El misionero, sonriente, le dijo: “Bueno, para que Dios te ayude y te proteja…” El anciano se volvió hacia el sacerdote y le preguntó: “¿Cuántas casas tienes? Una, dijo el sacerdote. “¿Cuántos acres de tierra? Ninguno. ¿Cuántas vacas? Ninguna. ¿Cuántas mujeres? Ninguna, volvió a contestar el sacerdote. “Bueno –dijo el Masai al sacerdote– “Yo tengo tres casas, 100 acres de tierra, 2.000 vacas y 5 mujeres. Tú eres el que necesita rezar, no yo”.
Esta corta y divertida anécdota nos introduce al contexto del encuentro dramático de dos civilizaciones. Por una parte, la vieja Europa: cristiana, generosa, que se presta a echar una mano y a derramar su propia sangre para ayudar a su prójimo. Era una Europa que entendía claramente que “la última y más alta misión del cristiano respecto a los no creyentes es sufrir por ellos y en su lugar, como hizo el Maestro.”(1) Por otra parte África: abierta, sincera, tradicional, pragmática e inmersa en las creencias supernaturales de su cultura.
Señoras y señores, San Josemaría , un instrumento fiel de Dios, combinó las mejores realidades de estos dos Continentes: la fe y el vigor de la vieja Europa con el África pragmática y generosa, por medio de un sencillo pero profundo mensaje de santidad ordinaria en medio del mundo. Su legado está produciendo el más increíble y bello milagro en Kenia y en parte por eso estoy aquí ante ustedes hoy.
He aprendido de san Josemaría a buscar la perfección cristiana en mi vida ordinaria y en mis circunstancias personales como madre, esposa y en mi trabajo profesional. Esto a veces me presenta muchos retos que parecen insuperables. En estas situaciones trato de levantar mi mente y mi corazón a Dios y pedirle su bendición e inspiración porque la naturaleza de mi trabajo no ofrece soluciones fáciles.
Trabajo por las mujeres africanas
Como quizá sepan ustedes soy la Directora Ejecutiva de Maendeleo ya Wanaweke (Desarrollo de la Mujer) de Kenia. La Organización Maendeleo ya Wanaweke (MYWO) es una ONG basada en la participación popular y fue fundada hace 56 años para mejorar y realzar la situación social y económica de todas las mujeres en Kenia.
Tiene la aspiración de una sociedad en la que prevalezcan la igualdad, la paz, la justicia y la unidad. Abarca los valores de la integridad, el trabajo, el compromiso y la colaboración en equipo en la provisión de cuidados de calidad para los miembros menos afortunados de la sociedad.
Tiene más de 4 millones de individuos, 25.000 grupos afiliados y un fuerte liderazgo, democráticamente votado, de más de 66.000 mujeres elegidas desde las bases populares al nivel nacional. Por tanto es de mi competencia la preocupación por el desarrollo de nuestras mujeres que han asumido funciones de liderazgo en nuestra sociedad, bien sea en la política, en el sector privado, en corporaciones gubernamentales, etc.
Estas mujeres a menudo se enfrentan con muchas dificultades al realizar su trabajo, ya que algunas de nuestras tradiciones culturales no se acomodan demasiado bien al papel cambiante de la mujer en la sociedad.
Además de los líderes elegidos, también me ocupo a diario de situaciones desgarradoras de mujeres que han sido abandonadas por sus maridos o que se enfrentan con otras contrariedades debido a la pobreza. Muchas de estas mujeres tienen muy pocos estudios y vienen a nosotros buscando apoyo y aliento. Yo intento dárselo pidiéndole a Dios que me dé la valentía y fuerzas necesarias para ayudarles en lo posible.
Como esposa y madre de 4 hijos mayores, tengo siempre que recordar que ésta es mi primera vocación ante Dios, y por lo tanto debo anteponer los asuntos de mi familia a los de mi trabajo. A veces esto representa unos retos tremendos que con la gracia de Dios, a través de la oración, consigo equilibrar.
Personalmente obtengo mucha fuerza de los escritos de san Josemaría. Sus meditaciones y homilías siempre inspiran a una en cualquier circunstancia. Por consiguiente tengo la confianza para enfrentarme con mis tareas diarias a través de sus ojos y palabras.
