El inicio de una historia apasionante: el Campus Muengersdorf

En este episodio de 'Fragmentos de historia', la historiadora alemana Barbara Schellenberger nos lleva a los orígenes del Campus Muengersdorf en Colonia, Alemania. A través de sus relatos, exploraremos cómo esta residencia, fundada en 1966, ha desempeñado un papel crucial en la formación integral de estudiantes de diversas partes del mundo.

Barabara Schellenberger es licenciada en Germanística, doctora en Historia y especialista en la historia del catolicismo alemán durante la época del nacionalsocialismo.


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La historia del Campus Muengersdorf en Colonia, Alemania, se remonta casi seis décadas atrás, al año 1966. Desde sus primeros días, esta residencia estuvo abierta a estudiantes de todos los rincones del mundo y de diferentes credos. Su principal misión ha sido proporcionar a las jóvenes una formación integral, enraizada en los valores cristianos, para complementar su educación universitaria. En este episodio, seguiremos los primeros pasos de la residencia y conoceremos cómo surgió la iniciativa y a algunas de las protagonistas de esta historia.

Primeros pasos de la Obra en Colonia

La historia de lo que es hoy el Campus Muengersdorf comenzó el 12 de octubre de 1956, cuando tres jóvenes españolas llegaron a Colonia para establecer la labor apostólica del Opus Dei con mujeres en Alemania. Esas jóvenes eran: Carmen Mouriz, Ana María Quintana y Hortensia Viñes Rueda. En la Estación Central de Colonia les esperaban dos numerarias alemanas: Käthe Retz, profesora asistente en la Universidad de Bonn, y Marlies Kücking, que apenas había empezado sus estudios en la universidad.

Una de ellas, Ana Quintana recordaba que al llegar a la ciudad quedó profundamente impresionada al ver tantos edificios en ruinas y las construcciones que había por todas partes. Alemania, en ese momento, se encontraba inmersa en el proceso de reconstrucción posterior a la Segunda Guerra Mundial. 

Si bien no profundizaré en los detalles económicos y sociales del país en aquel entonces, es relevante señalar un aspecto crucial para nuestra historia: existía una escasez de viviendas para albergar a sus 54 millones de habitantes. Esa escasez, lógicamente, también afectaba a los alojamientos de estudiantes. En el caso particular de Colonia, el número de matriculados en la Universidad y en las Escuelas Técnicas estaba en constante aumento, mientras que la oferta de plazas para alojarlos resultaba insuficiente. 

Para contextualizar esta situación basta con mencionar algunas cifras: a principios de la década de 1960, la Universidad de Colonia contaba con aproximadamente 15.000 estudiantes, de los cuales unas 3.170 eran mujeres. Sin embargo, la ciudad disponía únicamente de 12 residencias estudiantiles, con un total de 1.026 plazas, y sólo 235 estaban destinadas a mujeres.

Las jóvenes del Opus Dei, conscientes o no, respondieron a esta urgente necesidad al establecer una residencia para universitarias en la ciudad de Colonia. San Josemaría les había pedido que sacaran adelante esta iniciativa universitaria con sentido apostólico. Al igual que las residencias surgidas en España a partir de los años 30, y en otras ciudades del mundo durante las dos décadas siguientes, esa residencia en Colonia contribuyó a impulsar el apostolado con jóvenes en Colonia.

Estas cinco mujeres de la Obra no estaban totalmente solas para comenzar este proyecto. Unos años antes habían llegado a Alemania dos sacerdotes del Opus Dei: don Alfonso Par y don Antonio Jiménez. Fueron ellos quienes, tras una larga búsqueda, encontraron un domicilio para las recién llegadas. Se trataba de un apartamento en el segundo piso de un edificio ubicado en Hülchrather Str., n° 6. Si bien el apartamento estaba en bastante mal estado, con la ayuda de algunas conocidas y bastantes obreros, lograron en pocas semanas abrir la Residencia Eigelstein, con plaza para 20 estudiantes. El 2 de diciembre de 1956 se celebró la primera misa allí.

Las primeras mujeres

¿Quiénes eran esas cinco mujeres? La mayor de las tres españolas, Carmen Mouriz García (1925 – 2017) tenía por entonces 31 años. Había estudiado en un colegio alemán en Madrid. Era una mujer de carácter fuerte y habilidades prácticas. Al igual que la mayoría de mujeres jóvenes españolas de clase medía, Carmen no había cursado estudios superiores. En cambio, había realizado un taller de corte y confección. Conoció el Opus Dei a través de sus hermanas que asistían a charlas de formación cristiana en la Residencia Zurbarán, ubicada en Madrid. En 1951, Carmen pidió la admisión en el Opus Dei como numeraria.

