La historia de Caco, una luz de esperanza

El protagonista de esta historia no es el viejo pascuero, sino un joven panadero. No llega en trineo, sino en bicicleta. No carga una bolsa, sino una mochila que revienta. No trae regalos sólo en Navidad, sino todos los días.

La invitación es del Papa Francisco: “Se acerca el tiempo de Navidad y de las fiestas. Muchas veces las personas se preguntan qué pueden comprar. Usemos otra palabra, qué puedo dar a los demás para ser como Jesús”. Son muchas las historias ocultas que animan a vivir esa solidaridad que pide el Papa, que mueven a salir de la zona de confort y dar la mano a quien lo necesita. La historia de Caco es una de ellas.

Equipo de Las Compuertas que va a San Saturnino los jueves.

“Cada jueves algunas mujeres de un centro de la Obra -Las Compuertas-, vamos a la parroquia de San Saturnino, en el barrio Yungay, con comida caliente hecha en casa para dar almuerzos a 70 inmigrantes del sector. La primera vez que fuimos lo encontramos subido en su bicicleta, con su pelo bien tomado en un moño, con una mochila negra inmensa, llegando a la parroquia. Era “Caco”, quien con sus 29 años tiene una panadería y entrega todos los días pan, literalmente, “recién salido del horno”.

Hay jóvenes que tienen un corazón grande. Ver llegar pedaleando a Caco cargado con sus panes es, para nosotras, una luz de esperanza. Nos llena el alma.

Mientras Caco saca de su mochila 70 panes para acompañar el almuerzo que llevamos, nos cuenta que cuando empezó su pequeño negocio, una panadería en su departamento, le dijo a su socio: todo emprendimiento debe tener un algo solidario. Mientras Caco pensaba en cómo dar ese sello social a su naciente panadería se encontró con el padre Álvaro, párroco de San Saturnino, a quien le preguntó cómo podía ayudar. La respuesta fue simple: con pan. Así fue cómo empezó su entrega diaria de panes a este comedor para inmigrantes.

Las porciones de comida -arroz con pollo recién hecho en esta ocasión- se entregan en bandejas individuales junto a un postre y el pan de Caco.

Conocer a Caco ha sido un regalo para nosotras, pues es animante ver a un joven que es feliz dando su tiempo y su pan al que lo necesita. ¡Cuántos jóvenes como Caco hay que, calladamente, trabajan aliviando el sufrimiento de los demás!

Y también ha sido un aprendizaje: un día, cuando regresábamos de dar almuerzos en la parroquia y el auto estaba pasado a olor a pollo con arroz, una de nosotras dijo con humor: ¿será este el olor a oveja del que habla el Papa Francisco? Seguro que sí. Y quien nos inspira a estar allí, es el ejemplo de Caco”.

Nota relacionada: Por una carta al Viejito Pascuero...

Esta historia empezó con una carta que Vaithiare mandó a Correos de Chile, esperando que la leyera el Viejo Pascuero.