10 maravillosos años que agradecer a Dios

Caroline Sawney es madre de 3 niños. Vive en Singapur y es supernumeraria. Pertenece al Opus Dei desde hace 10 años. “Diez años maravillosos años para agradecerlos a Dios...”.

Caroline Sawney con su familia.

“Mamáááá, ¿puedo coger otra uva?”. 

Me ocurrió hace poco. Aneish, nuestro niño de tres años, me pedía ese capricho desde hacía 20 minutos... una y otra vez. Estaba a punto de perder la paciencia, cuando recordé que podía santificar ese momento. La forma en cómo respondería a mi hijo sería algo que podría ofrecer a Dios.

Esto es lo que el Opus Dei hace por mí: enseñarme a procurar que cada instante de mi vida ordinaria esté compuesto de pequeñas cosas bien hechas. Conociéndome, no sé cómo actuaría actualmente si no hubiera encontrado el camino del Opus Dei.

En el mes de agosto, he cumplido 10 años como supernumeraria del Opus Dei. Me considero muy afortunada, pese a mis defectos, por haber conocido la Obra.

Lo que me atrajo de esta institución -además de las sorprendentes, novedosas e inspiradas enseñanzas de san Josemaría- fue que me aseguraba que podía seguir haciendo mi trabajo y mi papel de madre y, además, enamorarme de Dios.

"Hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir", dijo nuestro Fundador. Esta frase, tan sencilla y profunda a la vez, es el resumen de su mensaje principal.

En la vida de san Josemaría he encontrado muchos ejemplos sobre cómo vivir mi vida ordinaria, y cuando me enfrento a algo ante lo que no sé cómo responder, me pregunto: "¿Cómo hubiera actuado él?". Y así, la lucha continúa.

La formación cristiana que recibo en el Opus Dei Opus Dei me ha dado un camino sólido para buscar la felicidad junto a Dios, pero a la vez me anima a mantener la lucha para seguir ese camino. Con victorias y derrotas, siempre estoy contenta porque tengo claro cuál es el objetivo y Quién me sostiene.

El pasado agosto, di gracias a Dios por estos diez años... y Aneish, mi hijo pequeño, también porque la lucha interior de su madre termina... ¡con una uva y una sonrisa!