Sus habilidades prácticas y su espíritu aventurero fueron clave en los primeros proyectos apostólicos de la Obra en Alemania. Carmen formó parte del gobierno regional del Opus Dei durante muchos años. Más tarde, en 1981 se trasladó a Roma para colaborar en el gobierno central de la Prelatura. En 1988 se instaló en España donde vivió hasta su muerte en 2017.

Ana María Quintana (1928-2022) tenía otro temperamento. Había nacido en Santander en 1928. Desde niña tuvo mucho interés en aprender. En casa de sus padres había muchos libros y además le gustaba visitar una biblioteca cercana. En 1949 obtuvo el título de Contador de Estado. Mientras trabajaba en Bilbao conoció el Opus Dei y en 1952 pidió la admisión como numeraria.

Era una mujer con dotes prácticas y curiosidad intelectual. Hablaba un alemán excelente. Con su modo de ser amigable, se ganaba con facilidad la simpatía de todas las personas que trataba. Durante muchos años fue responsable de la gestión financiera en la Asesoría regional de Alemania. Murió a finales de 2022 con 94 años en Campus Muengersdorf, en cuya construcción ella desempeñó un papel decisivo.

Hortensia Viñes Rueda (1929-2010), la más joven del grupo, tenía un perfil intelectual y académico. Había estudiado filología. Las estudiantes de la época la describen como una persona amable y con sentido del humor. Se desvinculó del Opus Dei después de un tiempo, y regresó a España donde continuó su carrera académica. Se doctoró en la Universidad Complutense de Madrid. Trabajó ocho años en Navarra y, hasta su jubilación, en la Facultad de Ciencias de la Información en Madrid.

Las dos numerarias alemanas que recibieron a las españolas en la estación de Colonia, eran Käthe Retz (1928- 2018) y Marlies Kücking (1936). Käthe era una chica elegante y tenaz, había estudiado psicología en la Universidad de Bonn. Fue allí, a través de un compañero de curso, donde oyó hablar por primera vez sobre el Opus Dei y su mensaje de santificación de la vida cotidiana en medio del mundo. Con el fin de conocer más de cerca este nuevo camino en la Iglesia, resolvió estudiar un semestre en Londres; allí el Opus Dei había comenzado su labor pastoral con mujeres en 1952. Käthe pidió la admisión en la capital inglesa en 1954.

Käthe tenía muy buena reputación académica. Su trato amable y una sana tenacidad le sirvieron para buscar y encontrar un terreno adecuado donde construir el Campus Muengersdorf. En 1960 se trasladó a Austria para comenzar la labor apostólica de la Obra en ese país.

Por su parte, Marlies Kücking había nacido en Colonia en 1936. Su infancia estuvo marcada por la Segunda Guerra Mundial. Luego de que su padre fuera trasladado a un campo de prisioneros y su casa fuera semidestruida, su familia debió instalarse en la casa de su abuela, en las afueras de Bonn. Conoció el Opus Dei por medio de una profesora del colegio. En sus memorias cuenta que su encuentro con la Obra fue «amor a primera vista».

En enero de 1955 asistió por primera vez a una meditación en Bonn que predicó un sacerdote en un alemán muy mejorable. Poco después pidió la admisión a la Obra como numeraria. Hasta 1964 vivió en Alemania, luego se trasladó a Roma para colaborar en la Asesoría Central, uno de los órganos que ayudan en el gobierno del Opus Dei. Actualmente, colabora en el Archivo General de la Prelatura en Roma.

