Después de casi veintidós años casados, mi mujer y yo miramos hacia atrás y no vemos más que motivos para dar gracias a Dios.
Aquel curso de Primeros pasos fue como una especie de manual de instrucciones que nos sirvió para afrontar la llegada de la primogénita con la mayor dignidad posible
Todavía recuerdo el primer curso de orientación familiar que hicimos cuando estábamos esperando a nuestra hija mayor, que ya está en su tercer año de Universidad. Aquel curso de Primeros pasos fue como una especie de manual de instrucciones que nos sirvió para afrontar la llegada de la primogénita con la mayor dignidad posible. Ciertamente, lo que allí aprendimos marcó pautas que nos sirvieron muchísimo para los niños que fueron viniendo después. Y además, conocimos a un buen grupo de matrimonios, tan inexpertos en aquel momento como lo éramos nosotros; supongo que esa común inexperiencia y el respeto que nos producía a todos lo que se nos venía encima fueron las principales causas de que nos riéramos mucho y de que forjáramos amistades que mantenemos hasta hoy.
Después vinieron otros cursos que nos acompañaron en el crecimiento de nuestros hijos y que nos aportaron un buen bagaje para abordar las etapas que se fueron sucediendo.
Suelo decir que en las familias numerosas hacemos de la necesidad virtud y que las circunstancias en las que vivimos facilitan bastante la educación de los hijos. La estrecha convivencia hace a todos más tolerantes y, como no suelen sobrar las cosas, educar en la templanza resulta más sencillo.
En una ocasión, una de nuestras hijas nos preguntó si éramos pobres. Sin pensarlo -yo creo que el Espíritu Santo me sopló la respuesta-, le contesté que no éramos pobres, sino progres
Es verdad que el contraste entre la vida que llevan en casa y la que ven en algunos de sus compañeros y amigos hace que, a veces, los niños se planteen cuestiones. En una ocasión, una de nuestras hijas nos preguntó si éramos pobres. Sin pensarlo -yo creo que el Espíritu Santo me sopló la respuesta-, le contesté que no éramos pobres, sino progres. Luego mi mujer y yo comentamos divertidos que, efectivamente, en la sociedad que nos ha tocado vivir, un estilo de vida sobrio es una cosa bastante progre. Situaciones como esta nos han servido para hablar con nuestros hijos de la enorme suerte que tienen de ser nueve hermanos, a pesar de que no nos podamos permitir algunas cosas.
Voluntariado familiar
En este sentido, también hemos procurado hacerles ver que son muy afortunados: comen todos los días, reciben una buena educación…, y que hay muchos niños como ellos que pasan necesidad. Para inculcarles esto, fue muy útil la actividad de voluntariado familiar que organiza el colegio al que acuden nuestros hijos. Un par de veces al trimestre, dedicábamos la mañana del sábado a acompañar a niños con discapacidad de familias desfavorecidas. Conocer el sitio donde vivían y experimentar de cerca sus necesidades abrió los ojos de nuestros hijos y les ayudó a valorar más todo lo que tienen. Los mayores participan de actividades de solidaridad que organiza también el colegio o los clubes juveniles a los que acuden.
Un par de veces al trimestre, dedicábamos la mañana del sábado a acompañar a niños con discapacidad de familias desfavorecidas
Por circunstancias profesionales, hemos vivido en tres ciudades distintas de España, lo cual ha propiciado que hayamos conocido a mucha gente. El número de hijos que tenemos suele provocar una primera reacción de asombro, a la que sigue normalmente una expresión de simpatía y, con el tiempo, muchas conversaciones sobre la educación de los hijos y cuestiones más de fondo a las que va conduciendo la amistad. Al final, todo acaba en la necesidad de la ayuda de Dios para llevar con garbo y alegría un tipo de vida muy divertida, pero que tiene, sin duda, sus renuncias. Ser padre de familia numerosa te convierte en un referente, y eso me ha facilitado hablar con mis amigos de la vida cristiana que deseo tener, que comparto con mi mujer y que procuramos transmitir a nuestros hijos y a todas las personas con las que tenemos amistad.
