«Hacer compatibles las cosas compatibles»

“La herencia de Mons. Escrivá de Balaguer”, escrito por Luis Ignacio Seco.

Mis amigos –señala Manuel, el industrial catalán– me aprecian, y saben que soy del Opus Dei. Me sucede como a todo el mundo: entre amigos se llega a explicar mutuamente los problemas que tenemos los dos, y esto da lugar a aconsejar, a explicar cómo hacer perfectamente compatibles el trabajo, los deberes familiares, nuestros deberes personales como católicos... Se habla de la necesidad de la dirección espiritual, de prácticas de piedad, de trazarse algún plan para ir a Misa y estar unas cuantas veces a solas con Dios, con la Virgen, y trabajando como un indio, para mejorar a la sociedad en lo que uno puede, de vez en cuando acordarse de que lo haces porque Dios lo quiere y se lo ofreces, tenerle presente, y con estas explicaciones ya estás poniendo en línea a tus amigos. Antes para mí el trabajo era más importante que la familia, pero en el Opus Dei he aprendido a hacer compatibles las cosas compatibles... ¿Qué hizo Jesús en la tierra?

¿Es que empezó a ser Dios a los treinta años? No. Siendo Dios, estuvo trabajando como yo hasta los treinta años. Hizo como yo: darle vueltas al bombo... Si pensamos cómo lo hacía y por qué lo hacía, vemos que podemos hacer como Él. Igual da clavar clavos que hacer investigación geológica, y, como dijo Santa Teresa, Dios está también entre los pucheros, y está también entre nuestras máquinas. Es ir a Dios y decirle: «Si sale bien, gracias», «si sale mal, gracias», o de otras maneras. Y el que hace política igual: que cada cual la haga a su manera, como quiera, cada uno cumpliendo su deber y con rectitud, que a Dios no se le pueden ofrecer barbaridades... ¿De qué va a servir todo esto, si todos hemos nacido igual y terminamos igual? ¿De qué, si no es para Dios? Lo único importante de verdad es acrecentar la caridad, la fe, la esperanza, el amor al prójimo, la frecuencia de sacramentos, la relación con Dios, tratar bien a los demás, que la casa no sea un funeral, sino que haya alegría...