Visita de Josemaría Escrivá

Diez meses después de la llegada de las primeras numerarias a Alemania, san Josemaría Escrivá visitó Colonia acompañado del beato Álvaro del Portillo. Celebró por primera vez la misa en un centro de mujeres en Alemania y luego estuvo con ellas. Les comentó lo mucho que le gustaba la casa y la forma sencilla, pero con mucho gusto, en que estaba amueblada. Aquello le recordaba a la primera residencia de estudiantes ubicada en la calle Ferraz de Madrid. Las animó a soñar con una casa grande y moderna para abrir una nueva residencia. En sus recuerdos, Marlies Kücking escribe:

«El proyecto de buscar una buena casa que pudiera alojar un número elevado de estudiantes podía parecer una locura: ¡apenas podíamos afrontar los gastos más imprescindibles! Éramos pocas y eran menos aún las que ganaban un sueldo (...). Más adelante comprendí, que ese modo suyo tan humano y a la vez sobrenatural de impulsar actividades apostólicas era expresión de su santidad de vida. No quería inquietarnos en vista de la situación en que estábamos, pero al mismo tiempo sí animarnos a buscar una casa más amplia, para que con nuestro trabajo apostólico pudiéramos llegar a más gente. No quiere decir que él esperara que los medios materiales llovieran del cielo, no: pero como hijo de Dios confiaba en la providencia divina. Esta fe le impulsó a hacer cosas que desde un punto de vista meramente humano eran imposibles».

Una residencia grande y moderna

Las jóvenes mujeres se tomaron muy en serio el encargo del Fundador. El primer gran reto fue encontrar un terreno adecuado. No era nada sencillo. Cuando por fin encontraban alguno idóneo, resultaba demasiado costoso. Así estuvieron casi cuatro años, en una especie de montaña rusa de esperanzas y decepciones.

En 1958 y 1960, san Josemaría visitó en varias ocasiones los Centros de Alemania, de camino a otros lugares. En una ocasión, al regresar a Roma comentó admirado que le parecía un milagro lo que sus hijas hacían en Colonia con poco dinero y mucho amor a Dios.

El grupo inicial de esas cinco mujeres fue creciendo gradualmente. Además, varias personas se entusiasmaron con el proyecto de construir una nueva residencia, incluyendo a las propias residentes y algunas mujeres que habían conocido la Obra.

Una de ellas era Helene Steinbach (1924-1984), quien pidió la admisión en 1957, como agregada, la primera de Alemania. Helene trabajaba en una farmacia cercana a la Catedral de Colonia. Entre los clientes le llamó la atención un hombre de porte elegante que con frecuencia iba por la mañana a la farmacia. Como llevaba un misal en la mano, dedujo que iba cada día a misa a la Catedral. Un día le preguntó, sin rodeos, si le podría visitar junto con otra amiga, para exponerle un proyecto importante. Marlies Kücking cuenta en sus recuerdos:

«El barón, sorprendido, accedió. Y así se encaminaron Carmen y Hele al Hotel Excelsior y le explicaron que planeaban construir una residencia de estudiantes. Naturalmente, le hablaron también del Opus Dei. Aquel caballero, Wilhelm Ritter von Winterhalder, quedó impresionado de su fe y su seguridad».

Supieron que el hombre trabajaba en Thyssen, una gran empresa de producción de acero. Se interesó en el proyecto y se comprometió a exponerlo al Dr. Fritz Wecker, del directorio de la empresa en Colonia. Inicialmente, al Dr. Wecker le pareció una idea descabellada. Sin embargo, tras visitar la Residencia Eigelstein para conocer más a fondo qué era todo aquello, cambió de opinión y se comprometió a pagar el solar para la nueva residencia. Pese a los esfuerzos de las chicas, no encontraban nada, por lo que el Dr. Wecker consiguió del Ayuntamiento un terreno más grande de lo esperado. Tenía 2.500 m2 y estaba al oeste de Colonia, cerca de la Universidad y a pocos minutos de la Escuela Superior de Deporte.

A finales de agosto de 1961 se firmó el contrato de compra del solar: otro “imposible” hecho realidad. En agradecimiento las mujeres de la Obra invitaron al Dr. Wecker y su esposa a comer en la Residencia Eigelstein. Él comentó que, al conocer Eigelstein, se había dado cuenta de que en aquella casa no se perdía el tiempo, y además, que se trabajaba con alegría. Le ilusionaba pensar que también sería así en la futura residencia.

La siguiente fase implicaba encontrar financiación para construir el edificio. El notable crecimiento económico de la República Federal de Alemania desde mediados de los años 1950 sugería condiciones favorables para la recaudación de fondos. Pero no fue así y la búsqueda del dinero representó un gran desafío.

