El entrevistador, Andrea Acali, le preguntó al Prelado por los dos pontífices que serán canonizados próximamente, en el domingo de la Divina Misericordia: Juan XXIII y Juan Pablo II.
“El Papa Roncalli –recuerda Mons. Echevarría- conocía y apreciaba el Opus Dei desde tiempo antes de que le nombraran Patriarca de Venecia. Durante una audiencia privada le preguntó a san Josemaría la posibilidad de llevar a cabo una labor social en Casa Bruciato, un barrio obrero de Roma. Y pocos años después nació allí el Centro ELIS, que ha proporcionado -y sigue proporcionando- capacitación y formación profesional a numerosos jóvenes de escasos recursos.
De Juan Pablo II, además del afecto paternal que mostró siempre con don Álvaro-y más tarde conmigo, como prelado del Opus Dei-, tengo una imagen grabada en la mente. En el año 2005, cuando ya no podía participar físicamente en el Vía Crucis que se celebra todos los años en el Coliseo, seguía la ceremonia por medio de las pantallas de televisión, aferrado a una cruz de madera. Ya no le quedaban fuerzas para hablar ni para caminar, pero se abrazaba, con toda el alma, a Cristo Crucificado”.
Juan Pablo II y Álvaro del Portillo
El próximo 27 de septiembre será beatificado en Madrid el primer sucesor de san Josemaría, Álvaro del Portillo. Echevarría destaca tres rasgos de su personalidad: su fortaleza espiritual, su fidelidad a la Iglesia y al carisma del fundador, junto con la paz y la alegría quetransmitía a los que le rodeaban. Entre Juan Pablo II y Álvaro del Portillo se estableció, como suele suceder entre los santos, una profunda afinidad espiritual.Comenta el prelado: “Les unía una amistad profunda, enraizada en la fe en Jesucristo y -por parte de don Álvaro- una clara filiación al Padre común en la Iglesia.
Recuerdo que un día, a últimas horas de la tarde, Juan Pablo II le recibió en audiencia. El Papa se encontraba muy fatigado tras una dura jornada de trabajo. Don Álvaro se dio cuenta y el Papale comentó que si a esas horas no estuviera muy cansado, sería signo de que aquel día no había cumplido con su deber. Esas palabras del Papa le conmovieron especialmente, y las comentaba con frecuencia. Y no olvidaré nunca que, el día en que falleció don Álvaro, Juan Pablo II quiso venir aquí, a la sede central del Opus Dei, para rezar ante su cuerpo yacente, en la iglesia prelaticia de Santa María de la Paz”.
Ante la pregunta sobre la renuncia de Benedicto XVI, Mons. Echevarría considera que ese gesto “significó para el mundo entero una profunda manifestación de la humildad y del sentido de servicio que caracteriza a un verdadero pastor de almas”.
Acali le pregunta su opinión por algunos gestos revolucionarios del Papa Francisco, ampliamente destacados por la prensa internacional. “Pienso que algunos de sus gestos parecen revolucionarios –contesta- precisamente porque son genuinos y auténticos. Cuando se le ve, en persona o en televisión, se advierte al momento que estamos ante un sacerdote de verdad, interesado por los problemas de cada persona; un sacerdote que te escucha y que reza mucho. Y eso es, precisamente, lo que todos buscamos; lo que todos deseamos encontrar en cada sacerdote”.
“El Santo Padre –continúa- está dando un empuje apostólico profundísimo, que repercute no sólo a la Iglesia, sino a toda la humanidad. Además, determinados avances resultan necesarios, porque -por muy bien organizadas que estén-, las estructuras humanas corren siempre el riesgo de no responder a su alta misión: difundir el Evangelio en todo el mundo.
En este sentido, me parece especialmente relevante el impulso que está dando el Papa para que todos los fieles se comprometan en la tarea de la nueva evangelización; su trabajo para revitalizar los organismos dispuestos al servicio de la Iglesia y de los fieles, junto con su afán por hacer ver a todos la misericordia de Dios”.
Desde el comienzo del Pontificado, el Prelado del Opus Dei ha sido recibido en diversas audiencias y ha mantenido contacto con el Papa Francisco: “Agradezco esos encuentros de todo corazón –declara Echevarría-, porque he visto a un pastor que no se preocupa sólo por la masa, por el rebaño, en general; sino por cada oveja, por cada alma en particular. Me impresiona el garbo humano y sobrenatural con el que lleva el peso que el Señor ha puesto sobre sus hombros. Un peso que él no ha buscado: ha sido Dios el que le ha llamado. Por eso debemos rezar mucho por él, ofreciendo pequeños -y en ocasiones incluso no tan pequeños- sacrificios. Es nuestro Padre común, de todos y de cada uno. Tengo la impresión de que, si pudiera, estaría dispuesto a ir hasta el último rincón del mundo para ayudar a las almas”.