¿Cómo llegó el Opus Dei a África?
Señoras y señores, la presencia del Opus Dei en África es un milagro de fe y de amor. La historia de sus comienzos es la de la fe y el amor de san Josemaría. ¿Cómo llegó el Opus Dei a África? En 1957 el Delegado Apostólico para África Oriental y Occidental Británica, Mons. Mojaiski-Perelli había conocido y hecho amistad con san Josemaría en Roma.
En una carta fechada 26 de octubre de 1957, apelando al celo apostólico de san Josemaría, le pedía que enviara fieles del Opus Dei a Kenia. Mons. Mojaisky había visto las inmensas posibilidades apostólicas del país y pensó que una institución que ofreciera una sólida educación católica a la gente de África oriental, si fuese posible a nivel universitario, podría desarrollar ese maravilloso potencial apostólico.
El Opus Dei se había fundado menos de 30 años antes y era todavía como un pequeño bebé aprendiendo a andar y hablar en los brazos de la Madre Iglesia. En esa época san Josemaría no tenía medios materiales ningunos ni tampoco disponía de personas para esta nueva expansión. Sin embargo, el Delegado Papal no estaba dispuesto a aceptar la negativa como respuesta e insistió en lo lamentable que sería ver perderse tantas almas.
San Josemaría decidió poner en marcha inmediatamente la posibilidad de establecer el primer centro del Opus Dei en África. En agosto de 1958 se abrió el primer centro del Opus Dei en África. Algunos fieles de la Prelatura viajaron a Kenia y se establecieron en Nairobi. Tres años después Strathmore College , hoy Universidad de Strathmore, abrió sus puertas como el primer colegio multirracial en el África de habla inglesa.
Al mismo tiempo, las mujeres del Opus Dei abrieron el Kibondeni College of Catering y Kianda College para estudios de secretariado. Todos estos colegios fueron inspirados y promovidos por san Josemaría como instituciones en las que hombres y mujeres de todas las razas, creencias y procedencia pudieran agruparse para estudiar virtudes y valores profesionales, humanos y espirituales en un entorno libre y responsable.
Historias fantásticas
Hay historias fantásticas e increíbles de lo que pasó en esas instituciones y de cómo se impartió la formación, tan necesaria en la región de África oriental, a esos jóvenes pioneros que eran inocentes, generosos, necesitados y que tenían grandes deseos de aprender y de trabajar para sus países que aún no eran independientes.
En febrero de 1961 las mujeres comenzaron lo que llegaría a ser la Kibondeni School of Institutional Management –una unidad de preparación para mujeres anexa al departamento de catering de Strathmore College. Era una institución única en la Kenia anterior a la independencia, en la que los hombres habían realizado todos los trabajos de catering hasta entonces.
San Josemaría pidió a tres mujeres que se hicieran cargo de esta unidad. La unidad preparaba a mujeres de Kenia y proveía los servicios para el profesorado y los estudiantes de Strathmore. De entre estas mujeres surgieron las primeras Numerarias Auxiliares de Kenia en 1963 –Florence Auma y Mary Mumbua. A ellas las siguieron muchas otras, que ahora se encuentran trabajando no sólo en Kenia, sino también en Nigeria, Congo, Costa de Marfil, Camerún, Uganda, Sudáfrica… enseñando a otras mujeres y chicas los conocimientos de la hospitalidad y haciéndoles ver cómo pueden encontrar a Cristo en su trabajo.
Kianda Secretarial School comenzó en enero de 1961. Tuvo que superar muchas dificultades en ese periodo de pre-independencia para poder abrir sus puertas a chicas de todas las razas, como san Josemaría había indicado expresamente desde el comienzo del trabajo apostólico en Kenia.
Con el paso del tiempo Kianda se convirtió en Escuela Secundaria (1977) y en 1989 se abrió la Sección Primaria. En 1977 comenzó el Faida Girls’ Centre para estudiantes de Escuela Secundaria y en 1987 el Fanusi Study Centre para estudiantes universitarios, en el Campus de la Universidad de Nairobi. Entre tanto Kianda Secretarial School se unió a Strathmore College en 1993 y se trasladaron al nuevo Campus en Mandaraka (Nairobi).
