Evangelio del jueves: mirar con los ojos de Jesús

Comentario del jueves de la 16.ª semana del tiempo ordinario. “¿Por qué les hablas con parábolas?”. El mensaje profundo y liberador que encierran las parábolas de Jesús solo puede ser asimilado por aquellos que ponen su confianza en el Señor.

Evangelio (Mt 13, 10-17)

Los discípulos se acercaron a decirle:

—¿Por qué les hablas con parábolas?

Él les respondió:

—A vosotros se os ha concedido el conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no se les ha concedido. Porque al que tiene se le dará y tendrá en abundancia; pero al que no tiene incluso lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo con parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. Y se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice:

Con el oído oiréis, pero no entenderéis;

con la vista miraréis, pero no veréis.

Porque se ha embotado el corazón de este pueblo,

han hecho duros sus oídos,

y han cerrado sus ojos;

no sea que vean con los ojos,

y oigan con los oídos,

y entiendan con el corazón y se conviertan,

y yo los sane.

Bienaventurados, en cambio, vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. Porque en verdad os digo que muchos profetas y justos ansiaron ver lo que estáis viendo y no lo vieron, y oír lo que estáis oyendo y no lo oyeron.


Comentario

Los discípulos preguntaron a Jesús por qué hablaba en parábolas. El Maestro les hace ver que predica “los misterios del Reino”. Para los hombres son difíciles de entender directamente. Por eso emplea un lenguaje figurado, con imágenes cercanas a los oyentes y que se refieren veladamente a los misterios.

En su explicación a los discípulos, Jesús dice: “al que tiene se le dará y tendrá en abundancia; pero al que no tiene incluso lo que tiene se le quitará” (v. 12). La frase nos inquieta porque parece una injusticia. En cambio, Jesús explica de esta manera que quien no recibe con buena voluntad el evangelio y la gracia, se hace incapaz para entenderlo y para recibir más. En cambio, quien se dispone dócilmente a dejarse transformar por la palabra de Dios —que eso hacían los discípulos— no solo recibe la gracia de la conversión, sino que se hace apto para recibir más gracia aún.

Sorprende la cita de Isaías que emplea Jesús: “no sea que vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan con el corazón y se conviertan, y yo los sane” (v. 15). En realidad, el Señor recurre aquí a la ironía, precisamente para lamentarse de que sus oyentes están cumpliendo, con su libre correspondencia, la profecía de Isaías, a pesar del afán que tiene el Señor por salvarlos. En efecto, aunque muchos veían los milagros que Jesús hacía y tenían quizá más capacidad que los doce para comprender sus palabras, libremente hacían oídos sordos al mensaje y se sumían en una ceguera voluntaria.

En nuestro día a día, quizá nos ocurra que no entendemos algún punto de nuestra fe, de la moral o una acción que nos causa dolor y nos parece injusto. En estas ocasiones, no pongamos nuestra confianza en nuestro propio entendimiento sino en el Señor que nos invita a levantar la mirada y ponernos en un plano sobrenatural. Es lógico que, a veces, no entendamos, ese es el momento de poner nuestra confianza en el Señor y pedir luz al Espíritu Santo para procurar comprender. Tampoco los discípulos pueden entenderlo todo. El mensaje profundo y liberador que encierran las parábolas de Jesús solo puede ser asimilado por aquellos que ponen su confianza en el Señor.

Pablo M. Edo / Unsplash