Muy humanos, muy divinos (VIII): La batalla de nuestra formación
En este octavo artículo nos detenemos en algunas actitudes y consejos que nos disponen mejor para ser semilla fértil en nuestro lugar en el mundo.
Pedro al timón, Dios en la barca: unión con el Papa
El testimonio de san Josemaría y de los santos sobre el amor al Papa y la confianza en Dios
Muy humanos, muy divinos (VII): Nuestro trabajo, levadura de Dios
En este séptimo artículo descubriremos algunas virtudes del trabajo que se esconden en una imagen que usó Jesús: la de aquella mujer que hace pan para muchas personas. El desafío es transformar nuestras tareas diarias en amor para quienes nos rodean.
Muy humanos, muy divinos (VI): Hasta ponerlo por obra
Pararse a pensar, escoger el camino, pasar a la acción. Tres momentos esenciales que dan forma a la prudencia, la virtud necesaria para hacer el bien en el único lugar real: aquí y ahora.
Muy humanos, muy divinos (V): Para poder ser amigos
Toda amistad genuina supone un esfuerzo tanto por entrar en la vida de los demás como por dejar que tengan espacio en nosotros; en este quinto artículo repasamos algunas virtudes que nos lo facilitan.
Muy humanos, muy divinos (IV): Nosotros, el hábitat de las virtudes
Nuestro anhelo de ser mejores se alimenta del clima en el que vivimos y, a la vez, fructifica en las relaciones con los demás.
Muy humanos, muy divinos (III): Buscar los sentimientos de Cristo
En este tercer artículo nos adentramos en el corazón de las virtudes: qué son, cómo orientan nuestra afectividad y por qué nos hacen más libres.
Los demás son nuestros (II): la corrección fraterna
La corrección fraterna es un fruto de la cercanía con la otra persona y supone mirarla con la amplitud con que lo hace Dios.
Los demás son nuestros (I): la corrección fraterna
La amistad y la amabilidad son el terreno fértil de la corrección fraterna; Dios actúa en nuestras relaciones para sacar lo mejor de cada uno.
Un canto de alabanza y amor: el Trium Puerorum
El Trium Puerorum es un canto de alabanza a Dios, que la Iglesia aconseja rezar después de la Santa Misa. La naturaleza entera, con el sol, las estrellas, los rayos, las nubes o los mares, se une a ese canto incoado por tres jóvenes judíos del Antiguo Testamento.