La fiesta del beato Álvaro en Barracas

Con motivo de la fiesta del beato Álvaro, el obispo auxiliar de Buenos Aires y vicario para la pastoral en Villas de Emergencia, Mons. Gustavo Carrara, presidió el sábado 12 de mayo una misa en la capilla del colegio Nuestra Señora del Buen Consejo, del barrio porteño de Barracas. Compartimos una nota publicada por la agencia AICA.

El obispo auxiliar de Buenos Aires y vicario para la pastoral en Villas de Emergencia, monseñor Gustavo Oscar Carrara, presidió el sábado 12 de mayo una misa concelebrada en la capilla del colegio Nuestra Señora del Buen Consejo, en el barrio porteño de Barracas. La celebración se llevó a cabo en la memoria litúrgica del beato Álvaro del Portillo (1914-1994), obispo que fue prelado del Opus Dei.

Concelebraron los presbíteros Fabricio Melchiori, vicario delegado de la Prelatura del Opus Dei para Buenos Aires; Pedro Velasco Suárez, capellán del colegio Nuestra Señora del Buen Consejo; Juan Llavallol y Alejandro Cagnoni, miembros de la Vicaría Regional del Opus Dei para la Argentina, el Paraguay y Bolivia; Diego Piccardo, miembro de la Delegación de la Prelatura del Opus Dei en Buenos Aires, y Jose María Klappenbach, del Consejo Presbiteral de la arquidiócesis de Buenos Aires.

Todos los sacerdotes concelebrantes, más el presbítero Manuel de Elía que actuó de maestro de ceremonia, y otros dos que atendieron confesiones, pertenecen a la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei.

El Evangelio fue leído por el presbítero Llavallol y luego el obispo pronunció la homilía en la que habló de la vocación a la santidad, diciendo que los santos nos muestran los caminos: cada uno de nosotros tiene que descubrir la santidad a que Dios lo ha llamado. Señaló el amor al Papa de don Alvaro -así era conocido el beato y de ese modo lo nombró el obispo varias veces- y se explayó sobre la última exhortación apostólica del papa Francisco “Gaudete et exsultate”, acerca del llamado a la santidad en el mundo actual. También mencionó a San Josemaría (1902-1975, fundador del Opus Dei.

Hacia el final, dijo unas palabras el presbítero Velasco Suárez, que contó un favor recibido de Don Alvaro en el colegio.

Antes de impartir el obispo la bendición a los fieles, el presbítero Melchiori le agradeció "que nos haya acompañado", con sus palabras y su aliento para seguir el camino que el Papa promueve. Recordó que San Josemaría impulsó tantas iniciativas similares a ésta y citó las palabras de saludo del papa Francisco con motivo de los cien años del colegio Nuestra Señora del Buen Consejo, que dijo: "Han sabido sembrar bien. Por favor, sigan por ese camino".

Al término de la celebración eucarística monseñor Carrara bendijo la placa colocada a la entrada del colegio, que la Villa 21 y la parroquia Virgen de los Milagros de Caacupé, de la misma villa, obsequiaron al colegio Nuestra Señora del Buen Consejo con motivo de sus 100 años recientemente cumplidos.

Por qué se recordó a don Álvaro en Barracas

Beatificado por el papa Francisco en 2014, don Álvaro fue el primer sucesor del fundador del Opus Dei, San Josemaría, y uno de los amigos y ayudas más cercanas de San Juan Pablo II. También conoció bien a Juan XXIII y trabajó mucho con Pablo VI: fue el secretario de la comisión de la "Presbyterorum Ordinis" en el Concilio Vaticano II, cuando era un sacerdote joven de poco más de 40 años.

El beato Álvaro del Portillo fue quien, en 1988, promovió e insistió en que el Opus Dei se hiciera cargo del colegio Nuestra Señora del Buen Consejo en la Argentina (Barracas), con el propósito de sostener una obra social mediante la educación de los niños de la cercana villa de emergencia 21, la mayor de la capital argentina. El beato promovió muchas iniciativas sociales en América Latina, en África (Uganda, Nigeria, Kenia, Costa de Marfil, Congo), en Asia (sobre todo en Filipinas) y en Europa.

El capellán relató un increíble favor del beato al colegio e invitó, una vez finalizada la ceremonia, a que la gente viera el jardín de infantes fruto del generoso aporte de un matrimonio. Hace unos años, en una misa concelebrada en la capilla, el capellán pidió interiormente en el ofertorio: "Don Álvaro: ¡un Jardín de Infantes!", No tenemos más lugar: un edificio!"... A los 20 minutos de que pidiera eso, apareció la señora de ese matrimonio, que contribuía anteriormente con becas para pequeñas alumnas. Al salir la procesión de la iglesia, se le acercó esta señora al capellán y le preguntó: "¿Qué le hace falta aquí?". "¡Un Jardín de Infantes!", contestó él. Y no pudieron seguir hablando, había que acompañar al obispo presente en ese acto. Al día siguiente temprano volvió esta mujer. El capellán, sorprendido, le dijo:

-"¿"Otra vez aquí?" ¡Qué bueno verla tan rápido!"...

-¡Es que lo vamos a hacer nosotros, mi marido y yo!

-¿Qué cosa?

-¡El Jardín de Infantes!

-¿Qué Jardín de Infantes?

-El que me dijo ayer…

- ¡¡Ahhh!!...

El presbítero Velasco Suárez apuntó: “¡Lo hicieron tres meses después y comenzó a funcionar el año siguiente! Ni un peso pusimos, era muy caro y es muy bueno: 210 chicos y chicas de 3 a 5 años... ¡Flor de milagro!...”.

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