Una franja de catorce kilómetros y, sin embargo…

Esa es la distancia entre España y Marruecos. El Jubileo de la Misericordia, propuesto por el Papa Francisco, fue el origen de «Bicis para Tetuán», una iniciativa de cuatro vecinos del barrio de Montecarmelo, en el norte de Madrid.

En Tetuán (Marruecos) mucha gente chapurrea el español. Por sus calles se percibe la huella que dejó la presencia española y la intensa relación que los tetuaníes mantienen con Ceuta y con el resto de España. Llegamos a nuestro destino entre el bullicio de las calles y atravesamos el zoco que, a esas horas de la tarde, se reduce a unos pocos puestos atendidos por algunos vendedores que no quieren rendirse todavía.

Dari acoge actualmente a veintitrés niños y niñas de cuatro a doce años de edad, tres de los cuales padecen importantes discapacidades

Entramos en Dari (mi casa), el hogar de una veintena de niños y niñas que forman una familia muy especial. Las instalaciones son modestas, pero todo está muy limpio y se adivina el cariño en una decoración alegre que procura hacer de la necesidad, virtud.

Dari es el principal proyecto de la asociación Amal al Atfal (la esperanza de los niños), una organización sin ánimo de lucro fundada en el año 2000, en la ciudad marroquí de Tetuán, con el propósito de mejorar las condiciones de vida de niños en situación de dificultad social o abandono. Dari acoge actualmente a veintitrés niños y niñas de cuatro a doce años de edad, tres de los cuales padecen importantes discapacidades.

La revista Mundo Cristiano publicó un reportaje sobre la iniciativa «Bicis para Tetuán».

Un cartel inoportuno

Se inauguró en 2003 y proporciona alojamiento, manutención, educación, cariño y futuro a niños y niñas sin ningún tipo de familia conocida. La mayoría de los residentes fueron abandonados al nacer, pero, hoy por hoy, y gracias al esfuerzo de voluntarios y benefactores, cuentan con asistencia sanitaria, están escolarizados, disfrutan de excursiones y actividades de tiempo libre y pasan sus vacaciones de verano en una casa de la playa junto a monitores y personal de apoyo.

Fátima habla con pasión de sus niños. «Les dan una cosita, les pasan la mano por el hombro, les dicen “pobrecito” y con eso parecen quedarse ya muy satisfechos y con la conciencia tranquila»

«Cuando llegué, lo primero que tuve que quitar fue un cartel que decía “Niños abandonados”», nos cuenta Fátima, quien se hizo cargo de Amal al Atfal en 2013. «Y lo decía en francés, en español y en árabe, para que todos pudieran leerlo. ¿Te imaginas qué puede sentir un niño al pasar por un cartel así cada vez que entra o sale de su casa?». Fátima habla con pasión de sus niños. «Les dan una cosita, les pasan la mano por el hombro, les dicen “pobrecito” y con eso parecen quedarse ya muy satisfechos y con la conciencia tranquila». Ella procura darles un futuro y para ello dedica todo el tiempo que puede, habla con todo el que puede y hace todo lo que puede…, por esos niños. Fátima es toda una señora —señora en el porte, señora en la mirada, en la conversación…— que quiere aupar a otros a esa altura de la educación, a esa posición en la que, con perspectiva, uno puede ser dueño de su destino.

«Cuando llegué, lo primero que tuve que quitar fue un cartel que decía “Niños abandonados”», nos cuenta Fátima, quien se hizo cargo de Amal al Atfal en 2013.

Cuando llegamos a Tetuán, Fátima nos abrió las puertas de su casa, nos agasajó con una deliciosa comida y, sobre todo, agradeció y agradeció. Nosotros no llevábamos más que veinte bicicletas, cascos, gafas… y un pequeño donativo para sus niños de Dari.

Comencemos por el principio

Todo empezó… Bueno, todo había empezado cinco años antes, en una urbanización del barrio de Montecarmelo, en el norte de Madrid. Cuatro vecinos (y ahora buenos amigos) que, como se dice en la portada de nuestro blog, «compartimos la afición al mountain bike y la necesidad de hacer compatible la práctica de este deporte con nuestras obligaciones familiares» decidimos formar un club al que llamamos Mountain Nogal Bikers Club. Con el tiempo, el grupito inicial fue creciendo y, con mayor o menor asiduidad, actualmente participan de nuestras salidas más de treinta bikers del barrio y barrios cercanos.

Todos somos profesionales de campos muy diversos y nos parecía que podíamos poner nuestra experiencia y capacidad al servicio de personas menos favorecidas

Tras varios años de pedalear mucho y pasárnoslo muy bien, empezamos a considerar también la posibilidad de hacer algo por la humanidad. Todos somos profesionales de campos muy diversos y nos parecía que podíamos poner nuestra experiencia y capacidad al servicio de personas menos favorecidas. Así fueron pasando los meses, y a mí me parecía que todo se podía acabar quedando en buenas intenciones…

Con el tiempo, el grupito inicial fue creciendo y, con mayor o menor asiduidad, participamos más de treinta bikers.

¿Qué hacemos en el Año de la Misericordia?

