablo II en Fátima— la constituyen los sitios donde Ella se encuentra con los hombres, las casas donde habita; lugares donde se nota una particular presencia de la Madre. En todos estos lugares se cumple de modo admirable el singular testamento del Señor crucificado. Allí, el hombre es confiado a María, allí acude con presteza a encontrarse con Ella como con la propia Madre; le abre su corazón, le habla de todo; la recibe en su propia casa, es decir, le hace partícipe de todos sus problemas".