Otras iniciativas corporativas en Kenia son Kimlea, un centro de enseñanza técnica para chicas, que se comenzó con la idea de ayudar a las mujeres y chicas, que trabajan en las plantaciones de café y de té en la zona de Limuru de Kenia, a mejorar su nivel y calidad de vida.
La mayoría de las mujeres que trabajan en las plantaciones tienen muy pocos estudios y ninguna fuente alternativa de ingresos. Por consiguiente, se encuentran en un círculo vicioso de pobreza que es difícil de romper. Recogen té como medio de vida, un trabajo de temporada que les paga menos de 1 euro al día. Este dinero es escasamente suficiente para cubrir las necesidades básicas de la familia.
El resultado es que los hijos se les unen en este trabajo con muy poca edad para ayudar a poner comida en la mesa, y por consiguiente no continúan con sus estudios. A diferencia de otras familias más privilegiadas, los recogedores de té apenas tienen posibilidades de continuar sus estudios, por carecer del importe de los colegios.
Para ayudar a resolver este problema, La Fundación Kianda comenzó Kimlea. Su principal objetivo es proporcionar conocimientos técnicos a las mujeres y jóvenes para que tengan una fuente alternativa de ingresos y puedan aumentar el nivel de vida de sus familias y, como consecuencia, el de la sociedad a su alrededor.
No sería justo que tratara de resumir la cantidad de bien y la amplitud de conocimientos que estas instituciones han realizado. Prácticamente todo el mundo en Kenia ha oído hablar de Strathmore y Kianda y hoy gozan de una reputación de primera clase, sus instituciones se han convertido en la medida de excelencia en el ámbito de la enseñanza y del trabajo en Kenia, y a esto le acompaña el agradecimiento de todos hacia el hombre responsable de todo esto: san Josemaría.
Un momento crucial
Señoras y señores: el Opus Dei llego a África en un momento crucial, cuando el llamado Continente Oscuro se estaba despertando y pedía una libertad que le había sido denegada durante siglos. En la hora de la independencia, en 1963, Kenya tenía que afrontar dos problemas urgentes: mejorar los niveles de educación y preparar nuevos líderes; y reforzar la unidad cultural y moral de una población multiétnica comprendida por africanos de distintas tribus, europeos e indios; religiones protestantes, católicos, musulmanes, hindúes, etc.
San Josemaría había previsto y anunciado estos desafíos, y dos años antes había establecido como condición indispensable que los colegios que se estableciesen debían estar abiertos a todas las razas, creencias y procedencias.
En la Kenia pre independiente esto se percibía como un objetivo inalcanzable. En esa época las leyes coloniales expresamente segregaban la enseñanza en base a la raza y la religión. Cuando informaron a san Josemaría sobre ese obstáculo insoslayable, animó a sus hijos a emplear todos los medios humanos y sobrenaturales para superarlo. Indicó que si los colegios no iban a estar abiertos a todos, no se establecerían, porque todos pertenecemos a una sola raza, la raza de los hijos de Dios.
Los obstáculos se superaron por medio de legislación especial de la asamblea colonial que permitía la operación de tales colegios multirraciales y así Strathmore, una actividad corporativa del Opus Dei, pudo abrir sus puertas a miles de jóvenes estudiantes sedientos de conocimiento y dispuestos a aprender a servir a su país.
Historias de heroísmo en lo ordinario
El trabajo de evangelización realizado en estas instituciones a través de la amistad personal y la confidencia de los fieles del Opus Dei, donde quiera que viviesen, trabajaran o estudiasen fue como un fuego inextinguible que ayudó a profundizar a las raíces cristianas de la semilla sembrada por los misioneros.A través del trabajo de los misioneros Dios rotuló la tierra, plantó la semilla y el sudor y la sangre misionera la regó. Hoy, por medio de este inmenso apostolado laico y personal de amistad y confidencia, Dios está cosechando los frutos para la Iglesia, para África y para el mundo; frutos que son esenciales en el contexto de la sociedad moderna.
Sin embargo, el bien que hacen estas instituciones es sólo la punta del iceberg. La sustancia y el aspecto más importante del legado de san Josemaría en África permanece aún desconocido para la mayoría de los mortales.
