Giulia es una joven universitaria de Bolonia. Cursa el primer año de ‘Lengua y Literatura Extranjera’. Antes de incorporarse a la universidad, ganó una beca que le permitió elegir un destino en cualquier lugar del mundo para pasar un año en una escuela extranjera.
“Escogí los Estados Unidos”, dice Giulia, “pero no me dieron la posibilidad de especificar el destino. Así que acabé en una pequeña ciudad llamada Palestine, en Texas”.
En Bolonia asistía a misa, pero con pocas ganas
La gran mayoría de los habitantes de Palestine son protestantes. “Antes de esa experiencia, en Bolonia, iba a misa los domingos porque mis padres también asistían. Asistía, pero con pocas ganas. La familia que me acogió en los EEUU era muy religiosa, por lo que me invitaron a acompañarles a sus funciones religiosas y fui”.
No hay iglesias católicas en Palestine. La más cercana está a varias horas en coche y Giulia no disponía de uno. Aunque conservan algunas semejanzas, las asambleas dominicales protestantes son diferentes de la misa católica: “Un pastor lee un pasaje de las Sagradas Escrituras y lo explica a los fieles reunidos. Luego cantan unas canciones muy bonitas. En la congregación protestante a la que acudíamos tenían una cantante y un pianista realmente buenos”.
“A pesar de este hermoso clima -continúa Giulia-, cuando fui a su celebración la primera vez, me sentí un poco ‘vacía’, como si únicamente hubiese participado en una fiesta agradable. Me faltaba algo. Sentí una sincera nostalgia por “mi” misa, la católica. De repente, comprendí que era algo más que una costumbre dominical”.
La dimensión religiosa en estas realidades se experimenta de una manera muy viva y estimulante: “Recuerdo que, en muchas ocasiones, charlaba con ellos con mucha naturalidad sobre temas de fe”.
“Me di cuenta de que había ‘vuelto a casa’ cuando finalmente fui a misa el primer domingo después de regresar a Italia: era como si fuera la primera vez. Ahora -concluye Giulia- intento que la misa sea para mí no algo, sino un encuentro con Alguien”.