"El corazón me lo pide"

Me llamo Angélique Ferrali, soy suiza, tengo 46 años, estoy felizmente casada y soy madre de tres niños. Actualmente trabajo como profesora de tenis. Soy católica y cooperadora del Opus Dei.

"Es difícil definir a un hombre tan especial en pocas palabras, sobre todo, porque le he visto muy pocas veces, y yo era una joven estudiante.

¿Algo personal? Me encontraba en Ginebra en una reunión familiar. Fui al Centro Le Rocher, para asistir a Misa por la mañana, pues sabía que allí tenía lugar todos los días. Yo ignoraba que don Álvaro se encontraba en Ginebra. Volvía de un largo viaje y había tenido que pasar la noche en nuestro país. Aquella mañana celebró la Santa Misa en esa casa. Eramos pocas y enseguida me di cuenta del "lujo" que esto suponía porque, en realidad, no me correspondía estar ahí. Recuerdo a don Álvaro muy "metido" en Dios, a don Javier ayudándole, muy atento a cada detalle. Fue una ceremonia inolvidable.

Recuerdo a don Álvaro muy "metido" en Dios, Y a don Javier ayudándole EN LA MISA, muy atento a cada detalle

Pero lo que me dejó una real huella en el alma, fue ver que, al terminar la Santa Misa, don Álvaro regresó al pequeño oratorio junto a don Javier y empezó a rezar en voz alta agradeciendo a Dios el gran don de la Misa... Era como si se hubiera olvidado de todos los que le rodeaban y estuviera sólo con 'el Amo' y, al mismo tiempo, no se olvidaba de nadie, porque pedía por todos. Para mí fue una lección de amor que quedó tatuada en mi alma".