Estas son las historias de heroísmo en lo ordinario, en el silencio del hogar, en las tensiones de un hospital, en la elocuencia de un tribunal de justicia, en el martilleo de una fábrica, en el rumor de la calle, en una palabra, en el “mundo”. Ahí, donde se supone que cada uno de nosotros debe estar, cada uno está llamado a encontrase con Cristo y llevar a otros a Él con la ayuda de la Santísima Virgen María.
Dios envió el Opus Dei a África a través de san Josemaría y está dejando una impronta imborrable en las vidas y el trabajo de muchas almas africanas. Hoy hay centros del Opus Dei en Kenia, Nigeria, Costa de Marfil, Congo, Camerún, Sudáfrica y Uganda. Hay fieles de la Prelatura en muchos más países africanos y la devoción a san Josemaría se ha extendido desde Rwanda a Togo, de Darfur a Namibia… por todo el Continente.
A menudo oigo noticias de pequeñas comunidades cristianas en las partes más remotas de Kenia que toman su nombre de san Josemaría, incluso parroquias bajo la advocación de este santo.
Retos de África
Señoras y señores, como todo buen cuadro, este también tiene sus sombras. África hoy día está sedienta, agotada y acosada; los medios se convierten en fines; el éxito se mide por la riqueza, sin importar cómo se ha acumulado; se ignora la igualdad de los sexos y solamente se recurre a Dios cuando el hombre ha fallado en su intento de conquistar los bienes materiales o la felicidad.
Aún se practica bastante frecuentemente en algunas de nuestras comunidades el matrimonio prematuro de chicas tan jóvenes como de 12 ó 13 años. Aunque la enseñanza primaria es gratuita y obligatoria en Kenia hasta la edad de 14 años, no todas las chicas consiguen terminar la escuela primaria.
El gobierno de Kenia está intentando también introducir la enseñanza secundaria gratuita, pero hasta el momento no lo ha conseguido plenamente. Tengo el fuerte convencimiento que estas chicas deberían continuar su educación durante los más años posibles, porque esto a largo plazo conducirá al desarrollo de sus comunidades.
Nuestros maestros y nuestros colegios necesitan mucho más apoyo si este sueño ha de convertirse en realidad. Los profesores se enfrentan con muchos problemas en la clase y necesitan renovar su preparación y un estímulo a su moral si han de jugar un papel significativo en la educación de nuestros hijos.
Me gustaría decir que su educación debe ser completa. Estamos hechos de cuerpo y alma y nuestro sistema educativo debe respetar y promover nuestros valores espirituales y culturales que nos hacen diferentes. A veces, los que vienen de Occidente parecen pensar que pueden resolver nuestros problemas en África con condones o con prácticas tan horrorosas como el aborto; que nuestros problemas tienen su origen en la superpoblación. Nuestra pobreza procede principalmente de la falta de una distribución equitativa de los recursos, y no de lo anterior.
Soy consciente de que en este momento existe una campaña concertada en Kenia para legalizar el aborto, que es una solución equivocada para luchar contra la pobreza. Me resulta difícil, como mujer, como madre, esposa y como profesional, entender de qué forma piensan que vamos a resolver los problemas de Kenia a través del aborto. Además, al menos el 50% de los bebés matados son mujeres. Y solamente buscamos lo que la gente llama la solución “fácil”, aunque la mayoría de las veces las consecuencias son catastróficas para los individuos, las familias y la sociedad.
Además de estas preocupaciones, la transparencia y la honradez se ven como subjetivas y a veces se ridiculizan; falta apoyo político a la familia; en una palabra, la “unidad de vida” no aparece en absoluto en las esferas de los órganos de decisión. Y cuando no hay unidad… reina la muerte.
Educación y valores para ayudar a África
Yo me pregunto y aquí les lanzaría este reto: ¿Cómo podemos ayudar al desarrollo de África? ¿Cómo podemos romper el círculo vicioso de la corrupción y la delincuencia en África? ¿Cómo podemos alcanzar un desarrollo humano y de liderazgo sostenibles? No existen atajos.
