Cartas a los hijos

“Me llamo Escrivá y escribo”. San Josemaría lo decía con buen humor y procedía en serio: escribió con generosidad. Junto al mensaje que debía transmitir –“se han abierto los caminos divinos de la tierra”–, Dios le dio el talento para que muchos lo comprendieran y lo hicieran vida.

El 7 de agosto de 1931, el fundador de la Obra anota en sus Apuntes íntimos: “A pesar de sentirme vacío de virtud y de ciencia (la humildad es la verdad..., sin garabato), querría escribir unos libros de fuego, que corrieran por el mundo como llama viva, prendiendo su luz y su calor en los hombres, convirtiendo los pobres corazones en brasas, para ofrecerlos a Jesús como rubíes de su corona de Rey”.

Los lectores están bien familiarizados con Forja y Surco, o Es Cristo que pasa y Amigos de Dios, por mencionar algunos. Su libro más conocido, Camino, alcanza 471 ediciones en 51 idiomas, con una tirada global que se aproxima a los cinco millones de ejemplares.

La novedad es que el año antepasado y este ya se han publicado dos volúmenes dedicados a las primeras ocho Cartas de san Josemaría a sus hijos, en una edición crítico-histórica. Son inéditas y de gran valor para conocer el mensaje del Opus Dei. Están destinadas a los hombres y las mujeres de la Obra de todos los tiempos, pero pueden ser aprovechadas por un público mucho más amplio. Aunque se redactaron en determinados momentos, tienen valor intemporal y universal.

“Al dirigiros estas cartas, hijas e hijos míos, no pretendo nunca hacer un tratado. Escribo con la sencillez y con el calor de corazón, que pone un padre o una madre cuando habla a sus hijos” (Carta 7, 25).

Los temas son variados: la llamada a la santidad y al apostolado en la vida ordinaria; la misión del Opus Dei; su espíritu de servicio a la Iglesia y a la sociedad; su cometido en el campo de la enseñanza; la formación de la juventud; la humildad en la vida espiritual; la libertad en los asuntos temporales, etc.

Para dar una idea aproximada y que los textos hablen, hemos hecho una pequeña selección:

Volumen I

Carta 1: acerca de la llamada a la santidad y al apostolado en la vida ordinaria (24 marzo 1930).

“La mayor parte de los que tienen problemas personales, los tienen por el egoísmo de pensar en sí mismos. ¡Darse, darse, darse! Darse a los demás, servir a los demás por amor de Dios: ése es el camino” (Carta 1, 22).

Carta 2: sobre la importancia de la humildad en la vida espiritual (24 marzo 1931).

“El diablo nos quita la vergüenza para hacer que nos equivoquemos, y luego nos la devuelve para que no contemos nuestros errores. Quizá los mismos errores, de los que otros alardean –exagerándolos– alrededor de una mesa de café” (C 2, 39).

Carta 3:  trata de la misión sobrenatural y apostólica de los miembros del Opus Dei en medio del mundo (9 enero 1932). 

“La Obra no tiene política alguna: no es ése su fin. Nuestra única finalidad es espiritual y apostólica, y tiene un resello divino: el amor a la libertad, que nos ha conseguido Jesucristo muriendo en la Cruz” (C 3, 42).

Carta 4: se refiere al modo de anunciar la doctrina cristiana a través del apostolado personal (16 julio 1933).

“Veo a la Obra proyectada en los siglos, siempre joven, garbosa, guapa y fecunda, defendiendo la paz de Cristo, para que todo el mundo la posea. Contribuiremos a que en la sociedad se reconozcan los derechos de la persona humana, de la familia, de la Iglesia. Nuestra labor hará que disminuyan los odios fratricidas y las suspicacias entre los pueblos, y mis hijas y mis hijos –«firmes en la fe» (I Petr. V, 19)– sabrán ungir todas las heridas con la Caridad de Cristo, que es bálsamo suavísimo” (C 4, 26).

Volumen II

Carta 5: sobre la misión del Opus Dei y de los laicos cristianos en el campo de la educación y de la enseñanza (2 octubre 1939).

“Se podría decir, sin demasiado exageración, que el mundo vive de la mentira: y hace veinte siglos que vino a los hombres Jesucristo, el Verbo divino, que es la verdad. (…) Es preciso que seamos, en todos los ambientes, mensajeros de esa luz, de esa Verdad divina que salva. El error no sólo obscurece las inteligencias, sino que divide las voluntades. Sólo cuando los hombres se acostumbren a decir y a oír la verdad, habrá comprensión y concordia” (C 5, 5).

Carta 6: acerca de los rasgos característicos de la llamada al Opus Dei y de su misión evangelizadora, al servicio de la Iglesia ( 11 marzo 1940).

“Cumplir la voluntad de Dios en el trabajo, contemplar a Dios en el trabajo, trabajar por amor a Dios y al prójimo, convertir el trabajo en medio de apostolado, dar a lo humano valor divino: ésta es la unidad de vida, sencilla y fuerte, que hemos de tener y enseñar” (C 6, 14).

Carta 7: explica la obra de San Rafael, para la formación cristiana de la juventud (24 octubre 1942).

“Hemos de enseñar, en la obra de San Rafael, que hay que hacer una gran batalla contra la miseria, contra la ignorancia, contra la enfermedad, contra el sufrimiento. Una batalla que se haga a la luz del día, porque no necesitamos jamás nosotros de las sombras de la noche” (C 7, 56).

Carta 8: trata del espíritu de servicio a la Iglesia que caracteriza a la vida de los miembros del Opus Dei (31 mayo 1943).

“Que se os meta bien en la cabeza y en el corazón que no haremos nada, si no somos santos” (C 8, 62).