94 días de encierro en la residencia de mayores, y sin contagios

El 9 de marzo Ramón decidió que la mejor manera de proteger a las personas mayores era cerrar y no permitir visitas. En estos tres meses, él y su equipo, han procurado que los residentes mantuvieran el contacto con sus familias, además de cuidarles con especial esmero.

Regento una residencia de mayores en la Cistiérniga, una población cercana a Valladolid, con cerca de 50 mayores a nuestro cargo (los 20 que tenemos de día ahora no vienen), en la que hacemos de todo: desde cambiar pañales a reparar instalaciones.

Cerrar la Residencia fue una decisión difícil y los familiares no lo entendieron muy bien

Hoy 11 de junio llevamos más de 90 días sin visitas en nuestro Centro. Nunca habíamos tenido horario de visitas y, sin embargo, el 9 de marzo decidimos que la mejor manera de proteger a las personas mayores era cerrar a cal y canto. Fue una decisión difícil y los familiares no lo entendieron muy bien... Pero como a día de hoy no tenemos ningún contagio nos llaman muy agradecidos por aquella decisión, máxime cuando desgraciadamente abundan las noticias de contagios masivos en otras entidades similares.

Las personas que aquí se encuentran son muy sensibles a la muerte. En nuestro Centro todos los años fallecen unas 12 o 14 personas, con mucho dolor para todos. Sabemos que tiene que suceder así. De hecho pienso que un problema de nuestra sociedad es que obviamos la certeza de la muerte, sin la cual no tendría sentido la vida.

Ramón regenta un geriátrico cerca de Valladolid (España)

En mi día a día, mientras trabajo, le encomiendo al Señor las almas y los cuerpos de los residentes y ofrezco el dolor de los que no pueden o no saben ofrecerlo. Durante algunos días del confinamiento la situación fue muy crítica por el miedo al coronavirus. Pero especialmente me tranquilizaba en dos situaciones: cuando seguía la misa por televisión junto a mi mujer, y cuando era consciente de que, al cuidar a los mayores, imitaba el apostolado de los apostolados, que es el servicio, mientras pedía a Dios que mis hijos le siguieran con fe y alegría.

En contacto con las familias

Durante estos tres largos meses hemos procurado suplir la ausencia de la visitas de familiares volcándonos más con cada residente y multiplicando las muestras de afecto. Las videollamadas diarias a familiares y el contacto de la Dirección con los parientes ha facilitado que estuvieran serenos. También hemos incrementado y dado más vida con múltiples actividades que organizamos a diario: de chico acudí a una asociación juvenil del Opus Dei y nos conectamos a varios festivales que emitieron en directo, que los residentes disfrutaron por la pantalla.

Durante estos tres largos meses hemos procurado suplir la ausencia de la visitas de familiares volcándonos más con cada residente

Desde el principio hemos tratado de calmar a la población y a las familias con escritos, noticias en las redes cada dos o tres días, y con los grupos de difusión de WhatsApp.

La información era, es y será transparente y continua. Nuestro pensamiento fue: “Si entra el virus lo diremos y si no entra también”. La situación mejoró hace un mes cuando los familiares pudieron ver a sus mayores a través de la valla metálica, como se hizo eco un medio de comunicación. Y desde el ocho de junio los familiares pueden entrar al jardín para -guardando mucho las distancias- verles más de cerca, en muchos casos por primera vez.

Ahora, desde el ocho de junio, los familiares pueden entrar al jardín

En los hospitales muchos pacientes llevan un arma llamada covid-19 pero no saben si está cargada, si están contagiando a otros... Lógicamente, por lo que me cuentan algunos sanitarios, muchos profesionales están asustados porque pueden contagiarse con los pacientes y sus familias corren ese riesgo. En la residencias, sin embargo, es todo lo contrario: los que llevamos el arma -sin saberlo- podemos ser los trabajadores, que encima traemos el arma a un lugar en el que -en caso de contagio-, el peligro es enorme para los residentes. Pero la conclusión es la misma tanto para hospitales como para las residencias: trabajamos con miedo. No es un temor irracional, es un temor real y luchamos todos los días para que no nos impida hacer las cosas bien.

Para las personas que trabajamos en el sector sanitario en un momento ideal para ofrecer nuestro trabajo al Señor

Estoy convencido que para las personas que trabajamos en el sector sanitario es un momento ideal para ofrecer nuestro trabajo al Señor, ya que le añadimos un plus de esfuerzo y sacrificio a nuestro trabajo, así como un momento para abandonarnos en nuestro Padre Dios, cuando la cosa se pone más cuesta arriba.

Rezad por nosotros. No desfallecemos en nuestra labor diaria, pero el cansancio mental es otra cosa... Pero a mí se me olvida con la frase de una señora mayor que, cuando le preguntaba “¿Cómo estás?”, contestaba con una sonrisa: “¡Mal, gracias a Dios!”. Pues así estamos ahora: ¡Mal, pero siempre gracias a Dios!