La tarde del sábado 3 de mayo, el Papa Juan Pablo II se desplazó en papamóvil al aeropuerto de Cuatro Vientos, a 30 kilómetros de Madrid, donde le esperaban más de 700.000 jóvenes españoles para participar en una vigilia de oración con el Santo Padre.
El tema de la vigilia ha sido "Seréis mis testigos". Cuatro jóvenes reflexionaron sobre cada una de las cuatro partes del Rosario, Gozosos, Luminosos, Dolorosos y Gloriosos, y leyeron fragmentos de los evangelios de San Lucas y San Juan. Al final de la meditación, el Papa se dirigió a los jóvenes: "Estoy profundamente emocionado -dijo- por vuestra calurosa y cordial acogida", y agregó que deseaba repetir las palabras con las que alentó a los jóvenes españoles hace más de 20 años, durante su primera visita a España: "Vosotros sois la esperanza de la Iglesia y de la sociedad. (...) Sigo creyendo en los jóvenes, en vosotros".
"En vuestra existencia -prosiguió- ha de brillar la gracia de Dios, la misma que resplandeció en María, la llena de gracia. Con gran acierto habéis querido meditar en esta vigilia los misterios del Rosario llevando a la práctica la antigua máxima espiritual: 'A Jesús por María'. (...) María, además de ser la Madre cercana, discreta y comprensiva, es la mejor Maestra para llegar al conocimiento de la verdad a través de la contemplación. El drama de la cultura actual es la falta de interioridad, la ausencia de contemplación. Sin interioridad la cultura carece de entrañas, es como un cuerpo que no ha encontrado todavía su alma".
"Responded a la violencia y al odio con el poder fascinante del amor"
Después el Papa invitó a los jóvenes a "no separar nunca la acción de la contemplación, así contribuiréis mejor a hacer realidad un gran sueño: el nacimiento de la nueva Europa del espíritu. Una Europa fiel a sus raíces cristianas, no encerrada en sí misma sino abierta al diálogo y a la colaboración con los demás pueblos de la tierra".
"Amados jóvenes, sabéis bien cuánto me preocupa la paz en el mundo. La espiral de la violencia, el terrorismo y la guerra provoca, todavía en nuestros días, odio y muerte. La paz -lo sabemos- es ante todo un don de lo Alto que debemos pedir con insistencia y que, además, debemos construir entre todos mediante una profunda conversión interior. Por eso, hoy quiero comprometeros a ser operadores y artífices de paz. Responded a la violencia ciega y al odio inhumano con el poder fascinante del amor. Venced la enemistad con la fuerza del perdón. Manteneos lejos de toda forma de nacionalismo exasperado, de racismo y de intolerancia. Testimoniad con vuestra vida que las ideas no se imponen, sino que se proponen".
"¡Nunca os dejéis desalentar por el mal! Para ello necesitáis la ayuda de la oración y el consuelo que brota de una amistad íntima con Cristo. Sólo así, viviendo la experiencia del amor de Dios e irradiando la fraternidad evangélica, podréis ser los constructores de un mundo mejor, auténticos hombres y mujeres pacíficos y pacificadores".
Al final, antes de rezar una oración, Juan Pablo II dijo a los jóvenes: "Es preciso que os convirtáis en apóstoles de vuestros coetáneos. Sé muy bien que esto no es fácil. (...) No os desaniméis, porque no estáis solos: el Señor nunca dejará de acompañaros, con su gracia y el don de su Espíritu".