Solamente se puede lograr por medio de la educación en las virtudes y los valores. La simple enseñanza de hechos y cifras no es suficiente en un continente tan joven y prometedor. La ayuda material sin más, se disolverá en las aguas de la corrupción. Necesitamos una clase de ayuda única. Una ayuda que no es puramente material sino humana. La clase de ayuda que en un tiempo Europa prestó a África, pero que ahora parece ansiosa de retirar. Necesitamos la educación en la virtud. Solamente por medio de las virtudes y los valores podemos parar la corrupción, la delincuencia y la amenaza de HIV-Sida que ya se ha cobrado millones de vidas.
Esto implica un gran reto para el continente africano. Y al enfrentarnos con este reto contamos con vuestra ayuda, Europa. Pero primero tenéis que redescubriros vosotros, vuestras raíces, vuestra verdad y vuestra identidad, que os hizo un gran poder mundial. Debéis continuar dando lo que una vez teníais.
Solo el cielo conoce las heroicas historias nunca narradas de los muchos misioneros europeos que trajeron la fe cristiana a África. Un trabajo generoso… un verdadero trabajo de evangelización que todavía es evidente en muchas regiones por todo el continente.
Tengo el orgullo de decir que muchos españoles, desconocidos para nosotros, pero no para Dios, se han hecho santos en África y están enterrados por todas sus tierras. Europa, todavía necesitamos vuestra ayuda y vuestra experiencia. Vuestros santos y el ejemplo de sus vidas virtuosas nos han traído a Cristo. Nos trajisteis el cristianismo. “Y el cristianismo en último lugar no es un logro cultural, ni una ideología, ni la solución a los problemas de la humanidad, ni siquiera en su esencia una “religión”, sino la crisis de todas las religiones en Cristo… Al remover todas las barreras coloca continuamente las diferencias actuales dentro de la Iglesia dentro de esta crisis, obligándonos a purificarlas de forma siempre nueva desde dentro y llenarlas del Espíritu de la misma hermandad que nos hizo ‘a todos uno en Cristo Jesús’ (Gal 3:28)”(2)
San Josemaría nos ha enseñado a amarnos unos a otros porque el agua del bautismo es más espesa que la sangre de la etnicidad. San Josemaría nos ha enseñado la importancia del trabajo hecho bien y con amor. Nos ha enseñado la importancia de la unidad de vida, introduciendo a Cristo en nuestras familias y nuestras relaciones sociales con naturalidad y sencillez cristianas. Y san Josemaría también nos ha enseñado el secreto de la perseverancia: “enamórate y no le dejarás”(3) Porque es la unidad de vida la que nos salvará.
A principios de este año Kenia casi cayó a un precipicio como resultado de tumultos políticos causados por la falta de verdad, de honradez y por la codicia pura y desbocada en nuestro país. No debe permitirse que este horror vuelva nunca a aflorar de nuevo. Solamente lo haremos si nos damos cuenta de que nuestra redención se encuentra en nuestra unidad de vida, buscando los medios sobrenaturales para superar nuestras limitaciones y alcanzar la verdadera felicidad como hijos de Dios.
Sí, África parece tener problemas insuperables; sin embargo si nosotros, los hijos de Dios, podemos correr esta carrera juntos, ayudándonos mutuamente con un verdadero espíritu cristiano, todos cruzaremos la cinta al final de la carrera como vencedores de nuestra estancia terrena.
Gracias Dios mío, gracias Europa, gracias España por haber dado a África y al mundo un hijo como san Josemaría Escrivá de Balaguer cuyas enseñanzas y vida ejemplar nos dan esperanza a tantos de nosotros.
Gracias, señoras y señores.
Noviembre 2008
Bernadette Wanyonyi Musundi es Directora Ejecutiva de Maendeleo Ya Wanawake Organization (MYWO), una ONG keniana que cuenta con cuatro millones de mujeres afiliadas en Kenya.
(1) RATZINGER, Joseph, op. cit., citando a E Wolf, Religion in Geshichte und Gegenwart, I, 1705.
(2) ESCRIVA, Josemaría, Camino, 999
(3) RATZINGER, Joseph. El Sentido de la Hermandad Cristiana. Ignatius Press, San Francisco, 2ª Edición, 1993, p. 83