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1. Introducción. Manifestar la imagen de Dios con una fe hecha vida.
2. Meditación I. Las bienaventuranzas.
3. Meditación II. Los milagros de Jesús.
4. Charla.
5. Lectura espiritual.
6. Examen de conciencia.
Introducción. Manifestar la imagen de Dios con una fe hecha vida
Al contemplar las bienaventuranzas de aquellos que tienen hambre y sed de justicia, de los misericordiosos, los limpios de corazón, los pacíficos, y los perseguidos por la justicia, descubrimos nuestra llamada a ser reflejos vivos de la bondad de Dios. Estas actitudes no son meras tareas sino expresiones de una fe profunda que se manifiesta en acciones concretas. Son formas en que podemos mostrar al mundo la imagen de Dios que llevamos dentro.
Los milagros del Señor, como los realizados en favor del centurión, la cananea, la hemorroísa, el paralítico y Bartimeo, nos muestran el poder de una fe viva y operativa. Son ejemplos vivos de cómo nuestra fe puede transformar la realidad. Como ellos, estamos llamados a confiar en la providencia paternal de Dios, incluso cuando no entendemos sus caminos. San Josemaría resumía con su frase "omnia in bonum", la convicción de que la fe es una fuente inagotable de serenidad, alegría y optimismo.
La fe, alimentada y sostenida por la gracia de Dios, transforma nuestra vida ordinaria. Cada día nos enfrentamos a situaciones previstas e imprevistas, retos familiares, malentendidos y desafíos laborales. En estos momentos, más que nuestros propios esfuerzos, es la fe, un regalo de Dios, la que nos lleva a buscar Su mano amorosa, a reconocer Su presencia y guía en cada situación. Esta perspectiva de fe, arraigada en la humildad y la conciencia de nuestra necesidad de Dios, nos permite abordar las dificultades no como meros obstáculos, sino como oportunidades para crecer. Y para implorar la asistencia divina, permitiendo que la imagen de Dios se manifieste en nuestras vidas de una manera más clara y fiel.
Opción 1. Meditación: Las bienaventuranzas.
Opción 2. Las bienaventuranzas. Explicación del Papa Francisco en Ex. Apostólica Gaudete et exultate, nn. 63 y ss.
Segunda meditación
Opción 1. Audio meditación 2 - Los milagros del Señor.
Opción 2: Papa Francisco. Acostumbrarse a releer la propia vida para notar los pequeños milagros.
Charla
Carta de san Josemaría “Sobre la misión del cristiano en la vida social”.
Lectura
La actividad que santifica. Ex. Apostólica Gaudete et exultate del Papa Francisco, nn. 25-31.
Examen de conciencia
Acto de presencia de Dios
1. «Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia» (Mt 5, 7). ¿La experiencia de la misericordia infinita que Dios tiene conmigo me mueve a tener con los de mi alrededor «un corazón de carne» y no «de piedra» (Ez 36, 26)?
2. «Bienaventurados los limpios de corazón, porque verán a Dios» (Mt 5, 8). ¿Cuido mi corazón para ver a cada persona como la ve Dios: en toda su integridad, dignidad, etc.? ¿Fomento el amor y el cariño con las personas que convivo o tengo más cerca?
3. «Bienaventurados los pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios» (Mt 5, 9). ¿Con qué detalles procuro crear a mi alrededor un ambiente sereno, acogedor y alegre, para que en mi hogar todos se encuentren a gusto?
4. «Quizá éramos ciegos, o sordos, o lisiados, o hedíamos a muerto, y la palabra del Señor nos ha levantado de nuestra postración» (Amigos de Dios, n. 262). ¿Le doy gracias a Dios por todo lo que ha hecho conmigo y estoy convencido de que él puede hacer lo mismo en otras almas?
5. «Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien; a los cuales ha llamado conforme a su designio» (Rm 8, 28). ¿Procuro descubrir detrás de todo lo que sucede
–también en los acontecimientos imprevistos– la mano providente de mi Padre Dios? ¿Pido al Señor crecer interiormente –en caridad, esperanza y fe– en las situaciones adversas?
6. «Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos» (Flp 4, 4). ¿Fomento en mi alma la alegría de ser hijo de Dios y procuro transmitirla a los demás?
7. «Jesús le dijo: “Yo iré y le curaré”. Pero el centurión le respondió: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa”» (Mt 8, 7-8). Al meditar los milagros del Señor, ¿soy audaz como el centurión de Cafarnaún, que pide con una fe viva? ¿Pido esta misma fe para mi cónyuge, mis hijos, mis amigos?
Acto de contrición