Habla cinco idiomas. Se licenció en Ingeniería y en Teología en la Universidad de San Petersburgo, y en filosofía en Liechtenstein. Además, quiere aprender portugués porque es la lengua que se habla en Fátima. Y él, cuando sea sacerdote, piensa llevar a su gente a visitar ese santuario de la Virgen, tan unido a la historia reciente de Rusia.
Alexey Yandushev-Rumiantsev es, por el momento, diácono de la Iglesia católica rusa. En junio de 2007 recibirá la ordenación sacerdotal y luego logrará realizar su sueño: ser párroco en su país.
Nació en San Petersburgo cuando esta ciudad se llamaba Leningrado, hace 33 años, en una familia ortodoxa. Sus padres no le dieron una educación religiosa, pero a los 15 años...
¿Cómo descubriste tu vocación de cristiano y luego de sacerdote?
Es una larga historia. Mi familia es ortodoxa, pero no muy practicante. Cuando nací, en 1973, mi padre acababa de encontrar trabajo en una cadena de supermercados y temía que, dada la situación de mi país en aquellos años, mi bautizo pudiese perjudicar a toda la familia. Se jugaba el puesto. Quien solicitaba ser bautizado, debía facilitar el pasaporte, y luego esa información era transmitida a las autoridades políticas y a los servicios secretos. Por lo tanto, prefirieron no bautizarme.
Entonces en su familia no se practicaba la fe.
Bueno, mis padres creían en Dios, pero no hicieron nada especial para que yo adquiriese formación religiosa. Ellos mantenían algunas tradiciones: iban a la iglesia algunas veces al año y conservaban algunas imágenes religiosas en casa, pero nada más.
¿Cómo descubriste la religión?
Por mi cuenta. A la edad de 12 años comencé a interesarme por la fe. Creía en Alguien –no en algo- a quien dirigirse. Un día llegó a mis manos una revista titulada “Ciencia y Religión”, publicada por la Sociedad Atea de la Unión Soviética. Se trataba de una publicación que nadie leía, pero que trataba un tema que me interesaba muchísimo. Intuí que aquella era la única vía que tenía para saber algo más de religión. Me suscribí y durante cinco años tuve que leer “entre líneas” de lo que se contaba en aquella revista.
¿En qué consistía la propaganda atea?
Fundamentalmente, existía un ataque continuo contra la religión en los grandes medios informativos. Se trataba de hacer creer a la gente que las Iglesias trataban de perpetuar una mitología antigua, sin fundamento científico, con el fin de controlar la mente de las personas y conseguir su dinero.
¿Qué quiere decir que leías “entre líneas” en aquella publicación atea?
A mí me interesaba la religión, no las tesis de esa revista. Por eso, aunque los artículos defendían el ateísmo, en realidad citaban las Escrituras, y hablaban de la Iglesia y de Jesucristo. Y yo, como no tenía acceso a otras fuentes, me las apañaba con aquello. Empecé a pensar que si de algo o de alguien se hablaba muy mal, quizá es que eso o esa persona no eran en realidad tan malas. Esto lo pude comprobar de nuevo con el Opus Dei. Leí fuertes críticas en un libro, donde también se criticaba a la Orden de Malta. Decía que era una organización peligrosa, se describía su fundación e incluso se daba la dirección de la sede en la que vivía su “líder”. Entonces, decidí escribirle para tener más información. Pero esto ocurrió después, cuando ya era católico.
Veo que era un adolescente con mucho espíritu crítico
Mirando atrás, reconozco que era el Señor quien me guiaba en este recorrido. Sabía que de estas cuestiones no se podía hablar, y por lo tanto no lo comentaba con nadie, pero mi interés era cada vez mayor. Cuando cumplí 15 años dije a mi padre que quería bautizarme en la Iglesia Ortodoxa. Él no se opuso e incluso buscó a un amigo suyo, sacerdote ortodoxo que trabajaba como mecánico en Leningrado, para que me bautizase en secreto.
¿Cómo llegó a la Iglesia católica?