Pero cuando el Papa Francisco convocó el Año de la Misericordia, leí la bula de convocatoria «El rostro de la misericordia» y medité también la carta de Mons. Javier Echevarría sobre el Año de la Misericordia, me pareció que había llegado el momento de ponerme manos a la obra. Así que pregunté a mis amigos bikers quién podía y estaba dispuesto a dedicar tiempo a nuestro primer proyecto solidario, y más de una docena dieron un paso al frente. Ese fue el origen de «Bicis para Tetuán».

La idea surgió al ver el enorme número de bicicletas casi nuevas que criaban polvo en los aparca-bicis de las urbanizaciones del barrio. ¿Por qué no pedir a la gente esas bicis para un niño no tan afortunado como los nuestros?

La idea surgió al ver el enorme número de bicicletas casi nuevas que criaban polvo en los aparca-bicis de las urbanizaciones del barrio. ¿Por qué no pedir a la gente esas bicis para un niño no tan afortunado como los nuestros? Lo siguiente fue ponernos en contacto con José Ángel, un amigo mío, responsable de Sociedad Mediterránea para el Diálogo y la Cooperación, ONG que impulsa proyectos de solidaridad en Marruecos.

Fueron muchos los que se preocuparon de dejar su bicicleta en perfecto estado y destinarla a hacer sonreír a un niño de Tetuán.

Definido el objetivo —veinte bicicletas para veinte niños—, lo siguiente fue organizar la campaña de recogida de bicicletas y una venta de camisetas que nos permitiera cubrir los gastos de transporte y llevar, además de las bicicletas, una ayuda económica.

En menos de tres meses, habíamos conseguido muchas más bicicletas de las que necesitábamos, con lo que seleccionamos las mejores en función de las edades de los niños y entregamos el resto a otras instituciones de la Comunidad de Madrid

Las camisetas las conseguimos mediante el patrocinio de la promotora inmobiliaria de nuestra urbanización, que nos facilitó, además, un espacio para el almacenaje de las bicis; la tienda de bicicletas del barrio decidió apoyarnos haciendo un descuento en la reparación de las bicicletas que se donaran al proyecto y regalándonos un montón de botellines; y una compañía naviera asumió los gastos del paso del Estrecho de Gibraltar de la furgoneta que transportaría las bicicletas.

A partir de ahí, manos a la obra. En menos de tres meses, habíamos conseguido muchas más bicicletas de las que necesitábamos, con lo que seleccionamos las mejores en función de las edades de los niños y entregamos el resto a otras instituciones de la Comunidad de Madrid. Fueron muchos los que se preocuparon de dejar su bicicleta en perfecto estado y destinarla a hacer sonreír a un niño de Tetuán, y muchísimos más nos compraron camisetas o, simplemente, hicieron una generosa aportación. Llegamos a la conclusión de que hay mucha gente buena a la que solo hay que dar la oportunidad de hacer cosas buenas.

Pero las bicicletas ha sido solo un primer paso que nos ha servido para conocer in situ una realidad que requiere mucho más que unas bicicletas y unos euros

Como siempre sucede en estos casos, volvimos de Tetuán con mucho más de lo que dábamos. Las sonrisas de los niños las llevaremos grabadas en nuestro recuerdo para siempre. Pasamos una tarde inolvidable ayudándoles a montar en aquellas bicicletas, algo que prácticamente ninguno de ellos había hecho nunca. Las risas al desequilibrarse, el tesón hasta conseguir mantener el equilibrio durante unos metros, la satisfacción de lograrlo…

Fátima nos habló de las muchas necesidades que tienen, de su ilusión por construir un hogar en condiciones para los niños…

Pero las bicicletas ha sido solo un primer paso que nos ha servido para conocer in situ una realidad que requiere mucho más que unas bicicletas y unos euros. Fátima nos habló de las muchas necesidades que tienen, de su ilusión por construir un hogar en condiciones para los niños… «Los niños van creciendo y necesitan intimidad, no pueden estar durmiendo siempre en una habitación de siete. Y necesitan aire, quiero sacarlos de ese barrio, con la casa metida en el zoco…, el ambiente no es el más adecuado para unos niños…».

Volveremos con nuevos proyectos

Nosotros ya estamos pensando en volver a Tetuán, en nuevos proyectos, en nuevas campañas para ayudar a lo que ya consideramos nuestro hogar de los niños de Tetuán.

Supongo que hemos nacido donde hemos nacido para poder ver esto y que nos duela, y para que decidamos salir de nosotros mismos y de nuestro letárgico bienestar

De vuelta a España, en el barco y en el coche camino de Madrid, los integrantes de la expedición rumiábamos la intensa experiencia vivida. Uno me decía que se preguntaba muchas veces por qué a él le había tocado nacer al otro lado del Estrecho y no allí. Solo nos separa una franja de mar de catorce kilómetros y, sin embargo… Supongo que hemos nacido donde hemos nacido para poder ver esto y que nos duela, y para que decidamos salir de nosotros mismos y de nuestro letárgico bienestar.

Nosotros ya estamos pensando en volver a Tetuán, en nuevos proyectos, en nuevas campañas para ayudar a lo que ya consideramos nuestro hogar de los niños de Tetuán.

Yo recordaba que la Madre Teresa de Calcuta solía utilizar los cinco dedos de la mano para explicar la esencia del Evangelio: la identificación de Jesús con nuestros hermanos los más pobres de entre los pobres. Mientras explicaba esto, la Madre Teresa cogía la mano de un niño y le iba moviendo los dedos uno detrás de otro: «You-did-it-to-me». A mí me lo hicisteis.