Últimamente, en nuestra parroquia, y en la línea de lo que está pidiendo el Papa Francisco, hemos empezado a colaborar en una labor de acompañamiento de parejas que se van a casar o recién casadas
Últimamente, en nuestra parroquia, y en la línea de lo que está pidiendo el Papa Francisco, hemos empezado a colaborar en una labor de acompañamiento de parejas que se van a casar o recién casadas. Esto nos ha servido para abrir las puertas de nuestra casa a parejas jóvenes y mantener largas y distendidas conversaciones sobre el matrimonio en la Iglesia, la ayuda que proporciona la gracia sacramental, la educación de los hijos… Esas conversaciones han sido siempre muy positivas y tienen la fuerza de lo vivido. La novedad de los invitados siempre despierta la curiosidad de los niños que se asoman con cualquier excusa mientras charlamos, lo cual acaba haciendo de nuestro encuentro una especie de sesión práctica.
Un corresponsal en Finlandia
Aparte de bendecirnos con un buen número de hijos -y otros tres que no llegaron a ver la luz y que nos están esperando en el cielo-, el Señor nos ha bendecido ya con la vocación de alguno de ellos. Hace algo más de un año, Santiago nos comunicó que se quería ir a apoyar la labor del Opus Dei a Finlandia. Nos pareció muy bien. Como nos dijo el entonces prelado, Mons. Javier Echevarría, ahora somos "protagonistas de la labor apostólica del Opus Dei, también en Finlandia".
Hace algo más de un año, Santiago nos comunicó que se quería ir a apoyar la labor del Opus Dei a Finlandia
Esta circunstancia me ha dado pie para hablar con mis amigos, para quienes mi familia es como una caja de sorpresas -¡a Finlandia!-, y explicarles, sobre todo a aquellos más alejados de la práctica religiosa, que la fe te pone en la dimensión de Dios, y hace que se vea con gran naturalidad lo que a los ojos humanos puede parecer una locura. Les cuento, además, que mi hijo se ha comprometido con Alguien que no le va a fallar nunca, y que eso me da una gran tranquilidad.
Acabo con una anécdota finlandesa. El año pasado vino a Madrid un sacerdote de la Obra, que es vicario de la Diócesis de Helsinki y ha vivido en la misma casa que mi hijo. Venía a presentar un libro acompañado de su amigo Juhani, pastor luterano. Al día siguiente de la presentación los dos vinieron a cenar a casa. Se dio la coincidencia de que era el cumpleaños de una de mis hijas y el de Juhani, y lo celebramos a base de pizza -menú obligado en las celebraciones de cumpleaños de mi casa- y un par de tartas con sus correspondientes velas. Lo pasamos estupendamente y yo pude hablar largo y tendido con Juhani del trabajo conjunto de las Iglesias cristianas para combatir con el calor de la fe el tremendo frío de indiferencia que asola a la Europa del norte. Juhani estaba muy sorprendido con el bullicio de mi casa e hizo muchas fotos de nuestra celebración con su móvil.
El año pasado vino a Madrid un sacerdote de la Obra, que es vicario de la Diócesis de Helsinki y ha vivido en la misma casa que mi hijo. Venía a presentar un libro acompañado de su amigo Juhani, pastor luterano
A menudo hablo con mi mujer de "la que hemos organizado" en estos casi veintidós años. Lo cierto es que no la hemos organizado nosotros, que jamás habríamos soñado con una familia tan estupenda. Teniendo en cuenta Quién está detrás de todo esto, no me cabe duda de que nos esperan muchas sorpresas más en los próximos veintidós años. Por lo menos.
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Otra historia de la familia Una franja de catorce kilómetros y, sin embargo…