"En El Callao estoy muy unida al Padre"

"En este momento soy la única persona del Opus Dei en esta ciudad de Venezuela, pero estoy muy unida al Prelado y a las personas que vienen a darme ayuda espiritual. Sé que, desde aquí, yo puedo sacar la Obra adelante".

Katiuska con sus hijas

Muchas personas conocen “El Callao” sólo por referencia de una popular canción venezolana y quizás también por la explotación de minerales preciosos. Pero allí, en el estado Bolívar, a unas 14 horas de Caracas y a unas cuatro de la frontera con Brasil, vive Katiuska de Ron, maestra y madre de tres niñas. 

Katiuska es Supernumeria del Opus Dei. 

¿Cómo es un día típico tuyo? 

Me levanto a las 5:10 de la mañana. Le ofrezco el día a Dios y rezo un rato. Luego, hago el desayuno. Empiezo a levantar a las niñas para que estén listas cuando llega el transporte. Gracias a Dios ya están creciendo y es más fácil para mí atenderlas. Después mi esposo –que trabaja como mecánico en una empresa de minería- me lleva en su moto al trabajo. Llego a las tres de la tarde a hacer los oficios de la casa y a ayudar a las niñas con las tareas. A veces se me hacen las once de la noche y sigo haciendo los oficios. Los viernes, procuro dejar todo listo, porque me voy a Upata hasta el domingo. Allí estoy sacando una licenciatura en educación pre escolar: sólo me faltan unos meses para terminar. 

¿Eres maestra? 

Desde hace cuatro años me dedico a la docencia de aula en un “Simoncito”, un centro de educación inicial, o sea para niños en edad pre-escolar. Desde los 17 años he trabajado haciendo suplencias, ahora doy clases en esta institución pública. 

¿Cómo conociste el Opus Dei? 

Lo conocí aquí en El Callao. Vino una persona del Opus Dei a promocionar una escuela llamada Resolana, que es un Centro de Capacitación Profesional para la mujer ubicado en Caracas. Me interesó y le dije a mi mamá que me quería ir a Caracas a estudiar. En ese momento tenía trece o catorce años. Mi mamá me dijo, “anda, vete”. Ahora me doy cuenta que me dejó porque en ese momento había un muchacho que me estaba “cayendo”, y no me convenía. Estar en Resolana me ayudó profesionalmente, y también me ayudó mucho el contacto con otra realidad: agarrar autobuses, trasladarme de un sitio a otro. Allí conocí más el Opus Dei, pero yo pensaba que no era para mi. Regañaba a mis compañeras que se hacían del Opus Dei. Pensaba que se trataba de estar todo el día encerradas. La verdad es que no lo entendía bien. Ellas se reían. Lo veía desde el punto de vista de una adolescente. No veía los otros “sumandos”, el por qué de esa vocación. Ahora, que soy de la Obra lo entiendo, y abrazo y rezo por mis amigas que son del Opus Dei, y pido perdón por haberle dicho a mis amigas que no fueran. 

¿Cómo supiste que tenías vocación al Opus Dei? 

Antes me imaginaba que el llamado al Opus Dei me iba a llegar a través de una especie de sueño o que me iban a decir: mira tú tienes vocación. Y no, la vocación la tienes tú, la llevas en el corazón, esa llamada la descubres, la vas viendo y luego respondes. Las personas de la Obra te orientan. Hice una convivencia y le dije al sacerdote: yo quiero ser del Opus Dei, pero casada. Aunque en ese momento no sabía que existían las Supernumerarias, veía claro que Dios me llamaba a través de mi familia. Hoy soy de la Obra, y comprendo que no es lo mismo ser del Opus Dei que no serlo, así sea desde aquí, desde El Callao. 

¿Qué haces ante las dificultades que se presentan? 

Tenemos días buenos, como tenemos días malos. Yo busco ofrecerle todo a Dios. Por ejemplo, hoy yo tenía que recibir la comida de la escuela, porque donde trabajo hay un programa alimentario que se llama Páez, pero la comida que debía estar a las cuatro, no ha llegado, esto significa que probablemente la tenga que esperar hasta la noche y eso cambia todos mis planes, implica sacrificio porque las niñas me están esperando para que las busque. Le digo, Señor, te pongo esto en tus manos. He aprendido a no quedarme en el lamento. A veces hasta hay que reírse un poquito de las situaciones. 

¿Cómo es eso del plan de vida? 

Creo que todas las personas tenemos un plan. Yo lo tengo para todo: para el trabajo, para funcionar en mi casa. Igual las normas de piedad: rezar el rosario, asistir a la santa Misa, ofrecer las cosas que hago. Todo está incluido en mi vida y lo vas llevando sin que se haga una rutina. 

Antes no veía los otros “sumandos”, el por qué de esa vocación. Ahora, que soy de la Obra lo entiendo, y abrazo y rezo por mis amigas que son del Opus Dei, y pido perdón por haberle dicho a mis amigas que no fueran.

¿Cómo es la relación de tu familia con la Obra y cómo ven tu vocación? 

A mi esposo, cuando éramos novios, le dije que si me quería, tenía que ser “casada” con el Opus Dei. Y así fue. El lo respeta; de todas maneras sale ganando porque yo ofrezco todo por mi familia, y cuando él tiene dificultad le digo que le pida a San Josemaría. Por ejemplo, cuando estaba buscando trabajo, se lo encomendó a él. En concreto, rezó para que saliera bien una resonancia magnética de la que dependía el trabajo: todo salió bien gracias a la intercesión de San Josemaría. 

¿Cómo es tu relación con San Josemaría? 

Muy bonita, me hace muchos favores a diario. Siempre pienso que “lo mejor es vivir y morir en el Opus Dei”, como decía San Josemaría. En este momento soy la única persona de la Obra aquí, pero estoy muy pegada al Padre y a las personas que vienen a atenderme, porque sé que desde aquí saco la Obra.