Ya que se hablaba tan mal de ella, quise conocerla. En el listín telefónico encontré la dirección de la comunidad católica de san Petersburgo, pero la iglesia estaba siempre cerrada. Tras varios intentos, logré dar con la comunidad, pero el sacerdote sospechó de mí. Pensaba que podía ser un joven espía de la KGB. Ciertamente, en aquellos años había espías. Pero después de verme frecuentar la Iglesia, fijamos una cita para hablar: quedamos en que tras la Misa, le seguiría por las calles hasta una zona muy alejada de la parroquia, donde podríamos hablar con calma. Era 1989, y atravesábamos un periodo de situación política era incierta. Aun así, tras una etapa de formación, pedí entrar en plena comunión con la Iglesia católica.
¿Pero porqué en la Iglesia católica?
"En Rusia tenemos verdadera necesidad de conocer el Evangelio del trabajo, de conocer a Dios en la vida ordinaria, mediante las cosas bien hechas".
Siempre me habían hablado de Iglesias, en plural. Y yo me preguntaba sobre cuál sería la verdadera. Buscando en el Evangelio, descubrí que Jesús había fundado sólo una Iglesia, y además había rezado por su unidad. También descubrí que Cristo mismo había puesto a san Pedro al frente de esa única Iglesia. Si el Papa es el sucesor de Pedro, el resto se explica por sí mismo.
¿Qué camino seguiste después?
Cuando acabé la escuela, me inscribí en la Universidad. Me licencié en Ingeniería y, a continuación, inicié mis estudios de Historia de la Iglesia y Filosofía en el Colegio católico de Santo Tomás de Aquino. Por fin estaba disfrutando de una formación continua. Fue en aquella época cuando entré en contacto con el Opus Dei, asombrado por la campaña hostil que estaba sufriendo esa institución.
¿Qué impresiones sacaste?
Muy buenas. Conocí a personas que no hacen “propaganda”, pero que transmiten de forma simple y profunda el sentido de la vida cristiana. En Rusia tenemos verdadera necesidad de conocer el Evangelio del trabajo, de conocer a Dios en la vida ordinaria, mediante las cosas bien hechas. Estoy seguro de que la Obra podrá hacer mucho bien entre mi gente. Me atrae mucho la idea de la formación cristiana continua. La necesitamos.
¿Cómo decidiste entrar en el seminario?
Aunque no había hablado con nadie, era una idea que me rondaba por la cabeza desde hacía mucho tiempo. Pensaba que no sería capaz, que no reunía las condiciones para una dedicación tan comprometedora. Había ya acabado mis estudios e incluso había estado un año en el extranjero –estudiando fenomenología filosófica en Liechtenstein-, y estaba ya trabajando. Pero un día, de pasada, un cura me preguntó: “¿Tú quieres ser sacerdote?”. En seguida le dije que no, pero luego aquella noche no pegué ojo. Volví a hablar con ese sacerdote, me sinceré y le dije que en realidad sí que había pensado en ello, pero que no me sentía ni digno ni con fuerzas para lograrlo. Él me explicó que la fuerza la da Dios y entonces, a finales de aquel año 2000, entré en el seminario. El año que viene, si Dios quiere, seré sacerdote.
Actualmente, ¿cuál es la situación religiosa en Rusia?
Tras la caída del comunismo en 1989 asistimos a una verdadera primavera espiritual. Hoy día, ese fenómeno ha adquirido sus verdaderas dimensiones: es decir, han quedado sólo aquellos que de verdad estaban convencidos, fuera de las emociones pasajeras de los primeros momentos. Con todo, debo reconocer que son muchos los que se muestran realmente interesado por “las cosas de Dios”.
"Un día, de pasada, un cura me preguntó: “¿Tú quieres ser sacerdote?”. En seguida le dije que no, pero luego aquella noche no pegué ojo".
¿Y la relación entre ortodoxos y católicos?
Depende mucho de personas y lugares. En San Petersburgo, por ejemplo hay una gran tradición de tolerancia y voluntad de diálogo, que quizá no hay en otras ciudades. En este último año, la comunicación se ha mejorado y eso nos da grandes esperanzas.
¿Existen prejuicios contra los católicos?
Más que nada existen mitos, estereotipos. Por ejemplo, El Código Da Vinci no ha creado dudas en torno al Evangelio, pero sí que ha levantado sospechas sobre la Iglesia católica. Pero bueno, basta hablar con paciencia y muchos malentendidos desaparecen.
¿Cuál es tu sueño inmediato?
Ser sacerdote católico al servicio de Rusia.