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“María, maestra de oración”

El amor a nuestra Madre será soplo que encienda en lumbre viva las brasas de virtudes que están ocultas en el rescoldo de tu tibieza. (Camino, 492)

Textos diarios

“El Santo Rosario es arma poderosa”

El Santo Rosario es arma poderosa. Empléala con confianza y te maravillarás del resultado. (Camino, 558)

Textos diarios

“¡Madre! -Llámala fuerte, fuerte”

¡Madre! -Llámala fuerte, fuerte. -Te escucha, te ve en peligro quizá, y te brinda, tu Madre Santa María, con la gracia de su Hijo, el consuelo de su regazo, la ternura de sus caricias: y te encontrarás reconfortado para la nueva lucha. (Camino, 516)

Textos diarios

“Con María, ¡qué fácil!”

Antes, solo, no podías... –Ahora, has acudido a la Señora, y, con Ella, ¡qué fácil! (Camino, 513)

Textos diarios

“María, maestra de caridad”

A la hora del desprecio de la Cruz, la Virgen está allá, cerca de su Hijo, decidida a correr su misma suerte. –Perdamos el miedo a conducirnos como cristianos responsables, cuando no resulta cómodo en el ambiente donde nos desenvolvemos: Ella nos ayudará. (Surco, 977)

Textos diarios

“María está junto a ti”

No estás solo. -Lleva con alegría la tribulación. -No sientes en tu mano, pobre niño, la mano de tu Madre: es verdad. -Pero... ¿has visto a las madres de la tierra, con los brazos extendidos, seguir a sus pequeños, cuando se aventuran, temblorosos, a dar sin ayuda de nadie los primeros pasos? -No estás solo: María está junto a ti. (Camino, 900)

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“Una Madre que nunca nos abandonará”

No estás solo. –Ni tú ni yo podemos encontrarnos solos. Y menos, si vamos a Jesús por María, pues es una Madre que nunca nos abandonará. (Forja, 249)

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“Ten una devoción intensa a nuestra Madre”

Invoca a la Santísima Virgen; no dejes de pedirle que se muestre siempre Madre tuya: «monstra te esse Matrem!», y que te alcance, con la gracia de su Hijo, claridad de buena doctrina en la inteligencia, y amor y pureza en el corazón, con el fin de que sepas ir a Dios y llevarle muchas almas. (Forja, 986)

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“¡Tú y yo sí que necesitamos purificación!”

«Cor Mariae perdolentis, miserere nobis!» –invoca al Corazón de Santa María, con ánimo y decisión de unirte a su dolor, en reparación por tus pecados y por los de los hombres de todos los tiempos. –Y pídele –para cada alma– que ese dolor suyo aumente en nosotros la aversión al pecado, y que sepamos amar, como expiación, las contrariedades físicas o morales de cada jornada. (Surco, 258)

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“María, reina de la paz”

María, Regina pacis, reina de la paz, porque tuviste fe y creíste que se cumpliría el anuncio del Ángel, ayúdanos a crecer en la fe, a ser firmes en la esperanza, a profundizar en el Amor. Porque eso es lo que quiere hoy de nosotros tu Hijo, al mostrarnos su Sacratísimo Corazón (Es Cristo que pasa, 170).

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