Siguiendo el ejemplo de san Josemaría, se recurrió a la intercesión de san Nicolás, intercesor para los asuntos económicos del Opus Dei. Poco a poco fueron llegando pequeñas y medianas donaciones. También diseñaron un plan para financiar el proyecto que incluía la obtención de fondos públicos, considerando su relevancia educativa para la sociedad. Entre 1962 y 1964, hicieron muchas gestiones burocráticas y entrevistas con autoridades, acompañadas de peticiones de oración para obtener respuestas favorables. Finalmente, después de más de dos años de espera, obtuvieron garantías oficiales de cofinanciación.

Por su parte, la Iglesia de Colonia respaldó el trabajo apostólico del Opus Dei. Tanto el cardenal Frings como el vicario general de Colonia, Joseph Teusch, apoyaron el proyecto y colaboraron con dinero en su realización.

Construcción, amueblamiento e inauguración

El rol de las jóvenes como "constructoras" del proyecto no fue menos desafiante que la tarea de lograr recursos económicos. Debían negociar y decidir sobre diversas ofertas, materiales y detalles técnicos, sin ninguna experiencia previa en construcción. Fue un gran alivio para ellas la ayuda de un arquitecto que les ofreció san Josemaría Escrivá en agosto de 1957 y la recepción de los primeros bocetos en 1961.

La fase final del proyecto fue amueblar la casa con un escaso presupuesto. Los desvanes de amigos y conocidos prácticamente se vaciaron. Sorprendía a los obreros ver tantos muebles viejos en una casa nueva. Dulce Sillero, la creativa encargada de las instalaciones, renovó muebles antiguos e incluso creó sillas originales a partir de trozos de camas. Algunas cosieron cortinas y entre todas ayudaron a concretar los detalles.

A principios de febrero de 1966 algunas se instalaron en la nueva residencia estudiantil para supervisar y avanzar con las últimas tareas. El sacerdote don José María Hernández Garnica celebró, el 13 de marzo de 1966, la primera misa en una habitación acondicionada provisionalmente.

Unos meses más tarde, en mayo, se inauguró la nueva residencia a la que pusieron por nombre Müngersdorf, en referencia al barrio en que está ubicada.

Para celebrar la apertura, en el salón de actos tuvo lugar una conferencia del profesor Werner Beinhauer (1896-1983), catedrático de Filología románica e hispánica de la Universidad de Colonia. La casa se llenó de estudiantes. Fue el comienzo de una prolongada serie de actos académicos en colaboración con la Universidad de Colonia.

Una mirada hacia atrás

Desde que el Fundador confió a aquellas jóvenes el encargo de construir en Colonia una residencia de estudiantes grande y moderna, transcurrieron casi diez años de mucho trabajo. Desde una perspectiva humana, estas jóvenes lograron una hazaña notable. Sin embargo, según su percepción, tan solo secundaron con confianza el consejo del fundador y se apoyaron en la Providencia. Paralelamente, el número de mujeres del Opus Dei en Alemania creció significativamente, y algunas contribuyeron a la expansión apostólica por Holanda, Austria y Suiza.

Durante los casi 60 años que han transcurrido desde la inauguración de la residencia de estudiantes Müngersdorf, más de tres mil universitarias de 84 países han vivido en ella o frecuentado sus actividades. En este tiempo, por Müngersdorf han pasado reconocidos escritores, artistas, políticos y pensadores contemporáneos. Se han organizado seminarios, grupos de discusión y conferencias, además de diversos proyectos sociales. Las jóvenes que participan en estas actividades se enriquecen como personas y ciudadanas y, si así lo desean, también como creyentes.

En 2009, se llevaron a cabo reformas en el edificio y se cambió el nombre la Residencia de Estudiantes Müngersdorf a “Campus Muengersdorf”, un concepto que engloba tres espacios en uno: la Residencia Universitaria, el Domestic Management Center y el Conference Center. Tanto su infraestructura como sus actividades han sido adaptadas para satisfacer las necesidades de los estudiantes del siglo XXI.

Desde 2017, el séptimo piso de la Residencia se ha destinado a un proyecto piloto de "vida intergeneracional", ahora muy en moda en Alemania, en el que residen también personas ancianas. Ana Quintana, una de las pioneras del "proyecto Müngersdorf", falleció a los 94 años en este mismo edificio, siendo muy apreciada por las residentes más jóvenes, con las que había entablado amistad durante sus horas de voluntariado como recepcionista de la residencia. Este proyecto muestra un intercambio enriquecedor entre mujeres de diferentes generaciones, donde cada día se aprende y se disfruta mutuamente.