El prelado, que se encuentra desde el pasado 5 de agosto en Alemania, concelebró con 30 sacerdotes de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz (Lea la homilía completa del prelado).
“Dar a conocer a Jesucristo en el propio ambiente”, fue una de las ideas centrales que transmitió Mons. Ocáriz: “Cada uno en su ambiente, en la familia, en el trabajo, en las relaciones sociales, puede y debe hacer presente la palabra de reconciliación de Jesucristo. ¡Qué misión tan grandiosa, a pesar de nuestra propia debilidad!”.
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“Esforcémonos en ser instrumentos de unidad en la Iglesia ―dijo también el prelado en su homilía―, siendo instrumentos de unidad en la propia familia, en el propio ambiente y en la vida ordinaria”.
Asimismo, recordó las palabras pronunciadas por el Papa Emérito Benedicto XVI al comienzo de su pontificado: "Nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos, por el Evangelio, por Cristo. Nada más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con él".
“Que no falte en nuestro día una oración frecuente por el Papa, por sus intenciones, por su trabajo de pastor de la Iglesia universal”
Al final de la Santa Misa, que se ofreció especialmente por las víctimas de los recientes atentados terroristas, Mons. Ocáriz agradeció a Dios el hecho de que la Iglesia sea realmente una gran familia, y pidió que sus fieles estén siempre muy unidos entre sí y con el Papa: “Que no falte en nuestro día una oración frecuente por el Papa, por sus intenciones, por su trabajo de pastor de la Iglesia universal”, pidió.
Tres jóvenes iraquíes
La cordialidad y la alegría de los fieles era un hecho palpable durante la celebración de la Santa Misa. Entre los asistentes a la Eucaristía había un gran número de familias, parejas de novios, jóvenes y niños. Entre ellos se encontraban Larsa, Larmiin y Melda, tres jóvenes de confesión sirio-católica que se vieron obligadas a huir con sus familias de Mossul. Hace pocas semanas, las tres iraquíes participaron en un campamento veraniego en la región del Eifel, organizado por jóvenes del Opus Dei.
Larsa, Larmiin y Melda, tres jóvenes de confesión sirio-católica, pudieron saludar al Prelado
Antes de la Santa Misa tuvo lugar un encuentro del Prelado con sacerdotes de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. Mons. Ocáriz les animó a vivir la alegría en la esperanza, conscientes de que “no se pierde ni un ápice de su labor pastoral, a pesar de que a veces no se vean los frutos”. Puso a Juan María Vianney, el santo Cura de Ars, como un ejemplo de cuántas personas pueden tomar la decisión de convertirse y vivir una vida cristiana llevados por la gracia divina y por el trabajo perseverante de un sacerdote. “No se trata de entregarse a un ingenuo optimismo, sino de alimentar en el alma la virtud de la esperanza en Dios, que nunca nos defrauda y que es la fuente de nuestra alegría y del buen humor”.
Por último, pidió a los sacerdotes que fomentaran la unión con su propio obispo y con el Santo Padre. Les instó a rezar con perseverancia por el Papa Francisco, quien pide siempre la limosna de la oración a cada persona que le saluda y en cada carta que escribe.
Si falla el amor
Durante un encuentro con fieles de Prelatura el sábado por la tarde, el prelado del Opus Dei destacó la relación que existe entre la libertad y el amor. “Siempre que nuestras obligaciones personales o familiares se nos presenten como algo penoso, deberíamos preguntarnos si no es el amor lo que falla. En ese caso, podemos dirigirnos al Señor en nuestra oración y pedirle que acreciente nuestra fe”, concluyó.
El prelado del Opus Dei visitó la residencia universitaria International College Campus Muengersdorf, donde mantuvo un encuentro con un grupo de mujeres del Opus Dei. «Sea cual sea nuestro lugar en el mundo como cristianos —les dijo el prelado—, no podemos olvidar que no somos partidarios de una ideología, sino seguidores de una persona concreta, Jesucristo».
Mons. Fernando Ocáriz también habló de la importancia de la libertad personal. Para poder asumir las obligaciones en medio del mundo —por ejemplo, en la familia, en el trabajo profesional— es imprescindible el amor. “Es preciso actuar libremente, sin sentirnos nunca coaccionados. Es en el amor en donde nace la verdadera libertad de los hijos de Dios”, dijo el prelado.
Una profesora de colegio, recordando unas palabras de san Josemaría en las que definía a la Obra como “una gran catequesis”, preguntó cómo es posible transmitir a los niños y a los jóvenes una formación que les lleve a reflexionar, llegue hasta su corazón y les dirija hacia Jesucristo. En su respuesta, el prelado resaltó la importancia que tiene dirigirse a la persona completa: cabeza, entendimiento y corazón.