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1. Introducción.
2. Meditación I. Las bienaventuranzas.
3. Meditación II. Los milagros de Jesús.
4. Charla.
5. Lectura espiritual.
6. Examen de conciencia.
Introducción
Puede haber muchas teorías sobre lo que es la santidad, abundantes explicaciones y distinciones. Esa reflexión podría ser útil, pero nada es más iluminador que volver a las palabras de Jesús y recoger su modo de transmitir la verdad. Jesús explicó con toda sencillez qué es ser santos, y lo hizo cuando nos dejó las bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-12; Lc 6,20-23). Son como el carnet de identidad del cristiano. Así, si alguno de nosotros se plantea la pregunta: «¿Cómo se hace para llegar a ser un buen cristiano?», la respuesta es sencilla: es necesario hacer, cada uno a su modo, lo que dice Jesús en el sermón de las bienaventuranzas. En ellas se dibuja el rostro del Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestras vidas.
La palabra «feliz» o «bienaventurado», pasa a ser sinónimo de «santo», porque expresa que la persona que es fiel a Dios y vive su Palabra alcanza, en la entrega de sí, la verdadera dicha.
Papa Francisco, Ex. Apostólica Gaudete et exultate, nn. 63-64.
Las bienaventuranzas dibujan el rostro de Jesucristo y describen su caridad; expresan la vocación de los fieles asociados a la gloria de su Pasión y de su Resurrección; iluminan las acciones y las actitudes características de la vida cristiana; son promesas paradójicas que sostienen la esperanza en las tribulaciones; anuncian a los discípulos las bendiciones y las recompensas ya incoadas; quedan inauguradas en la vida de la Virgen María y de todos los santos.
La bienaventuranza prometida nos coloca ante opciones morales decisivas. Nos invita a purificar nuestro corazón de sus malvados instintos y a buscar el amor de Dios por encima de todo. Nos enseña que la verdadera dicha no reside ni en la riqueza o el bienestar, ni en la gloria humana o el poder, ni en ninguna obra humana, por útil que sea, como las ciencias, las técnicas y las artes, ni en ninguna criatura, sino sólo en Dios, fuente de todo bien y de todo amor.
Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1716-1719.
Opción 1: Meditación “Las bienaventuranzas”.
Opción 2: Textos de san Josemaría con comentarios breves sobre cada Bienaventuranza.
Segunda meditación
Opción 1: Meditación “Los milagros del Señor”.
Opción 2: Dios hace milagros a través de sus hijos. Carta Patris corde del Papa Francisco, n. 5 sobre la Valentía creativa de san José.
Charla
Unidad de vida. Carta de san Josemaría “Sobre la misión del cristiano en la vida social”, nn. 14-17 (epígrafe dedicado a tratar sobre la unidad de vida).
Lectura
La actividad que santifica. Párrafos escogidos de la Ex. Apostólica Gaudete et exultate del Papa Francisco, nn. 25-31.
Examen de conciencia
Acto de presencia de Dios
1. «Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia» (Mt 5, 7). ¿La experiencia de la misericordia infinita que Dios tiene conmigo me mueve a tener con los de mi alrededor «un corazón de carne» y no «de piedra» (Ez 36, 26)?
2. «Bienaventurados los limpios de corazón, porque verán a Dios» (Mt 5, 8). ¿Cuido mi corazón para ver a cada persona como la ve Dios: en toda su integridad, dignidad, etc.? ¿Fomento el amor y el cariño con las personas que convivo o tengo más cerca?
3. «Bienaventurados los pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios» (Mt 5, 9). ¿Con qué detalles procuro crear a mi alrededor un ambiente sereno, acogedor y alegre, para que en mi hogar todos se encuentren a gusto?
4. «Quizá éramos ciegos, o sordos, o lisiados, o hedíamos a muerto, y la palabra del Señor nos ha levantado de nuestra postración» (Amigos de Dios, n. 262). ¿Le doy gracias a Dios por todo lo que ha hecho conmigo y estoy convencido de que él puede hacer lo mismo en otras almas?
5. «Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien; a los cuales ha llamado conforme a su designio» (Rm 8, 28). ¿Procuro descubrir detrás de todo lo que sucede
–también en los acontecimientos imprevistos– la mano providente de mi Padre Dios? ¿Pido al Señor crecer interiormente –en caridad, esperanza y fe– en las situaciones adversas?
6. «Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos» (Flp 4, 4). ¿Fomento en mi alma la alegría de ser hijo de Dios y procuro transmitirla a los demás?
7. «Jesús le dijo: “Yo iré y le curaré”. Pero el centurión le respondió: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa”» (Mt 8, 7-8). Al meditar los milagros del Señor, ¿soy audaz como el centurión de Cafarnaún, que pide con una fe viva? ¿Pido esta misma fe para mi cónyuge, mis hijos, mis amigos?
Acto de contrición