Somos Luisa y Pepe. Nos casamos en 1993 en Sevilla, y tenemos siete hijos: Ana -que es la mayor y tiene trece años-, Luis, Pepe, María, Alfonso, Álvaro y Juan Pablo.
Cuando Ana tuvo edad para ir al Colegio dudábamos si matricularla en Entreolivos o en otro colegio cercano a casa. Sabíamos que la formación espiritual de Entreolivos está confiada a sacerdotes del Opus Dei y teníamos prejuicios. Para conocer la Obra decidimos viajar con unos amigos en tren a Torreciudad: pensamos que sería la mejor manera de conocer bien a las personas que iban a educar a nuestra hija.
Aquel viaje cambió nuestra vida. Encontramos a gente con los mismos problemas que los demás, pero con gran serenidad: no se oía un grito, ni las quejas de una madre por esto o por lo otro, ni a un padre protestando por lo latosos que son los críos. Muchos eran madres y padres de alumnas del Colegio Entreolivos, que nos fueron contando sus experiencias. Fue nuestro primer acercamiento a la Obra. Ana entró en Entreolivos y hemos vuelto a Torreciudad todos los años que hemos podido.
En el colegio empezamos a conocer el espíritu del Opus Dei: la santificación del trabajo profesional, el amor a María, la unión con el Papa, el cuidado de los detalles por amor a Dios… y fuimos a algunos cursos de Orientación Familiar: Primeros Pasos, Primeras Letras, Primeras Decisiones, Preadolescencia... Gracias a esos cursos fuimos creciendo en formación, a la vez que crecían nuestros hijos.
En estos cursos mi marido y yo nos hicimos amigos de algunos supernumerarios y empezamos a asistir a medios de formación espiritual. Poco después Dios nos concedió, a Pepe y a mí, la vocación al Opus Dei.
Ahora se nos presenta un nuevo reto, porque nos trasladamos a vivir a Shanghai, en China. Hace año y medio que, por motivos de negocios −nos dedicamos a fabricar artículos publicitarios−, abrimos una fábrica en China. Durante este tiempo hemos estado viviendo a caballo entre Sevilla y Shanghai, y al final hemos decidido marcharnos todos a vivir allí.
Estábamos llenos de ilusión, y también de temor, con esta nueva aventura. Un nuevo idioma, unas nuevas costumbres, nuevos colegios, nuevos amigos... Sólo con pensarlo se nos ponía la carne de gallina. En Shanghai no conocíamos a nadie, no hay centro de la Obra y creíamos que íbamos a estar solos.
El 8 de septiembre, durante la Jornada Mariana de la Familia en Torreciudad, le pregunté al Padre:
-Padre, nos vamos a vivir a Shanghai y estamos preocupados de cómo suplir, en la formación espiritual de nuestros hijos, la ayuda que nos prestan los clubes y los colegios de los que disfrutamos en Sevilla.
El Padre nos llenó de ilusión: “Hijos míos -nos dijo- no vais solos, ¡Toda la Obra va con vosotros! Todos los días rezamos por China, y por vosotros. ¡Ánimo!, ¡Cuántos frutos para la Iglesia tienen que salir de esa bendita tierra de China!”
Aquello nos dio una gran alegría. Sentí como si Nuestra Señora de los Ángeles de Torreciudad nos sonriera una vez más, doce años después de nuestro primer viaje a este Santuario, como diciéndonos: “Yo también me voy con vosotros”; y llenos de ilusión apostólica, regresamos a Sevilla, deseando empezar en China una nueva vida.